viernes, 24 de octubre de 2014

Cambio, continuidad, continuidad con cambio: la agenda de temas (1)

Recapitulemos: en la entrada anterior sacamos una conclusión (provisoria, por supuesto, como todo en esta materia). La solidez del piso kirchnerista no está en discusión, ya que ese voto se encolumna con relativa facilidad, más allá de los matices del candidato; el desafío del oficialismo, entonces, es ir por la potencialidad del techo, o sea contar con una estrategia para capturar el voto no alineado. Así, el candidato debe ser compatible con el mantenimiento de la base electoral, aunque no sea “K” puro (atributo que, en rigor, ninguno satisface desde que se selló la posibilidad de alternancia entre Néstor y CFK, la de re-re de CFK y la no participación de Alicia K en la escena preelectoral; desechamos la alternativa de Máximo K, por considerarla inviable) y a la vez tener el potencial de capturar adhesiones y votos por fuera del segmento de electores "K" alineados. 

Un precandidato capaz de capitalizar el voto kirchnerista y a la vez de agregarle un componente de voto no K (que no es lo mismo que anti-K, ciertamente) sería potencialmente aquel en mejores condiciones tanto de arrimarse al porcentaje teórico necesario para imponerse en primera vuelta (arriba del 40% de los votos y al menos 10 puntos de ventaja respecto de su perseguidor más inmediato) como de enfrentar con alguna chance un ballotage. Por el contrario, de llegar a esa instancia un candidato “K” neto, la tendría muy complicada, dado que esa posición aglutinaría en contra suyo potencialmente todo el voto opositor que hasta las PASO y la primera vuelta podía encontrarse todavía relativamente disperso. En nuestra opinión, hoy el precandidato del espacio pan-oficialista que más se acerca hoy al primer perfil esbozado es el gobernador bonaerense Daniel Scioli. 

Por otro lado, dado que falta relativamente poco tiempo para que el proceso de sucesión oficialista decante en los términos y formatos institucionales definidos por el mismo kirchnerismo (elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias), cada vez queda menos espacio para que el FPV emule el proceso de sucesión que tuvo lugar en Brasil, con Lula ungiendo a Dilma como sucesora 2 años (¡2 años!) antes de la elección presidencial (caso testigo regional, aunque los contextos no sean los mismos). Si la definición de la sucesión oficialista se realiza en las PASO (y no por aclamación de “la gran electora” CFK), coincidimos con la opinión expresada por del diputado nacional Mario Oporto en aquel debate: "Yo creo que en las PASO se va a imponer aquel precandidato que sea capaz de lograr una síntesis entre el kirchnerismo puro, el kirchnerismo con más tradición peronista y el resto del peronismo, aquel que tenga un discurso más progresista, y más popular, porque el terreno del liberalismo económico y el conservadurismo ya está cubierto por Sergio Massa y por Macri, y va a ser difícil sumar votos de allí", aseguró oportunamente a Tiempo Argentino. Nuevamente, Scioli es quien más coincide con este perfil.

Recordemos que el concepto o eslogan de campaña con el que viene trabajando Scioli es “la continuidad con cambio”. Este concepto, tibio para los kirchneristas duros, tiene por contrapartida la ventaja de interpelar a los segmentos electorales por fuera del piso del kirchnerismo (teórico del 30-33%). En ese marco, podría beneficiarse del capital político del kirchnerismo y a partir de ahí sumarle adhesiones para conformar una coalición ganadora mínima. Según el consultor Mario Riorda, “hay un grupo de políticas públicas que superan el 70 por ciento de la aceptación nacional (las sociales especialmente o algunas decisiones de nacionalización de empresas) lo que implica reconocer que un fuerte sector opositor las valora, pero no será ello un predictor electoral hacia el oficialismo. De todos modos, el arco de la sociedad opositora no ha logrado establecer un liderazgo equivalente al liderazgo preponderante que generó el kirchnerismo con Néstor y Cristina en el sector pro oficialista. Sin embargo, la complejidad es mayor cuando se analiza que mayormente la población pide un gobierno que mantenga lo hecho pero con cambios (frente a mantener todo tal cual está o cambiar todo lo hecho)”

Este tópico (la dialéctica entre continuidad y cambio) es el que ha activado la discusión en los últimos días, desde que algunos referentes opositores plantearon la consigna de derogar leyes aprobadas en estos años y el oficialismo (en especial, la propia Cristina Fernández de Kirchner y un Daniel Scioli notoriamente alineado) salió a cruzar esa propuesta, instalando así un eje de debate mucho más nítido que el que se venía observando hasta ahora. La idea de la “derogación massiva” (acompañada también por el precandidato del FAUNEN Ernesto Sanz) mereció no sólo réplicas oficialistas sino también la intervención de un Mauricio Macri curiosamente contemporizador (planteó que él mantendría la reestatización de las AFJP, de YPF y la Asignación Universal por Hijo). Esto sugiere que la discusión entre continuidad versus cambio y los diversos matices que ella puede expresar (“continuidad con cambio” en Scioli, “más cambio que continuidad” en Macri, Massa, etc.) puede cobrar visibilidad y nitidez de cara a la campaña que desembocará en las PASO del 2015. Que un candidato netamente opositor como Macri plantee la continuidad de políticas emblemáticas del kirchnerismo confirma que, además de un núcleo duro K cuya importancia no puede subestimarse, existe un voto flotante de electores no alineados explícitamente con la continuidad “dura” pero tampoco con el cambio “absoluto”, que podría inclinar la balanza de las elecciones hacia una especie de “justo medio”, elemento sobre el cual una estrategia como la expuesta por Dick Morris en “El Nuevo Príncipe” (ir por el medio, lo que Clinton logró exitosamente en su reelección en los Estados Unidos) podría plasmarse con posibilidades de eficacia. 

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