Los datos sugieren que el significante del cambio (que, más que significante vacío, se construyó a partir de un consenso negativo, el del antikirchnerismo) comenzó a cobrar un sentido nuevo, y riesgoso para el oficialismo: el del ajuste (precisamente lo que el asesor estrella de Cambiemos, Jaime Durán Barba, remarcó que había que evitar, sobre todo en la etapa inicial del gobierno). El paquete de medidas oficiales lanzado después de la victoria electoral del 22-O incluyó, además del recorte a los jubilados, pensionados y beneficiarios de la AUH, un pacto fiscal con las provincias, una reforma fiscal pro-patronal y un ajuste sobre la plantilla de trabajadores del Estado (en diciembre fueron despedidos casi 2 mil empleados públicos en Nación, PBA y municipios bonaerenses). Este mes se sumaron las subas de los servicios más la confirmación de la elevada inflación. Como apuntó Enrique de la Calle, “el macrismo encara un importante desafío que golpea en el punto exacto donde el Gobierno suele moverse: entre el ajuste que cree necesario hacer y el que la sociedad tolera. Cambiemos sabe que ese margen es estrecho. De hecho, los actuales niveles de desaprobación se asimilan a los de mediados de 2016, cuando el Ejecutivo encaró sus políticas de 'sinceramiento', que incluyeron tarifazos y paritarias por debajo de la inflación. La película es conocida: en 2017 volvió el 'gradualismo' y el oficialismo se impuso en las elecciones de medio término. Igualmente, todo parece indicar que este año ese 'gradualismo' perderá moderación. Cambiemos preferirá ceder capital político en 2018 para tener nuevamente margen en 2019, año electoral”. Esto sugiere que el 2018 será más duro que el año pasado, lo cual da asiento al sensible deterioro registrado en las expectativas.
Según Synopsis, también creció el descontento con el actual rumbo económico: un 36% cree que no es el correcto, y a la vez aumentaron las dudas. En octubre del año pasado, un 28,2% no estaba seguro de hacia dónde iba Macri, y en enero ese porcentaje subió hasta el 33,8%. Respecto a los que tenían una mirada optimista del manejo de la economía argentina, vienen en baja: desde las legislativas hubo una caída de seis puntos en la confianza hacia Cambiemos (30,7% contra 24,1%). En ese marco, la inflación continúa como la preocupación máxima de los argentinos con un 27%, seguida por la corrupción con un 21,8 %. Cabe recordar que Argentina registró en 2017 una inflación de casi 25 puntos (24,8%), casi 50% más que el techo establecido por el gobierno a principios del año pasado. Respecto a esto, José Natanson también identificó una bisagra: “el contundente triunfo oficialista en las elecciones de octubre abrió una nueva etapa política, marcó el verdadero comienzo del gobierno de Cambiemos. Disipada la amenaza de una restauración kirchnerista, con menos posibilidades de seguir apelando al fantasma del populismo como gran argumento justificador y auspiciado por un entorno regional que lo acompaña, Macri es, por fin, libre. En este contexto nuevo, la brecha entre la dificultad para conseguir mejoras de bienestar y el apoyo que concita –la distancia entre la realidad material y las expectativas– se va achicando. Lenta pero persistentemente, la mirada social va girando de la política a la economía (…) los acontecimientos de diciembre sugieren que una parte importante de la sociedad ya empezó a hacer las cuentas". En ese marco, después de una elección que fue un plebiscito político más que económico, se insinúa otro giro o potencial bisagra.
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