lunes, 18 de octubre de 2010

Gobernabilidad, un eje del 2011


¿Hacia dónde tiende la corriente dominante de la opinión pública, hacia la continuidad o al cambio? ¿La gestión vigente, tiene más razones para ser premiada o para ser castigada?¿Es una gestión nueva o ya lleva varios mandatos? ¿Se la percibe agotada o tiene capacidad de renovar el crédito social? Este tipo de preguntas son las que se plantean analistas y consultores ante toda campaña electoral.

Si existe demanda de cambio, ¿es posible que admita continuidad con cambio -es decir, que la misma gestión o un candidato oficialista realice alguno de los cambios que se reclaman- o es una demanda que está apuntando a un cambio del signo político en el poder? La demanda de cambio, ¿atañe a aspectos profundos o accesorios de la gestión? ¿Hace a la forma (se reclama un cambio de estilo, de entorno, de equipo) o de fondo (incluye al mismo gobernante)?

En la medida en que el cambio demandado sea más profundo, es más fácil que lo puedan canalizar los dirigentes opositores, y en cuanto sea más superficial, es más susceptible de ser capitalizado por el oficialismo. Para expresarlo en una fórmula, las chances oficialistas son inversamente proporcionales a la profundidad del cambio que se reclame, y las chances de la oposición son directamente proporcionales al mismo. Como elemento del mensaje, el cambio es el tema de la oposición por excelencia, pero un gobierno en funciones puede abordarlo en algunas circunstancias, por ejemplo, planteando que está en condiciones de plasmar una continuidad (mantener lo que sea valorado de su gestión) con cambio (lo que haya que modificar o corregir). Por contrapartida, la continuidad no es solamente el tema por excelencia de los gobiernos, sino que es excluyente de ellos. Apliquemos estos conceptos a los actores políticos nacionales:

1) el gobierno perdió la mayoría en el mayoría en el Congreso en 2009, cuando muchos votantes golpeados por la crisis económica y ofuscados por el estilo "K" castigaron al oficialismo, en parte influidos también por los ecos del duro conflicto desatado por las retenciones móviles un año atrás. En 2010, en cambio, la economía viene rebotando con fuerza, la aprobación pública del gobierno recuperó algo del terreno perdido y una eventual candidatura "K" es respaldada por alrededor de un tercio del electorado, según algunas encuestas de opinión.

¿A qué apuesta fundamentalmente el gobierno? A qué la aprobación siga creciendo de aquí al 2011 y que parte de ella se traduzca en un incremento en intención de voto. Seguramente, la gobernabilidad será uno de los ejes centrales de campaña, para contrarrestar la opinión adversa (pero dispersa en varias alternativas opositoras) existente. Un adelanto de este eje apareció en el discurso presidencial a propósito del veto al 82% móvil: Cristina dijo "los que más necesitan de un Estado eficiente son los más vulnerables. Los recursos salen de la administración que hemos hecho. Nos quieren hacer vender el fondo de garantía de acciones y títulos en 30 días. Más que favorecer a los jubilados quieren otras cosas".

El gobierno y sus analistas saben que, sobre todo en elecciones ejecutivas, la opinión pública no suele dar saltos al vacío ni cambiar por el cambio mismo: debe haber alguna percepción de que hay alternativas de cambio mínimamente factibles, caso contrario predomina la continuidad o prevalece la continuidad con cambio, porque la gobernabilidad siempre aparece como elemento a la hora de decidir un voto presidencial. Eso se verifica casi siempre (como se verifica la preeminencia del voto útil sobre el testimonial); los grandes cambios o procesos de ruptura en los cuales el elemento de gobernabilidad pierde peso son excepcionales.

Por eso, el año que viene, parte de la artillería del gobierno se dedicará a repasar lo que entienden como logros propios (crecimiento económico casi ininterrumpido, recuperación del empleo, comparación de la Argentina del 2003 vs 2011) y parte a asociar a la oposición con falta de "gobernabilidad". Los "K" harían hincapié en la continuidad (3er mandato) frente a una corriente de cambio que esperan siga dispersa en más de una vertiente opositora.

¿Su debilidad? Si la ola del cambio es más fuerte que la de continuidad y encuentra una expresión opositora que la capitalice, el gobierno estará en serios problemas, porque difícilmente la opinión pública adversa separe las cuestiones de "fondo" vs "forma": el denostado "estilo K" es un aspecto tan marcado y tan característico de las gestiones de Néstor y Cristina que esa impronta no se restringe a una cuestión de forma, sino que para la percepción de la opinión pública es consustancial a su gobierno. El gobierno no será creíble si propone una continuidad con cambio, porque esa carta ya la jugó en 2007. Todo lo que le queda es apostar a que, dentro de una coyuntura volátil (por razones endógenas y exógenas) el oficialismo comunique más certidumbre al electorado (o menos incertidumbre) que las alternativas opositoras existentes.

2) A qué apuesta la oposición? La primer apuesta de la oposición es que la aprobación del gobierno se estanque de acá al 2011 (deje de crecer) o, mejor aún, decline: cuando un gobierno está muy cuestionado, a la mayoría le importa más que ese gobierno se vaya que los pergaminos de quien venga. En este caso, la oposición puede centrar su mensaje en que ella ES el cambio, y está menos obligada a entrar en detalles racionales de cómo va a hacerlo; en circunstancias así, el elemento gobernabilidad pesa menos que en otras (lo que no implica que sea inexistente).

En otras circunstancias, si el gobierno mejora en aprobación, la oposición (las diversas oposiciones) esperan que esa mejora no se traduzca en crecimiento de intención de voto, o que si éste se da no alcance para una victoria en primera vuelta.

¿Qué fuerza de la oposición está mejor parada para capitalizar el descontento con el gobierno? En mi opinión, el Acuerdo Cívico y Social, sobre todo si la UCR logra construir una alianza creíble con otras fuerzas afines, como el GEN conducido por Margarita Stolbizer (ex ARI, distanciada de Carrió) y el socialismo (Hermes Binner acaba de retribuir los halagos de Alfonsín con un guiño, diciendo que ve posible una fórmula en conjunto). Según un ex ministro de Carlos Menem, «el futuro presidente argentino no será peronista. No hay jefe en el peronismo disidente que pueda aglutinar fuerzas. La gente a fines de los 90 estaba cansada del menemismo y ahora lo está del kirchnerismo». En este análisis, una derrota “K” implicaría dividir el voto PJ y afín y beneficiaría a la UCR.

Un punto fuerte de esta potencial alianza es que un discurso suyo basado en el cambio y el respeto a las instituciones sería más creíble que el mismo discurso en boca de un peronista disidente. Algunos trazos de este discurso ya los esbozó el diputado Ricardo Alfonsín: "no hay seguridad jurídica en la Argentina y no utilizo esta expresión en un sentido conservador. En un país en donde no funcionan adecuadamente las instituciones no es un país confiable (…) no genera confianza un país cuyos gobernantes no respetan las instituciones".

Punto débil de esta alianza? Justamente, que recuerde a la fallida Alianza del 99, es decir, la falta de gobernabilidad, asociada además al hecho de que desde 1983 ningún presidente de ese origen logró completar un mandato.

La elección del 2011 se jugará entre las expectativas y las certezas. Volveremos sobre este tema un próximo post.

2 comentarios:

  1. Muy revelador leer este artículo el día de la muerte de Nestor Kirschner.
    Uno intuye y confirma percepciones de por donde va la cosa.
    Gracias Norman

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  2. Gracias por tu comentario, Marta! Por lo pronto, si te fijaste en el blog en los datos vinculados a los post más recientes dice: "Julio Aurelio dio a conocer una encuesta según la cual Cristina roza el 40% de intención de voto con proyección de indecisos. Sin embargo, se dice que la presidenta no irá por la reelección, salvo alguna causa excepcional". Veremos cómo evolucionan los acontecimientos en los próximos días.

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