lunes, 31 de julio de 2017

Confianza en el Gobierno y Confianza del Consumidor en clave electoral (2)

En la entrada anterior analizábamos una convergencia en la caída de los índices de Confianza del Consumidor (ICC) y de Confianza en el gobierno (ICG). El ICG se confecciona con base en una encuesta de 1.200 casos que se presenta en una escala que varía entre un mínimo de 0 y un máximo de 5. En la última medición, el ICGH tocó su valor piso en lo que va de la gestión de Mauricio Macri (ver datos arriba; click para agrandar), pero más que ese dato aislado lo que resulta clave es cómo ambos índices fueron aproximándose. 

Ese desgaste en la confianza en el gobierno acompasado con el empeoramiento de las expectativas económicas también había sido advertido oportunamente por el periodista Marcelo Zlotogwiazda al comparar el Índice de Optimismo que elabora Management & Fit con el Índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Torcuato Di Tella. En ese marco, “la comunidad que consume y que vota” (como reza nuestra premisa de análisis) viene mostrándose bastante más pesimista que el año pasado y ese deterioro del humor social se plasmó tanto en las cuestiones políticas que mide el Índice de M&F como en el que elabora la UTDT, confirmando que el malestar socioeconómico fue impregnando las evaluaciones políticas y que la convergencia de esas dimensiones complica al oficialismo. Esto confirma la línea interpretativa de que gran parte del “aguante” a la gestión Cambiemos pasaba por las expectativas a futuro (“segundo semestre”) y el contraste con el pasado, más que por los beneficios (poco tangibles) del cambio en la situación presente (con especial vulnerabilidad en el flanco económico). 

Ya en el segundo semestre “que no fue” del 2016 se había visto una fuerte caída en las expectativas, que las acercó a la magra percepción del presente (apenas 30,1 en la medición que Zlotogwiazda tomó como referencia). En tanto, la variable Nivel de Vida Alcanzado bajó de 50,7 en abril de 2016 a 41,6 al cierre del período analizado. En esa caída del Índice de Optimismo Político incidieron la disminución de las expectativas tanto como la evaluación sobre la situación actual. En el período analizado, el componente del índice que más cayó fue la apreciación sobre la eficiencia del gasto público, que bajó 25 puntos porcentuales hasta 35,8. También descendió 17,8 puntos la opinión sobre la gestión general de Gobierno (hasta 28,1), y la percepción respecto a la fortaleza del liderazgo presidencial (cedió 16 puntos hasta 33,1). La imagen de la honestidad del Gobierno acompañó la misma tendencia declinante (de 49,9 en abril del año pasado a 36,5). Teniendo en cuenta las encuestas preelectorales que venimos viendo en provincia de Buenos Aires, no sorprende que en el Gran Buenos Aires se detecte un pesimismo mayor que en el resto del país: los dos índices de optimismo se ubicaron unos 4 puntos debajo del promedio nacional y los habitantes de GBA puntuaron su nivel de vida en 35,2, es decir 6,4 puntos menos que el total nacional. En sentido contrario, los porteños se mostraron algo más optimistas que en el resto del país (lo cual también puede ayudar a explicar por qué allí las encuestas favorecen a Cambiemos por diferencias en torno a los 20 puntos porcentuales sobre el kirchnerismo). 

“El deterioro del humor social también queda en evidencia en el Índice de Confianza del Consumidor que elabora el Centro de Investigaciones en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella, que en junio fue de 42 en una escala 0-100 con una fuerte caída del 8,1 por ciento respecto del mes anterior. La comparación con un año atrás da como resultado un descenso del 1,2 por ciento, aunque la comparación con junio de 2015 muestra una baja del 16,8 por ciento. No hay duda de que alguna correlación existe entre los niveles de optimismo y confianza y la intención de voto, aunque la medida de esa causalidad sólo va a poder conocerse la noche en que se abran las urnas”, evaluó Zlotogwiazda. De todas las variables medidas en el período de referencia, sólo una se ubicó por encima de 50 en la escala 0-100: expectativas sobre el ingreso. En cambio, la variable con peor resultado fue la expectativa sobre precios. Con todo, según el periodista, aunque valores del orden de 30 o 40 en una escala 0-100 no son números altos, “hay que tener en cuenta que porcentajes de ese orden bien pueden alcanzar para ganar una elección legislativa”. Sin embargo, dos datos recientes encienden luces amarillas: el primero, que la expectativa sobre el ingreso no se corresponde con la realidad de la coyuntura: la semana pasada, el Ieral de Fundación Mediterránea reveló una caída real de la masa salarial de 3,3% en el primer semestre de 2017. El segundo, que la expectativa pesimista sobre precios sí se vio confirmada por una floja performance del gobierno nacional en materia de control de la inflación, ya que el alza de precios acumulada en el primer semestre ascendió al 11,8%. Para julio, las estimaciones giran en torno al 2%, lo cual implicaría unos 14 puntos de inflación en los primeros siete meses del año (tornando así inviable el cumplimiento del objetivo oficial de 17% para todo el 2017). 

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