lunes, 3 de febrero de 2020

La dialéctica entre expectativas de mejoría y condiciones objetivas para mejorar (1): inflación y consumo


En una entrada reciente planteábamos que si las expectativas mejoran más rápido que la calificación de la situación, ese dato, que a primera vista parece prometedor, también implica un desafío, porque si el optimismo a futuro crece más rápido que las chances de mejorar la situación, podría haber una desilusión a la vuelta de la esquina. Está claro que parte de la apuesta del nuevo gobierno es que el cambio de ánimo genere, por ejemplo, una suba del consumo interno, y desde ahí mover la actividad, pero no es menos cierto que una brecha muy grande entre expectativas que suben por el ascensor y una percepción de la situación que sube por la escalera encubre un riesgo. Lo mismo puede decirse cuando la expectativa de mejora micro (doméstica) queda muy desanclada de la expectativa de mejora macro a nivel país. Las encuestas de las consultoras Circuitos y Zuban Córdoba/Market Focus que citamos en posteos recientes ilustran esas brechas (ver Del impacto de las medidas a la evaluación de imagen y aprobación (2) y (3) Otras mediciones recientes permiten completar el panorama de las expectativas de la opinión pública: el estudio de Hugo Haime realizado en diciembre pasado arrojó una expectativa inflacionaria de 45% para 2020 (ver gráfico arriba; click para agrandar), dato blando que, contrastado con la percepción de inflación de 2019 (57%) implica una sensible baja de 12 puntos porcentuales, nada sencilla de concretar dada la inercia inflacionaria que dejó Cambiemos: casi 54% de inflación nacional a nivel minorista según el Indec (datos duros; ver gráfico abajo, click para agrandar) y alrededor de 58% de inflación mayorista (con lo cual hay alrededor de 4 puntos porcentuales aún no trasladados al mostrador).


Si en lugar de tomar como referencia de la opinión pública la expectativa inflacionaria reportada por Haime en diciembre tomamos la que arrojó el Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella en enero (UTDT), el desafío de cara a 2020 es todavía mayor: casi 32% en el promedio de las respuestas (ver gráfico abajo; click para agrandar), 13 pp menos que en Haime y 22 pp menos que la inflación real de 2019. Díficilmente pueda cumplirse semejante expectativa este año. 



Por otro lado, si en lugar de tomar el promedio de las respuestas tomamos la mediana (es decir, el valor que se encuentra al medio de la serie ordenada), el panorama es más desafiante aún:  la expectativa de inflación para los próximos 12 meses queda en 30% (ver gráfico abajo; click para agrandar). En los 4 años de la gestión Cambiemos/Macri, sólo en 2017 la inflación real estuvo en el orden de magnitud del 30%. 


Finalmente, aunque como vimos la brecha entre las expectativas inflacionarias que arroja el estudio de Haime y el de CIF/UTDT implica un riesgo para la gestión de Alberto Fernández, el informe relativo al Índice de Confianza del Consumidor (ICC) de la última entidad reporta un dato muy alentador: el indicador subió 1,6% respecto al mes de diciembre de 2019 y una mejora estadísticamente significativa de 30% respecto a enero de 2019 (43% vs 33%; ver gráfico abajo, click para agrandar). El ICC resulta de más de 1.200 encuestas realizadas entre el 6 y 14 de enero en Capital Federal, Gran Buenos Aires y 38 ciudades del interior del país. Una vez obtenidos estos tres índices, la entidad argentina realiza un promedio ponderado de los mismos para obtener el índice a nivel nacional. Entre los componentes del estudio, la situación personal subió 4,6%, la situación macroeconómica cayó 1,6% y bienes durables e inmuebles subió 5,5% respecto al mes anterior. Teniendo en cuenta la distribución territorial, la confianza del consumidor cayó 3,9% en Capital Federal, pero subió 5,1% en el Gran Buenos Aires. En el interior del país, el indicador de la UTDT cayó 1,5%. Según Ernesto Schargrodsky, responsable del estudio, “El ICC cae 4,5% para el sector de los encuestados con mayores ingresos y sube 7,4% para los encuestados con menores ingresos”, siempre respecto al mes anterior, quedando en 41 en el primer caso y 45 en el segundo (ver gráfico abajo; click para agrandar).



Cuando se toma la comparación interanual, tanto en el segmento de altos ingresos como en el de ingresos bajos la variación es positiva: +20,5% y +37,8%, respectivamente. En esos datos reside una clave de la apuesta del gobierno: que el consumo en 2020 mejore a partir de una mayor propensión a comprar traccionada, sobre todo, por los sectores sociales que durante la gestión Cambiemos resultaron más perjudicados por la caída del poder adquisitivo de los ingresos. Si la mejora de la confianza (en términos de actitud o propensión) se convierte en comportamiento o conducta efectiva, se podría reactivar el círculo virtuoso y arrancar la actividad. 

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