En términos de la modalidad de recolección de datos, existen diversos tipos de encuestas: las personales domiciliarias (en el lugar de residencia del encuestado, cara a cara con él, encuestador mediante); coincidentales en puntos de concentración (cara a cara, pero en un lugar de afluencia de público, no en el domicilio del encuestado); tipo tracking (modalidad que combina encuestas domiciliarias con un recorrido por calles levantando entrevistas coincidentalmente), online y telefónicas (que tienen a su vez subtipos, que veremos más adelante). Si nos enfocamos en el propósito de pronóstico que se presume de las encuestas -limitado por razones temporales (cuanto más lejos de la fecha de elección, más difícil pronosticar) y por el error muestral- las encuestas domiciliarias proporcionan mayor precisión en cuanto a la diferencia (cuántos puntos hay entre el candidato A y el candidato B) y en cuanto a la tendencia (qué candidato gana), en tanto que las encuestas tracking y las telefónicas permiten achicar costos (sobre todo las últimas) pero son más susceptibles a sesgos; si están bien instrumentadas, estas dos funcionan como buenas aproximaciones a la tendencia pero no necesariamente son precisas en cuanto a la diferencia entre precandidatos, lo cual puede ser problemático si se trata de una elección muy “cerrada” (término usual de la jerga para referirse a una elección reñida o pareja).
Por esas razones, si se cuenta con presupuesto, es recomendable hacer encuestas domiciliarias (las más caras) y complementar con acciones telefónicas y/o tracking, si es posible a lo largo de toda la campaña, si no hacia el final de la misma. Otra alternativa es usar tracking o telefónicas para indagaciones específicas (de discursos, de anuncios publicitarios, de hechos resonantes) o sobre públicos especiales (a los que sea poco factible alcanzar mediante las onerosas encuestas domiciliarias). Esta introducción metodológica viene a cuento porque en los últimos días circularon varias encuestas con datos que muestran algunas convergencias pero otros discrepantes, en particular en lo referente a la performance de los precandidatos Sergio Massa y Mauricio Macri: mientras unas ubican primero al tigrense (en soledad o en situación de empate técnico con el gobernador bonaerense Daniel Scioli), otras ponen al tope a Mauricio Macri (también en paridad con Scioli o liderando el podio).
Ante esas discrepancias, el lector está en libertad de hacer una lectura desconfiada (“dan según quién las pague”, reacción bastante típica); sin embargo, desde este blog procuraremos hacer un aporte más positivo desde lo metodológico. Antes de entrar en la consideración de esas encuestas en particular, nos apoyaremos en un nota escrita por Luis Majul recientemente a propósito de los sesgos asociados a la forma de medición de la intención de voto. Veamos: “Una encuesta privada y confidencial puso en estado de alerta a la presidenta Cristina Fernández y a Daniel Scioli, el candidato del Frente para la Victoria con más chances de sucederla. Es la misma encuesta que llenó de alegría a Mauricio Macri y le dio satisfacción al líder del Frente Renovador, Sergio Massa. Fue encargada a una de las tres consultoras más importantes del país y fue realizada horas después de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Contiene información comparativa desde febrero del año pasado hasta ahora. Se aclara que las preguntas fueron realizadas a través de dos sistemas telefónicos diferentes. Uno se denomina Computer Assisted Telephonic Interviewing (CATI) y consiste en preguntas telefónicas dirigidas por una persona que repregunta y va orientando a quien contesta. El otro es el archiconocido y engorroso paquete de preguntas de una máquina de voz y sus siglas son IVR. El primer sistema (CATI) tiene más posibilidad de chequeo y rechequeo. Por lo tanto resulta más confiable”.
Como vemos, se trata de dos modalidades distintas de encuesta telefónica: la primera, asistida por un encuestador (más fácil y amigable para el encuestado, y de ahí más confiable); la segunda, automatizada (menos amigable y más vulnerable al corte de la llamada, lo que genera el sesgo de que se necesitan más llamadas para encontrar respuesta positiva, y por lo tanto otro asociado a la voluntad o interés de responder: participan quienes no cortaron la llamada, no todos los electores en "equiprobabilidad" estadística). Veamos qué escribía Majul: “Ante la pregunta ¿A quién votaría para presidente si las elecciones fueran hoy?, Macri aparece, por primera vez, liderando la encuesta con 26 puntos, seguido por Massa con 22 y por Scioli, con 19. Sin embargo, se trata de contestaciones obtenidas por medio del método IVR. Al gobernador podrían tranquilizarlo con la explicación de que sigue primero, con 28 puntos, a 4 de Massa y de Macri, cuando las preguntas las formula un entrevistador en vivo". Esto confirma que hay un sesgo asociado a la forma de recolectar el dato, dado que con un subtipo de encuesta telefónica Macri aparece en primer lugar y Massa en empate técnico con Scioli, en tanto que con el segundo Scioli lidera y el empate técnico es entre Macri y Massa. En síntesis, dejando afuera las consideraciones de interés o hipotéticas “operaciones”, es evidente que ninguna medición es neutra; adicionalmente, como bien sabemos los que contamos (de mínima) con una formación de base en ciencias sociales, no existe "objetividad" en sentido absoluto, ya que todo instrumento de medición (y no sólo en ciencias sociales; también en duras, como lo sabe la física desde Werner Heisenberg) distorsiona o altera, el menos en parte, el objeto de estudio.
Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
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