viernes, 11 de abril de 2014

Vox populi : la centralidad de los problemas en la agenda social (2)

Decíamos en el post anterior que la centralidad del tema seguridad en la agenda activó los reflejos demoscópicos de Daniel Scioli, quien declaró la "emergencia en seguridad pública" atento a que la persistencia de la inseguridad como tema central de agenda beneficiaba a Sergio Massa. En las declaraciones de Scioli del lunes 8 de abril, el gobernador bonaerense pidió "estar en sintonía con la sociedad, con lo que está pidiendo la gente". A propósito de esto, el sociólogo Eduardo Fidanza, referente de la consultora Poliarquía, planteó que “ciertos aspirantes a la presidencia tampoco se salvan de la manipulación, expresada en la demagogia y la simplificación de los problemas. Desafiar, como lo hizo un intendente massista, a un miembro de la Corte Suprema a que baje a la calle para enterarse ´de lo que piensa la gente´ y cese de defender a la delincuencia, constituye el germen del despotismo. Denostar el Derecho, oponiéndolo banalmente al enardecimiento social, es una actitud fascista, un modo de utilizar la frustración colectiva, dejándola librada a sí misma por fuera de las instituciones”.

Asimismo, Fidanza subraya que “el nuevo populismo de ‘la gente’ debe ser revisado antes de que se convierta en una lápida para la democracia. Por último, los medios audiovisuales masivos, en especial los noticieros de televisión, no pueden lavarse las manos de este desastre. Ellos eligieron visibilizar la sangre antes que las razones, la anécdota en lugar del trasfondo. Largas horas dedicadas al morbo, muy pocas a la contención de la angustia y al esclarecimiento de la inteligencia. El delito que azota al país es sistémico y se debe a múltiples factores: desigualdad, narcotráfico, corrupción policial y política, falta de educación, deficiencias en la Justicia y el sistema penitenciario, entre otros. Sólo atacándolos simultáneamente, mediante políticas de Estado, podrá disminuirse la inseguridad. Esto es trillado y es obvio. Si la élite del poder no quiere verlo, se seguirán sumando víctimas y la sociedad se precipitará cada vez más en el autoritarismo”.

Decíamos hace poco que el problema de la “inseguridad” no significaba en el año 2003 lo mismo que significa en 2014: se mantienen las etiquetas de las demandas en el tiempo, pero cambia su contenido sustantivo. En ese sentido, el procesamiento de las demandas deviene problemático, porque de hecho su semántica está atravesada por intereses múltiples, sectoriales y a menudo cruzados. Una prueba clara de esto se puso de manifiesto en el paro de ayer, convocado por Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Pablo Micheli: Sergio Berensztein, de Poliarquía,  destacó que los organizadores de la protesta "no plantearon el debate específico de ninguna política pública, sólo plantearon inflación e inseguridad en términos generales", por lo que "si el Gobierno, que no dialoga, quisiera dialogar, tampoco tendría una agenda clara". De hecho, resultaron cuasi desopilantes las declaraciones de referentes sindicales como Rubén "El Pollo" Sobrero, planteando que le daba asco compartir una medida con Luis Barrionuevo, tanto como las de Pablo Micheli (de CTA) diciendo que él está "un poco a la izquierda" del gastronómico. Deviene evidente que no comparten ni siquiera las definiciones de la demanda social, sino que apenas los une el espanto, en términos borgeanos.

De ahí la línea de bajada oficial respecto a la decodificación de la medida de fuerza de ayer: relativizar su impacto en el reordenamiento del escenario político y la fijación de la agenda gubernamental. Los analistas consideran casi nula la posibilidad de que el gobierno modifique en lo inmediato el impuesto a las ganancias (aunque sí podría hacerlo en un tiempo), corra las bandas de las negociaciones en paritarias (que oscilan cerca del 30%, contra el 35% o 40% que pretendía Moyano), abra el grifo para girar más recursos a las obras sociales o implemente nuevas medidas de seguridad. Más allá del moderado tono K que procuró cierta diferenciación respecto de la emergencia declarada por Scioli, esta vez hubo apenas matices, ni siquiera una puja en sordina. Desde el discurso se procuró dejar en claro eso: el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, rechazó que "haya disidencias o incompatibilidades" entre el Ejecutivo nacional y el gobernador Daniel Scioli ya que "cada uno ejerce su rol".

Por devolución de gentilezas, por aspiraciones de heredar al kirchnerismo o por ambas cosas, el gobernador bonaerense y precandidato presidencial se encolumnó con el discurso que bajó desde la Casa Rosada con respecto al paro, al que calificó como "un gran piquete al progreso del país", para agregar que "la Argentina tiene que movilizar todo su potencial y trabajar por su desarrollo". Con todo, por detrás de la competencia de posicionamiento entre Scioli y Massa, descansa una suerte de constatación, alimentada por algunos analistas de opinión pública: el freno en la caída de la imagen presidencial obedecería más a que las expectativas en el gobierno nacional, que ya venían en baja, ahora se están trasladando a figuras alternativas al kirchnerismo puro, pelea en la que Massa y Scioli llevan una luz de ventaja respecto de los demás dirigentes con aspiraciones para 2015, a tenor de las últimas encuestas conocidas. 

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