Decíamos en el post anterior que la centralidad del
tema seguridad en la agenda activó los reflejos demoscópicos de Daniel Scioli, quien
declaró la "emergencia en seguridad pública" atento a que la
persistencia de la inseguridad como tema central de agenda beneficiaba a Sergio Massa.
En las declaraciones de Scioli del lunes 8 de abril, el gobernador bonaerense pidió
"estar en sintonía con la sociedad, con lo que está pidiendo la gente".
A propósito de esto, el sociólogo Eduardo Fidanza, referente de la consultora
Poliarquía, planteó que “ciertos aspirantes
a la presidencia tampoco se salvan de la manipulación, expresada en la
demagogia y la simplificación de los problemas. Desafiar, como lo hizo un
intendente massista, a un miembro de la Corte Suprema a que baje a la calle
para enterarse ´de lo que piensa la gente´ y cese de defender a la
delincuencia, constituye el germen del despotismo. Denostar el Derecho,
oponiéndolo banalmente al enardecimiento social, es una actitud fascista, un modo
de utilizar la frustración colectiva, dejándola librada a sí misma por fuera de
las instituciones”.
Asimismo, Fidanza subraya que “el nuevo populismo
de ‘la gente’ debe ser revisado antes de que se convierta en una lápida para la
democracia. Por último, los medios audiovisuales masivos, en especial los
noticieros de televisión, no pueden lavarse las manos de este desastre. Ellos
eligieron visibilizar la sangre antes que las razones, la anécdota en lugar del
trasfondo. Largas horas dedicadas al morbo, muy pocas a la contención de la angustia
y al esclarecimiento de la inteligencia. El delito que azota al país es
sistémico y se debe a múltiples factores: desigualdad, narcotráfico, corrupción
policial y política, falta de educación, deficiencias en la Justicia y el
sistema penitenciario, entre otros. Sólo atacándolos simultáneamente, mediante
políticas de Estado, podrá disminuirse la inseguridad. Esto es trillado y es
obvio. Si la élite del poder no quiere verlo, se seguirán sumando víctimas y la
sociedad se precipitará cada vez más en el autoritarismo”.
Decíamos hace poco que el
problema de la “inseguridad” no significaba en el año 2003 lo mismo que
significa en 2014: se mantienen las etiquetas de las demandas en el tiempo,
pero cambia su contenido sustantivo. En ese sentido, el procesamiento de las
demandas deviene problemático, porque de hecho su semántica está atravesada por
intereses múltiples, sectoriales y a menudo cruzados. Una prueba clara de esto se puso
de manifiesto en el paro de ayer, convocado por Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y
Pablo Micheli: Sergio Berensztein, de Poliarquía, destacó que los organizadores de la protesta "no plantearon el debate específico de
ninguna política pública, sólo plantearon inflación e inseguridad en términos
generales", por lo que "si
el Gobierno, que no dialoga, quisiera dialogar, tampoco tendría una agenda
clara". De hecho, resultaron cuasi desopilantes las declaraciones de referentes sindicales como Rubén "El Pollo" Sobrero, planteando que le daba asco compartir una medida con Luis Barrionuevo, tanto como las de Pablo Micheli (de CTA) diciendo que él está "un poco a la izquierda" del gastronómico. Deviene evidente que no comparten ni siquiera las definiciones de la demanda social, sino que apenas los une el espanto, en términos borgeanos.
De ahí la línea de bajada oficial respecto a la
decodificación de la medida de fuerza de ayer: relativizar su impacto en el
reordenamiento del escenario político y la fijación de la agenda gubernamental.
Los analistas consideran casi nula la
posibilidad de que el gobierno modifique en lo inmediato el impuesto a las
ganancias (aunque sí podría hacerlo en un tiempo), corra las
bandas de las negociaciones en paritarias (que oscilan cerca del 30%, contra el 35%
o 40% que pretendía Moyano), abra el grifo para girar más recursos a las obras
sociales o implemente nuevas medidas de seguridad. Más allá del moderado
tono K que procuró cierta diferenciación respecto de la emergencia declarada
por Scioli, esta vez hubo apenas matices, ni siquiera una puja en sordina. Desde el discurso se procuró dejar en claro eso: el jefe de Gabinete, Jorge
Capitanich, rechazó que "haya disidencias o
incompatibilidades" entre el Ejecutivo nacional y el gobernador Daniel
Scioli ya que "cada uno ejerce su rol".
Por devolución de gentilezas, por aspiraciones
de heredar al kirchnerismo o por ambas cosas, el gobernador bonaerense y precandidato
presidencial se encolumnó con el discurso que bajó desde la Casa Rosada con
respecto al paro, al que calificó como "un gran piquete al progreso del país",
para agregar que "la Argentina tiene que movilizar todo su potencial y
trabajar por su desarrollo". Con todo, por detrás de la competencia de
posicionamiento entre Scioli y Massa, descansa una suerte de constatación,
alimentada por algunos analistas de opinión pública: el freno en la caída de la
imagen presidencial obedecería más a que las expectativas en el gobierno
nacional, que ya venían en baja, ahora se están trasladando a figuras
alternativas al kirchnerismo puro, pelea en la que Massa y Scioli llevan una
luz de ventaja respecto de los demás dirigentes con aspiraciones para 2015, a
tenor de las últimas encuestas conocidas.
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