Veamos otra aproximación, en este caso acotada al oficialismo, a la composición de segmentos electorales: según la politóloga María Esperanza Casullo, docente de la Universidad de Río Negro y codirectora del blog Artepolítica, los votantes del FPV se pueden clasificar en tres categorías: kirchnerismo puro (la juventud que conoció la política a partir de 2003, identificada con los liderazgos de Néstor y Cristina Kirchner), peronismo kirchnerista y kirchnerismo no peronista. En ese marco, atraer el voto de todo ese universo será el primer desafío de cualquier precandidato del FPV para construir una coalición ganadora mínima. En aquel debate en Tiempo Argentino, por encima de los contrapuntos entre consultores y analistas surgieron algunos consensos. “En el caso de la población que sigue con expectativa o se siente parte del proyecto encabezado por Cristina Fernández, esas coincidencias pueden resumirse en dos: la primera, que la figura de la presidenta –cuya imagen positiva está creciendo, Analía del Franco la ubica en 49% y Ricardo Rouvier algunos puntos por encima del 50%– está en condiciones de ejercer una influencia determinante sobre el voto de la base electoral del FPV. El segundo acuerdo refiere a la dificultad que tendría el oficialismo para afrontar con éxito un ballotage. La principal apuesta sería, entonces, alcanzar el 40% en las elecciones de primera vuelta con un margen de 10 puntos de diferencia por sobre la coalición partidaria que ocupe el segundo lugar”.
En este marco, la gravitación de CFK en términos de incidencia es otra variable de análisis: no es lo mismo un escenario electoral donde la presidenta sea “prescindente” a otro donde juegue abiertamente en favor de algunos de los precandidatos: si “la gran electora” se inclina por alguna de las figuras del FPV antes de las PASO, puede ciertamente influir en el resultado de las primarias; ahora, si son las primarias las que definen el ganador del oficialismo sin una intervención manifiesta de CFK previa a esa instancia, difícilmente un pronunciamiento presidencial podría ir en otro sentido que el resultado que arrojen las PASO de cara a la “interna oficialista”. Para el consultor Ricardo Rouvier, “Cristina tiene posibilidades de ser electora. Y ese carácter de electora tendría un efecto mayor dentro del peronismo y del kirchnerismo. Pero, mientras tanto, lo que yo veo es que los senderos se van angostando, se van achicando, y eso favorece a Scioli, al que hoy tengo medido arriba de todos en las PASO. Está estabilizado, no sube ni crece", analizó el consultor. Por el contrario, según Artemio López, "el camino de instalar un candidato propio todavía está abierto y va a tener como clave la participación de la presidenta. Porque Cristina es la única dirigente del FPV que representa al 33 % de la base electoral y que puede, por eso, transferir la capacidad de representación", evaluó el director de Equis, quien no descarta que en los próximos meses salgan al ruedo nuevos precandidatos del oficialismo. En cualquier caso, López insiste en que el candidato oficialista debe expresar cabalmente al FPV y no replicar la agenda ortodoxa, error que a su entender explica “la derrota profunda del FPV en la provincia de Buenos Aires en octubre de 2013”.
Ahora bien, si examinamos los resultados electorales de 2013 en ese distrito (PASO de agosto y generales de octubre), vemos que en rigor el FPV no perdió votos entre las primarias y las “definitivas”: de hecho, si comparamos cantidad de votos, el kirchnerismo mejoró su performance en un 8%, pues obtuvo 194.115 votos más respecto a la primaria. El problema es que el Frente Renovador de Sergio Massa mejoró su performance en un 24%, ya que obtuvo 734.929 votos más, superando así al FPV por 1 millón de votos. Gran parte de los votos que ganó el Frente Renovador salieron de la alianza entre De Narváez-Moyano, lista que perdió, con respecto a las PASO, el 49% de sus votos (445.688 electores). El crecimiento del Frente Renovador amplía la distancia sobre el FpV en un millón de votos (recordemos que en las PASO esa diferencia fue un poco más de 500 mil votos); el factor decisivo fue el desplome de la alianza Unidos por la Libertad y el Trabajo, ya que la mitad de los votos obtenidos en las primarias se trasladaron a Massa (otra de las expresiones opositoras al FPV, en cambio, no sufrió ese drenaje: la UCR-FAP obtuvo 49.271 votos más entre agosto y octubre).
Deviene así evidente que el FPV en 2013 mantuvo, en términos generales, su participación electoral en porcentajes similares a la anterior elección legislativa de medio término, más allá de que los matices diferenciales en términos de nombres de candidatos/figuras: en 2013, Martín Insaurralde –una figura, en rigor, no “K” pura, hecho que hoy se pone de manifiesto en su coqueteo con Massa- estuvo al tope y Juliana Di Tullio en segundo lugar, mientras que en 2009 Néstor Kirchner y Daniel Scioli lideraban la lista de diputados nacionales (que resultó derrotada por la de Francisco de Narváez por una estrecha diferencia). Esto confirma, entonces, que el voto FPV tiende a comportarse de manera alineada: la derrota del 2013 no se debió a la merma del caudal propio, sino al efecto posterior de las PASO de aglutinar el voto contrario al FPV en beneficio del opositor percibido como “más fuerte” (del mismo modo que en las primarias presidenciales del 2011 el efecto fue ampliar la ventaja de CFK respecto de los opositores). En conclusión, la solidez del piso kirchnerista no está en discusión, ya que ese voto se encolumna con relativa facilidad, más allá de los matices del candidato (tanto en 2009 en carácter de candidato testimonial y segundo de la lista y en 2013 como virtual jefe de campaña, Scioli jugó un papel destacado y el piso electoral del oficialismo se mantuvo); entonces, el desafío del FPV es trabajar por la potencialidad del techo, o sea desarrollar una estrategia para capturar el voto no alineado.
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