sábado, 1 de junio de 2013

Balance: una década de política K (2)

Cerrábamos la entrada anterior citando a Sietecase, quien ensaya un balance de la década K apuntando elementos positivos pero también negativos: “el kirchnerismo modificó el paradigma productivo, recuperó para la política el centro de la escena, nombró juristas prestigiosos en la Corte Suprema de Justicia, amplió derechos, impulsó los juicios a los represores, desendeudó el país, consolidó el proceso de integración regional, creó varios millones de puestos de trabajo, extendió la cobertura previsional y asistió a los más pobres con la Asignación Universal por Hijo. A su vez, el kirchnerismo desprecia el consenso y ataca a opositores y críticos, destruyó las estadísticas oficiales, no logró controlar la inflación, no desconcentró la economía, mantiene una estructura fiscal regresiva, usa la pauta oficial para premiar o castigar a los medios, hizo una reforma judicial exprés, contribuyó por acción u omisión a la debacle del transporte público y a la crisis energética y enfrenta graves denuncias por corrupción”.

Esa enumeración (no exhaustiva) también se articula con el diagnóstico de Sietecase respecto de rasgos característicos del kirchnerismo, a saber: su propensión a forzar los límites que supone la existencia de instituciones -por ejemplo, organismos de control-  vulnerar la independencia técnica de otros  -caso Indec, en particular en lo referido a la medición del índice de precios- y avanzar con desparpajo en temas delicados de la arquitectura institucional, como es el caso de algunas de las leyes que integran la reforma judicial -especialmente, la reforma al Consejo de la Magistratura, a las cautelares y a las Cámaras de Casación-. Sin embargo, hay otra dimensión que toca Sietecase en esta cita y que adelantábamos en la entrada anterior: la crítica al carácter confrontativo y no consensual del kirchnerismo, cuestión respecto de la cual vale la pena retomar algunos aportes de Ernesto Laclau.

Cuando Sietecase escribe “el kirchnerismo desprecia el consenso”, lo hace desde un cierto concepto del consenso que implica rotular el conflicto y la confrontación como negativos, o al menos como instancias a superar. Sin embargo, Laclau propone algo bien distinto: “Es sólo a través de la negatividad, de la división y el antagonismo que una formación puede constituirse como horizonte totalizante”. En esta concepción, el antagonismo social es clave y no puede haber política radical sin la identificación de un adversario. Contra lo que entiende como “el mito de la sociedad racional y transparente”, Laclau plantea la necesaria aceptación del carácter inerradicable del antagonismo: “Esto cierra toda posibilidad de una reconciliación final, de un consenso racional, de un nosotros plenamente inclusivo. No hay un punto final en el que el equilibrio sea definitivamente alcanzado”.

Se trata de una imposibilidad conceptual que, desde nuestro punto de vista, se traslada a la praxis: no existe posibilidad empírica de construir un consenso universal a través de un proceso de libre discusión que esté exento de la dimensión de conflicto y confrontación. Esto diferencia netamente a la propuesta teórica de Laclau del planteo de la democracia deliberativa de Jürgen Habermas (con el que comparte, sin embargo,  otras cuestiones): “Sin conflicto y división, una política pluralista y democrática sería imposible. Toda forma de consenso es resultado de una articulación hegemónica y siempre existirá una exterioridad que impida su realización plena”.  A diferencia de Habermas, Laclau plantea que esto no socava el proceso democrático sino que es su misma condición de posibilidad.

Aquí tenemos que decir que, así como creemos que la teoría de Elisabeth Noelle –Neumann conceptualiza lo que la opinión pública es mientras que la de Habermas conceptualiza lo que debería ser, también creemos que la teoría de Laclau conceptualiza lo que es la construcción política (y la de Habermas, lo que debería ser). Es fácil inferir de esto que coincidimos con Noelle Neumann y con Laclau más que con Habermas. El consenso no es una premisa ni un ideal regulador;  es el resultado de un proceso, que necesariamente incluirá un componente de confrontación o antagonismo, dado que el carácter intervencionista del poder político opera sobre un sustrato preexistente de desigualdades e intereses en conflicto. 

4 comentarios:

  1. Elegí este artículo para comentar debido a la similitud que encontré entre las teorías aquí expuestas y un informe especial publicado en La Voz del Interior el domingo 26 de mayo, escrito por Susana Reinoso. En el se hace referencia “al secreto mejor guardado del peronismo”: Raúl Apold. Considerado por muchos como el Joseph Goebbels de la argentina, este brillante lobbista, publicista, relacionista publico, periodista y comunicador fue el estratega del relato peronista. Un relato que, a pesar de los años y las escasas diferencias, resulta bastante similar a la ideología defendida por el kirchnerismo. Para demostrar la importancia que Apold tuvo durante el gobierno de Juan Domingo Perón, el rol que desempeño durante su mandato, en la actualidad es realizado por Javier Grossman, Martín Sabbatella, Guillermo Moreno, Juan Manuel Abal Medina y Carlos Zanini. Otros ejemplos de su relevancia fueron que Eva Duarte se convierta en la sucesora de su esposo al mando del Ejecutivo (envés de Quijano como Juan Domingo quería), que el peronismo sea el primer y único partido político del mundo que llevo el nombre de su líder vivo y el eslogan indeleble cuyo entramado simbólico llega hasta nuestros días “Perón cumple, Evita dignifica”. Consultado constantemente por el General Perón, y admirado en silencio por Néstor Kirchner, este Secretario de Prensa logro que todo el aparato estatal se convirtiera en el gran equipo de producción de un relato que cautivo fervorosamente a buena parte de la opinión pública, y que produjo una marcada división en la sociedad respecto del otro sector que no se dejaba persuadir. Resultado de la extrema tensión en la relación peronismo – periodismo (debido al carácter propio del primero de no compartir el poder con otros actores institucionales), es que en el presente el gobierno “nacional y popular” busque, de diversas maneras, controlar la justicia, la oposición política que se expresa en el Congreso y la prensa.

    Tifner Nazareno

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  2. Es interesante como Sietecase conceptualiza los antagonismos del oficialismo y la oposición. Sin embargo, considero que tanto el Kirchnerismo como la oposición se necesitan uno a otro para definir no solo "lo que son" sino también "lo que no son" sin definir un argumento válido o coherente a la hora de oponerse. Las distintas medidas que impulsó el oficialismo fueron (y al parecer serán) siempre trabadas por la oposición, como por ejemplo el traslado de la estatua de Colón que últimamente viene siendo calificada por los medios del grupo Clarín como “La última medida extrema para inmortalizar el relato del Kirchnerismo” y dándole una importancia a una simple estatua sólo para agregar un defecto más a la lista de infinitos defectos que tiene o tendría el oficialismo. Algo muy parecido pasa en los canales o programas alineados al gobierno como lo son Bajada de línea, TVR, Duro de domar o 678. En el que las campañas contra la oposición y principalmente Macri son constantes.
    La famosa frase “el pueblo está dividido” todavía no se sabe quién la fundó y en base a qué. ¿El kirchnerismo realmente dividió a la sociedad en oficialistas y “opos”? o ¿Son los medios tanto oficiales como opositores quienes generan esa premisa? No soy un consumidor exclusivo de ningún programa de televisión argentina sino que miro de todo un poco. Cuando uno mira 678 o TVR pareciera no sólo que el país está en buenas manos sino también que el país está en su mejor momento y la peor calaña son Macri, Carrió De la Sota y sus demás cómplices. Es aplicable a este tipo de programas la frase “más papistas que El Papa”. Los productos (los llamo así porque se manejan con los valores del mercado) alineados al gobierno defienden al oficialismo hasta las últimas consecuencias y algo muy parecido sucede con los programas (que son muchísimos más) de la oposición. Considero falaz tomar la palabra del periodismo como “lo que piensa la gente” o “lo que quieren escuchar”. Lo que replican miles de periodistas de TN o unos cuantos empleados de Diego Gvirtz no refleja a los argentinos como “el pibe oficialista” o “el pibe opositor”, es muy extraño encontrar “un tibio” en televisión o un artista que no se sepa “de qué lado está”. Los medios son los medios y el público es el público y hay que entender esa diferencia. ¿Existe la oposición y el oficialismo bobo? Me parece que sí, hay así como oficialistas más cristinistas que Cristina y existen opositores recalcitrantes que sólo miran Lanata y critican un “modelo” sólo porque le dijeron, le contaron o “dice la gente” que roban, no hacen nada, se llevan todo y arrasan con el periodismo independiente.
    Esta espiral del silencio en el que todavía no se define quien es ascendente y quien descendente no creo que nos esté dividiendo, sino que empapa a las personas en el ámbito de la política sin preguntarle antes. Asados, comidas familiares o unos mates en la plaza sale el tema “Che, ¿Viste Lanata anoche?” y ahí pueden suceder tres cosas: 1) Son todos oficialistas y odian a Lanata 2)Son todos opositores y aman a Lanata o 3) Son dentro de todo críticos y descreen a cualquier medio de comunicación demasiado alineado.
    ¿Avasallamiento a los poderes constitucionales? El kirchnerismo este último tiempo implementó medidas que fueron muy cuestionadas en los medios por el límite entre lo constitucional e inconstitucional y el famoso “van por todo”. Guillermo O’Donnell creó un término llamada “democracia delegativa” que en resumen son los gobiernos democráticos pero con tintes de los totalitarismos y autoritarismo, que intenta arrasar con los distintos poderes (incluye al periodismo) para lograr sus objetivos. Algo muy parecido de lo que se lo califica al Kirchnerismo en el último año y medio. Sin embargo, O’Donell no toma en cuenta a la oposición como parte del gobierno sino como una víctima de la imposición del relato. (Continúa)

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  3. En Argentina, la oposición se puso de acuerdo para trabar absolutamente toda medida que el Kirchnerismo quiera impulsar sin dar ningún tipo de argumento que no hayamos escuchado por medio de Lanata o Nelson Castro. Ej: “Van por todo”, “esto es una dictadura”, “somos cuba”, “esto es comunismo”. Son frases que ya están instaladas en el relato opositor que no suman al debate político ni constructivo.
    Los medios de comunicación social creo que no logran avivar a nadie, el que es oficialista puro no va a dudar del kirchnerismo por un informe de Lanata y el que es opositor recalcitrante no va a dudar que el kirchnerismo es lo peor que le pasó al país por ver 678. Es aquí donde la oposición tiene que comenzar con las campañas e ir por ese porcentaje de la opinión pública que no se identifica con “el relato” y hacer uso de este clima de opinión que al parecer no beneficia la kirchnerismo pero tampoco beneficia (todavía) a nadie de la oposición. (Axel Joel Gimenez)

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  4. Gracias Nazareno por tu aporte, también leí esa nota, muy interesante. Igual Axel, gracias, coincido en que los medios alineados refuerzan posiciones preexistentes pero por sí solos no inclinan la opinión de los segmentos no alineados. Saludos!

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