miércoles, 4 de julio de 2018

Cierre del 1er semestre y perspectivas para el 2do: consistencia de mediciones e hipótesis hacia 2019

En el posteo anterior explicitábamos un criterio según el cual los análisis que realizamos en este blog consideran la consistencia de datos, en un doble sentido: 1) en ocasiones, aparecen mediciones de opinión pública muy desviadas de las demás 2) si además esas mediciones del tipo "mirlo blanco" no son consistentes con el marco de datos (duros y blandos) provenientes ya no de encuestas de opinión pública sino de estudios socioeconómicos, indicadores de actividad (sectoriales o a nivel general) y estudios de consumo, entonces los tomamos con los matices y prevenciones pertinentes. En la entrada precedente, era el caso de una medición de Isonomía que marcaba una relativa mejora para el oficialismo en el mismo mes en que todos los demás estudios mostraban desgaste en la opinión pública y deterioro en otros indicadores. En este post, idéntica consideración nos merece una encuesta de Poliarquía citada recientemente en Perfil, según la cual la imagen de la gestión de Mauricio Macri recuperó en junio 6 puntos porcentuales de los 9 que había perdido en mayo y volvió a superar la barrera del 40%, para cerrar en 42% de imagen positiva. De acuerdo a ese estudio, la desaprobación cayó 8 puntos porcentuales y quedó en 55%. Esa misma nota citaba también el Informe de Confianza (ICG) en el Gobierno realizado por la Universidad Di Tella (UTD), que mostró una leve alza: del 1,94 (sobre 5) de mayo al 2,04 de junio. “Lo único que se me ocurre es que parte de los argentinos necesitan, aun con desconfianza, confiar en algo. En algunas variables, como las de la economía, los números son malos”, conjeturó un analista, de acuerdo a lo publicado. No podemos sino coincidir con esa prudente evaluación, y apuntar que la variación del ICG no es estadísticamente significativa, por lo cual no implica una mejora sustantiva. 

Fuera de esa publicación, el análisis de los informes más recientes sigue mostrando el desgaste del oficialismo, con apenas matices. Por caso, los resultados de la encuesta mensual de la Universidad de San Andrés sobre la satisfacción política y opinión pública (ESPOP) de junio revela que el gobierno aún se mantiene en baja en los niveles de satisfacción y aprobación: si bien en relación al mes pasado la aprobación insinúa una recuperación (de nuevo, estadísticamente no significativa), al mismo tiempo se mantiene baja la satisfacción. El estudio se basa en una muestra de 1.004 casos a lo largo del país durante el 7 y 18 de junio, con mayores de 18 años conectados a internet. Según la medición, el presidente Mauricio Macri registra un 53% de desaprobación sobre su gestión, apenas por debajo del pico de mayo pasado, mientras que la aprobación insinuó una leve suba de 3 puntos porcentuales (nuevamente, estadísticamente no significativa), llegando al 45% (ver datos arriba; click para agrandar). En cuanto a la variable geográfico-territorial, la gestión presidencial tiene mayor apoyo en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA, bastión de Cambiemos desde el 2007): allí, el 56% aprueba la gestión de Macri. En cambio, Provincia de Buenos Aires (PBA) y el Noroeste Argentino (NOA) son las regiones donde la desaprobación supera holgadamente a la aceptación. En PBA, el rechazo llega a un 62%, mientras que en el NOA la desaprobación de la gestión Cambiemos trepa al 60%. Asimismo, como ya vimos en otros estudios, la aprobación de la gestión oficialista y de Macri mejora entre los adultos mayores (segmento denominado "Baby Boomers"), es decir los mayores de 65 años. En ese segmento etario, Macri alcanza el 58% de aprobación de gestión. Por contrapartida, los "milennians" la desaprueban de manera contundente: en los más jóvenes, el rechazo a la gestión Macri alcanza el 67% (ver datos abajo; click para agrandar). 




En un posteo reciente citábamos una hipótesis explicativa sobre este apoyo al oficialismo entre los adultos mayores aportada por el periodista Sebastián Lacunza: “La pendiente política y financiera para el gobierno empezó en diciembre, con el recorte a jubilados. Pero los mayores de 60 siguen siendo los que mejor valoran a Macri. Hasta el doble de aprobación que los menores de 30. Nada es monocausal, pero arriesgo una causa. El segmento +60 es el más apegado a consumos periodísticos tradicionales. Radio AM, diarios, tele abierta. Espacios muy valorados por el macrismo a la hora de tejer nexos. La tele monodireccional del domingo a la noche pesa. Los espacios sub 30 circulan por soportes, contenidos y espacios físicos (calle, música, universidad, trabajo, fútbol) más variados, intrínsecamente menos uniformes”. En esta hipótesis, el sesgo editorial pro-Cambiemos del consumo de medios del segmento se ofrece como explicación de la inclinación electoral de los adultos mayores. Resulta oportuno retomar este tema, como anticipamos en esa entrada, puesto que ha sido materia de análisis de varios especialistas. Luego de las elecciones del 2017, Martín Schuster & Agustín Cesio apuntaban lo siguiente. “Leemos: el peronismo es un partido del siglo XX y el PRO es del siglo XXI. La frase tiene punch. Resuena, tiene eco. ¿Es cierta? Por fecha de nacimiento, sí. Pero la oración apunta a otra cosa. Quiere decirnos que el PRO se mueve en el mundo millennial como pez en el agua, mientras el peronismo es un gigante avejentado y anacrónico, que entre el vértigo de los algoritmos sigue cantando la nostalgia de la vieja sociedad salarial. Cuando miramos votos, sin embargo, vemos otra cosa: el PRO crece en apoyos entre las viejas generaciones y el peronismo es más fuerte entre los jóvenes. Un partido para millennials con electorado senior y un partido tradicional que gana entre los millennials”

Efectivamente: en 2015 y 2017, el voto de los mayores de 65 hacia Cambiemos resultó decisivo en el agregado nacional, y lo mismo se observó en PBA en la competencia entre CFK y Esteban Bullrich, que en la general se saldó a favor del candidato de Cambiemos luego de que la ex presidenta se impusiera por poco en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) de agosto de 2017. Esto entra en contradicción con la idea de Cambiemos como “novedad”: en todo caso, sería un ropaje nuevo para el anti-peronismo y anti-kirchnerismo de parte del segmento de adultos mayores (arriesgamos: un nuevo significante para un significado viejo). Schuster y Cesio agregaban lo siguiente. “Quizá haya que distinguir dos dimensiones de análisis: una cosa es el electorado y otra la práctica política para interpelarlo. Target y acción sobre ese target son dos cosas distintas. El PRO tiene su núcleo de apoyo en seniorsy en NSE altos; el peronismo (al menos el bonaerense versión 2017) en jóvenes y NSE bajos. Pero la distinción siglo XX/siglo XXI quizá sea más correcto aplicarla al modo en que ambos buscan interpelar a los sectores intermedios, aquellos no claramente volcados por una opción y que finalmente son los que definen el resultado de la competencia entre estas dos primeras minorías. Mientras que el PRO hace diez años viene apostando a nuevas comunicaciones políticas (que por entonces eran minoritarias y extrañas y hoy son casi hegemónicas), el peronismo se debate entre la huida hacia el tradicionalismo partidario y la réplica de las prácticas ajenas que lo derrotaron en 2015". Esto resulta más provocativo; sin embargo, en este “semestre negro” del oficialismo esta parte del planteo perdió vigencia. De hecho, mediciones recientes en redes sociales muestran que el pesimismo ya se instaló fuertemente y que la comunicación oficial se muestra impotente para revertir el contagio del malestar socioeconómico hacia el mundo digital en el que antes parecía salir airosa. En tanto, los adultos mayores, los menos participativos en el mundo digital, siguen siendo los que relativamente más acompañan a Cambiemos. Esto sugiere otra hipótesis de cara al 2019 electoral: si la marca oficialista sufre de envejecimiento prematuro y se va recreando una dinámica polarizadora que mejora el reposicionamiento de CFK y Unidad Ciudadana a costa de las alternativas “opo-oficialistas” del espacio pan-justicialista, entonces la “novedad” podría dejar de ser un valor central en la disputa electoral del año próximo. 

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