En Córdoba, la progresiva convergencia de indicadores de confianza del consumo que arrojan que entre tres y cuatro cordobeses ya se predisponen a achicar o resignar gastos familiares y el descenso en imagen positiva del gobierno de Mauricio Macri por debajo de los 50 (procedentes de una encuesta de la consultora Delfos, es decir, de “datos blandos”) coinciden con “datos duros” que señalan una retracción del consumo. En los comercios minoristas de la provincia, las ventas cayeron 5% en la comparación interanual en marzo, pese a que el fin de semana largo de Semana Santa se produjo durante el período en análisis, según datos de la Federación Comercial (Fedecom). Su presidente, Marcelo Stehli, aseguró que “de no haber sido por los turistas que visitaron las diferentes localidades serranas de la provincia, el desempeño de ventas habría sido peor. La ocupación hotelera fue muy buena, incluso por sobre la media nacional, pero se ve que no fue suficiente. Las familias siguen siendo cautas a la hora de decidir sus gastos”, agregó el dirigente.
La caída del consumo se generalizó en los 20 rubros que releva Fedecom; fue menor en Alimentos y Bebidas, que mostró una retracción de sólo 2%, mientras que las más profundas se dieron en los rubros electrodomésticos (-7,8%), golosinas (-6,9%) y materiales de construcción (-6,8%). En este contexto, las grandes superficies tratan de sostener promociones para capear o morigerar el contexto de ajuste, pero aun así les cuesta sostener las ventas: en el primer trimestre completo del año, los supermercados cordobeses vendieron un 13% menos, y desde el sector se reconoce preocupación por el futuro de las fuentes de trabajo. Según Benjamín Blanch, presidente de la Cámara de Supermercados y Autoservicios de Córdoba (Casac), las ventas, en unidades cayeron un 5% en marzo. “Para colmo, abril arrancó muy flojo. Vamos a ver cómo sigue la cosa (…) La gente está achicando sus gastos como puede, y fundamentalmente consume menos que antes”. Según el supermercadista cordobés, la caída en las ventas se nota más en las bebidas, en productos de higiene personal y en los artículos de limpieza, pero atraviesa a todos los rubros. Por su parte, el Centro de Almaceneros de Córdoba también acusó una baja importante en la demanda de sus negocios asociados, con una caída del 3,4% en marzo, y de casi el 21% en los últimos 12 meses.
Rosario, la tercera ciudad del país por tamaño electoral, también presenta un panorama contractivo. Un informe del Centro de Estudios Igualdad Argentina elaboró un documento sobre el nivel de confianza de la población, que permite evaluar cómo capean los rosarinos el escenario económico creado por la inflación de precios, la devaluación y la suba de tarifas. Clave: la gente observa una situación complicada respecto a un año atrás (tanto en su situación personal como en relación a la economía del país); sin embargo, confía fuerte en que la situación mejorará durante el transcurso de los próximos 12 en ambos aspectos. El indicador de confianza de marzo 2016 alcanzó un valor de 43,9, que lo ubica dentro de un nivel medio/bajo, pero por encima de los 35,3 puntos registrados en julio de 2014, con posterioridad a la devaluación ejecutada por el gobierno de Cristina Fernández en enero de ese año. Los rosarinos muestran una mala percepción acerca de la situación económica actual del país comparada con la de un año atrás, pero son optimistas de cara al futuro: un 53,5% de los encuestados considera que la economía argentina está peor que hace un año, mientras que sólo el 12,3% la consideró mejor. Esto se refleja en un indicador de confianza de 29,4 puntos. Como contrapartida, los rosarinos muestran una alta cuota de optimismo para los próximos 12 meses, con un indicador de expectativas que trepa a 67,8 puntos.
Cuando se le pregunta a los rosarinos por su situación personal, se repite el patrón de respuestas. El indicador marca 52,1 puntos, con una fuerte distinción entre la valoración de las condiciones presentes y las expectativas a futuro. Apenas el 13,7% de los rosarinos considera que su situación económica personal actual es mejor que la del año pasado (el resto la considera igual o peor); sin embargo, el indicador se modifica cuando se indaga acerca del futuro, ya que un 57,6% considera que estará mejor económicamente a nivel personal dentro de un año. Al evaluar las decisiones de compra de bienes durables, desde un electrodoméstico a una casa, se observa una fuerte retracción de la demanda. Un 60,6% de los consumidores considera que no es un buen momento para realizar compras de muebles, televisores, lavarropas y computadoras, entre otros bienes, y más de un 71% responde negativamente a la pregunta sobre la compra de automóviles o inmuebles. Sintetizando, si observamos los indicadores de consumo y políticos actuales en cuatro distritos electorales de alta gravitación (CABA, Gran Buenos Aires, Córdoba y ciudad de Rosario), y hacemos una lectura de contexto del proceso político, surge una línea interpretativa que planteamos como hipótesis. A fines de 2015, el malhumor social traccionó un cambio de signo político que se impuso estrechamente a la continuidad con cambio (51% a 49%); ese cambio despertó una alta expectativa positiva, apalancada sobre elevadas dosis estacionales de pensamiento desiderativo, que al cierre del primer trimestre del 2016 comienzan a enfrentarse con condiciones objetivas desfavorables que van permeando en el estado de ánimo y generando intersubjetivamente ya no un malhumor como veíamos en 2015, sino niveles crecientes de malestar, que desafían la sustentabilidad política del gobierno de Cambiemos. La gestión Macri aún cuenta con crédito, pero este se sostiene sobre una expectativa de mejora que no puede seguir demorando mucho tiempo más, a riesgo de entrar en una espiral de crisis.
Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
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