Es muy común escuchar hoy análisis
acerca de que la etapa “virtuosa” del modelo K quedó atrás hace tiempo; incluso
algunos clausuran esa etapa en el último año del mandato de Néstor Kirchner
(2007), cuando ya se había producido la salida de Roberto Lavagna del
Ministerio de Economía y se iniciaba la intervención oficial en el Indec. Economistas
críticos del kirchnerismo (es el caso de los referentes de Idesa) plantean que
esa etapa “virtuosa” corresponde a los años en que la economía nacional logró
tasas más altas de crecimiento (recordar la comparación con las “tasas chinas”).
Ese proceso virtuoso, desde esta corriente de pensamiento, fue desdibujándose a
medida que desaparecían los “pilares” iniciales del modelo, esto es, los “superávits
gemelos” (fiscal y comercial) y se disparaba el gasto estatal, erosionando la competitividad de la
economía.
Los economistas cercanos al kirchnerismo, en cambio, interpretan que el
“modelo” no se define sólo por sus condiciones iniciales de partida inicial
(los mencionados superávits gemelos) sino por otros ejes, entre los que
incluyen el fomento del consumo interno, el fortalecimiento del rol estatal y
la reindustrialización. Desde este punto de vista, el enfoque de los críticos
del kirchnerismo se apoya excesivamente en la variable externa y subestima el
foco en el mercado interno, que consideran no sólo como elemento distintivo del kirchnerismo sino como un factor que permitió
extender el período de crecimiento de la economía mucho más allá del 2007 (si
bien a tasas menores que las del “rebote” inicial), mejorando a la vez la
distribución del ingreso.
Esquematizando el análisis, los economistas críticos
consideran que el crecimiento de la economía del 2007 en adelante se sostuvo
con “anabólicos”, que fueron erosionando el modelo hasta ponerlo en jaque. En
cambio, los cercanos al kirchnerismo entienden que el impulso al mercado
interno y al consumo fueron centrales para el modelo de “crecimiento con
inclusión” (tal como lo denomina el oficialismo) y para generar cambios en las
condiciones socioeconómicas más allá de las derivadas de la competitividad en
términos cambiarios ganada a partir de la devaluación del 2002.
A favor de esta
tesis, el evolutivo del nivel socioeconómico en Argentina entre los años 2006 y 2013 muestra
que en ese período se registró un crecimiento neto de la clase media y una
reducción de la clase baja: mientras que la clase media típica (C3) pasó del 24%
que registraba en 2006 al 30% el año pasado, la sumatoria de las clases baja y
marginal (D2 + E) pasó del 24% en 2006 al 16% en 2013 (datos obtenidos a
partir de 9.474 casos de una encuesta de alcance nacional realizada por la
consultora Delfos, y que son consistentes con otras estimaciones especializadas; ver nota publicada en La Voz, linkeada el pasado lunes en este blog).
Asimismo, si se observa la evolución en la clase alta top (ABC1), se aprecia
que la misma apenas varió en los últimos 7 años (pasó del 6% en 2006 al 7% en
2013), al tiempo que la media alta (C2) creció (del 14% en 2006 al 16% en 2013) y la media
baja (D1) apenas varió (del 32% por ciento en 2006 al 31% en 2013). Es decir, en los últimos siete años la pirámide del NSE a
nivel nacional acusa un proceso de movilidad social ascendente, con crecimiento
de la clase media y reducción de la pobreza, de lo que resulta una menor
polarización social relativa. Es decir, entre 2006 y 2013, el “modelo” mejoró
la situación socioeconómica de la población, aspecto en el que siguió siendo "virtuoso" mucho más allá del 2007.
Ahora bien, aun aceptando
provisoriamente (como corresponde a una actitud científica, no dogmática) ese
resultado para el período 2006-2013, este año presenta un desafío bien
diferente, ya que la reciente devaluación instrumentada por el gobierno introduce
un elemento nuevo. De hecho, en este punto el planteo de Idesa
respecto de las últimas acciones de política económica es que las mismas son un
intento tardío de restablecer los superávits gemelos (condiciones iniciales del
modelo). En la discusión sobre si la política económica instrumentada por el
gobierno en los últimos meses implica un giro o una profundización del modelo,
desde esta corriente de pensamiento crítica del kirchnerismo podría interpretarse que se trata de una “vuelta
a las fuentes”, es decir un giro pero en sentido restaurador, tratando de
recuperar la competitividad que se fue perdiendo conforme el poder adquisitivo
del salario volvía a los niveles de precrisis (o lo superaba).
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