miércoles, 12 de marzo de 2014

Debate: giro o profundización del modelo. Capitanich-Fábrega-Kicillof=CFK (4)

Profundicemos sobre el cierre del post anterior: según la línea argumental crítica (de la cual Idesa es un exponente) el “modelo K” funcionó “virtuosamente” mientras se mantenían los superávits gemelos, sostenidos centralmente en salarios deprimidos en dólares (por efecto de la devaluación del 2002). Cuando se fue licuando esa brecha (vía mejoras salariales que, de acuerdo a esa corriente de pensamiento, se otorgaron por encima de las mejoras en productividad) el modelo entró en crisis, dado que progresivamente se erosionó la competitividad ganada con la devaluación que precedió a la asunción de Néstor Kirchner. Mutatis mutandis, el mismo argumento se reproduce ahora. De ahí el escepticismo de los economistas críticos respecto a la política económica actual del gobierno, dado que consideran que la mejora de competitividad lograda por la última devaluación no es sostenible en el tiempo, en la medida en que conviva con elevados niveles de inflación y de gasto estatal.
                               
En la vereda cercana al oficialismo (donde convergen economistas y otros formadores de opinión) ese carácter ambiguo de la política económica actual sirve precisamente de argumento defensivo contra quienes hablan de giro ortodoxo del gobierno: aunque es innegable que la devaluación tiene un impacto en términos de merma del poder adquisitivo del salario (aún no del todo cuantificable) y que la brusca suba de tasa de interés en pesos constituye un cambio respecto a la política financiera que llevó el Banco Central antes de la asunción de Juan Carlos Fábrega, desde esta corriente de pensamiento el gobierno mantiene algunos elementos “identitarios” del modelo: la actualización de las jubilaciones –si bien mermada por el contexto inflacionario-, la vigencia de las políticas sociales (no sólo a través de la AUH sino de nuevos planes, como el Progresar) y el sesgo “controlador” o intervencionista del Estado (plasmado en acciones como los “Precios Cuidados”) y el sostenimiento del gasto público (continuidad heterodoxa, frente a los argumentos críticos que abogan por una contracción).

Adicionalmente, otro argumento fuerte de los referentes que orbitan en torno al oficialismo es que no puede decirse estrictamente que el gobierno esté aplicando lo que se denomina un ajuste “ortodoxo”, ya que si lo fuera, no se explicaría el ya citado escepticismo que campea desde las usinas anti-K. Esquemáticamente, este es el esquema conceptual que opera en la “intelligentzia” filokirchnerista cuando desde la oposición se trata de correr al gobierno “por izquierda” y a la vez se emplean razonamientos “ortodoxos” (no se puede hacer ambas cosas simultáneamente).

En rigor, la política económica implementada en los últimos meses no es un giro copernicano ni tampoco una profundización: en cambio, deviene una suerte de “service” del modelo, en algunos aspectos tardío, en el cual el "timing" de las medidas y la administración de las expectativas transitan sobre un filo muy delgado (de ahí lo delicado del momento, más allá de la “victoria” transitoria obtenida contra la corrida cambiaria del verano). Quizá donde mejor se exprese ese carácter de “service” un tanto tardío del modelo sea en el tratamiento (hoy en estudio) de la eventual quita de subsidios a los servicios de electricidad y gas; se considera que el gobierno avanzará sobre eso cuando evalúe que las presiones inflacionarias que provocó la devaluación del peso se han aquietado (para que esa quita no fogonee a su vez una nueva espiral de aumento de precios). En ese sentido, la lectura oficial es que haber frenado la expectativa en torno al dólar en las últimas semanas (logro del Central, sobre todo) y la fase (aún en progreso) de contener la remarcación de precios y el traslado de la devaluación a los consumidores finales (el denominado “pass through” empresarial) debería abrir paso a un tercer momento donde finalmente se avance sobre el postergado retiro de subsidios en los servicios públicos (que en 2013 insumieron al Estado gastos por $ 143.000 millones, o el 4,9% del PBI, según una estimación del Consejo Profesional de Ciencias Económicas y el Instituto Argentino de Análisis Fiscal –Iaraf-) a ciertos segmentos.

 Ese “timing” que se pretende hoy (a partir de la conciencia de lo delicada que es la coyuntura) es resultante del carácter tardío señalado antes, dado que la sintonía fina fue anunciada a fines de 2011, pero nunca llegó a desplegarse realmente. En esa línea, cuando el martes 4 de marzo se anunció el aumento en las jubilaciones que corresponde por la ley de movilidad, la presidenta Cristina Fernández puso de manifiesto ese sinceramiento en el discurso, dando la señal de largada para iniciar el postergado recorte de subsidios: “Es cierto que hoy, evidentemente, subsisten sectores que tienen subsidios que ya no los necesitan (…) Ya no es un problema de ajuste, es un problema de equidad. Y esa es a la equidad adonde tiene que tender la sociedad y a eso es a lo que voy a ir: a volver a tomar el equilibrio”. 

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