Frente a datos duros que arrojan una suba del desempleo en torno a los 3,4 puntos desde el inicio de la gestión del presidente Mauricio Macri (ver datos arriba; click para agrandar), el gobierno nacional no ha aportado claridad hacia el futuro. Aun si se relativizan las estimaciones oficiales al cierre de la gestión de Cristina Fernández, la suba del desempleo es palpable, pues se pone en evidencia en las estadísticas oficiales de distritos ajenos a intervenido Indec nacional, como Capital Federal (administrado por el PRO desde 2007). En la misma línea, un trabajo del economista Claudio Lozano estima que, aun poniendo en dudas las cifras del Indec nacional, la suba del desempleo desde el inicio de la gestión de Cambiemos no sería menor a los dos puntos. Para peor, el oficialismo ha enviado señales contradictorias respecto a la posibilidad de nuevos recortes entre empleados estatales hacia fin de año: mientras el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, los desestimó, el ministro de Modernización Andrés Ibarra (bajo cuya órbita se encuentra efectivamente el tema) dejó abierta la posibilidad de una segunda ola de ajustes.
Con alrededor de 130 mil empleos formales perdidos entre privados y estatales hasta el momento (más una cifra no precisada de empleados privados informales), la posibilidad de que una fracción de otros 114.962 mil trabajadores estatales rotulados "bajo análisis" en un documento del gobierno pasen a engrosar la cifra de desocupados consolidaría al desempleo en los dos dígitos, un efecto socioeconómico generador de mayor malestar en un contexto que ya era crítico. Recordemos que, en una entrada anterior, vimos que un reciente estudio realizado por la consultora Delfos en el mes de agosto en la provincia de Córdoba detectó que el 20% de los cordobeses activó su protocolo de crisis y recortó diversos gastos, entre ellos esparcimiento (31% ajustó esas actividades), vacaciones (27%), tarjeta de crédito (28%) y telefonía celular (27%). Esa contracción del consumo se da en una provincia en la cual la situación no es tan mala como en otros distritos: en Córdoba, la cantidad de trabajadores privados formales cayó otro escalón durante junio pasado. Así, el primer semestre cerró con una pérdida de poco más de 6.800 empleos en la provincia, según la estadística oficial que refleja la evolución del trabajo asalariado en el sector privado, es decir, la cantidad de personas que aportan al Sistema Integrado Previsional Argentino (Sipa). El informe del Ministerio de Trabajo nacional, que abarca a todas las provincias, señala que en el caso de Córdoba se contabilizaron 497.872 asalariados privados, es decir, 6.812 menos que en diciembre pasado, con una retracción semestral de 1,35%.
Pero Córdoba, según el gobierno nacional, es una de las pocas provincias (también La Pampa y Tucumán) que “escapa a la tendencia contractiva del empleo privado”, en el contraste con el año pasado, por lo que es razonable pensar que la contracción del consumo ha sido peor en aquellos distritos con performance laboral más desfavorable que en la relativamente menos perjudicada Córdoba. Esa contracción del consumo es otro efecto socioeconómico clave. Desde hace años, el consumo representa alrededor de dos tercios del PBI de Argentina; la gestión Cambiemos apuesta a cambiar esa matriz, pero hasta ahora no ha tenido éxito. Todo indica que 2016 terminará con una caída del salario real; aunque el segundo semestre podría ser "menos malo" que el primero por el remanente de subas salariales en cuotas, la movilidad previsional y la desaceleración de la inflación, la probabilidad de que la demanda de trabajo se revitalice es bajísima. En su última intervención en la Cámara de Diputados, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, reconoció que el gobierno prevé que la economía caiga un 1% en 2016, pero también sostuvo que ya hay indicios de recuperación. Según Peña, la recesión será "más corta y menos profunda" que en 2014 y "el año que viene la Argentina volverá a crecer".
El problema es que el discurso de Peña parece más destinado a generar expectativas que a pronosticar el decurso de lo que queda del segundo semestre. De hecho, las previsiones de todos los economistas a principios de año “compraron”, en parte, la promesa del segundo semestre y subestimaron la profundidad de la crisis. Un promedio a lo “Nate Silver” que calculamos en el primer trimestre a partir de esas estimaciones dio una caída del PBI de 0,8%, cuando ahora son del doble (en torno al 1,5%). Gastón Rossi, actual director del Banco Ciudad por el frente político ECO, proyecta que este año termine con una caída del PBI cercana al 2%. El Ieral, en tanto, prevé una caída entre 1% y 1,5%. Según Carlos Rodríguez, profesor de UCEMA, el indicador que anticipe la reactivación será el consumo; el economista no ve rebrotes genuinos de inversión ya que, a su juicio, no hubo cambios estructurales significativos que la alienten, y el horizonte político permanece incierto para 2017. En ese marco, no habría que sorprenderse si la caída de la actividad de 2016 supera el 1,5%, en la medida en que el riesgo de “kicillofización” oportunamente planteado para la economía nacional se está confirmando (en 2014, el PBI revisado por la gestión de Jorge Todesca en el Indec arrojó una caída de 2,6%).
Concepto acuñado por el filósofo inglés Joseph Glanvill, el clima de opinión nos rodea. Existen ciencias para medirlo, pero también hay lugar para lo inesperado, tal como el aleteo de una mariposa en Pekín puede desatar un huracán en México que contraríe el pronóstico del tiempo. Este blog de tendencias de opinión pública e influencia social pretende aportar elementos al "sensor cuasiestadístico" con que sondeamos el ambiente y ser un foro para intercambiar puntos de vista.
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