domingo, 31 de octubre de 2010

EE.UU en la encrucijada


Barack Obama enfrenta una posible derrota política desde que llegó a la Casa Blanca: según los pronósticos, el partido del presidente norteamericano perderá la mayoría en el Congreso a manos de los republicanos y, peor aún, ésta puede ser la peor derrota del partido Demócrata en 15 años.

El analista Stu Rothenberg estima el peor escenario posible para los demócratas: la derrota total. "Tienen posibilidades reales de perder hasta 50 escaños, un baño de sangre histórico, con unas pérdidas que podrían incluso superar los 52 escaños cedidos a los republicanos en 1994".

Salvo que las encuestas en danza estén erradas o no registren algún corrimiento de último momento (algo que, por supuesto, ha pasado varias veces en la historia), en las elecciones legislativas del martes 2 de noviembre los republicanos pueden hacerse con la capacidad de bloquear cualquier propuesta de ley que Obama pretenda sacar de ahora en adelante, lo que incluso podría llevar al presidente a hacer uso de su capacidad de veto para suprimir los intentos opositores de dar marcha atrás con dos de sus principales medidas, la reforma financiera y la sanitaria.

Obama dijo en Filadelfia a sus partidarios: "No se pueden detener ahora, porque el hecho es que estamos ante una elección difícil (...) esta elección no sólo va a fijar el escenario para los próximos dos años, va a fijar el escenario para los próximos 10, para los próximos 20" .

Los demócratas están pendientes de 39 escaños, que son los que necesita el partido Republicano para hacerse con el control de la Cámara de Representantes. Según ABC News, al menos 45 escaños tienen verdaderas posibilidades de cambiar de bando y, de ese total, en 43 se sienta un demócrata. En el Senado, sólo un tercio de sus escaños saldrá a votación, 36 para un total de 100 -dos por estado-. Además, se elegirán 37 gobernadores estatales.

Algunos analistas prevén una remodelación drástica del gabinete de comunicación presidencial, cuya labor en esta campaña se juzga como desastrosa. Obama y su vicepresidente Joe Biden han viajado por la Unión durante varias semanas para defender las posibilidades de los demócratas, pero el pronóstico es adverso. Se considera que las elecciones legislativas actualizarán el estado de opinión en Estados Unidos y los demócratas apuestan a sacar el mejor resultado posible en unos comicios que reconocen como "muy difíciles" para los que sus candidatos "no han podido prepararse mejor", según el presidente del Comité para la Campaña Demócrata al Congreso, Chris Van Hollen.

"Todo se va a reducir a la participación y la persuasión de los independientes (...) Muchos grupos pro-republicanos se han retirado, por lo que la lucha va a ser justa, y está en el aire", arriesga Van Hollen.

Según las tendencias conocidas, en Florida (aporta 25 representantes), el 54% de la población se ha declarado en contra del plan de reforma sanitaria de Obama; la crisis y la reforma sanitaria asustan también a los votantes de Pensilvania (21 representantes), que parecen apostar por los republicanos Tom Corbett para la Gobernación, y por Pat Toomey para el Senado. Texas (32 representantes) también sería una causa perdida. Ohio (con 18 representantes) podría ser la derrota más amarga, ya que en ese estado Obama ganó por cuatro puntos de diferencia en las presidenciales.

La palabra que campea en las filas demócratas es "desánimo": la llama de la larga campaña de un año que llevó al primer afroamericano a la Casa Blanca tiembla. No sería la primera vez que una elección de medio turno resulta adversa al presidente (a Clinton le pasó, y se recuperó con creces) pero en el escenario actual hay elementos nuevos de preocupación: el ascenso del Tea Party, el ala extremista del Partido Republicano, que hace campaña con proclamas racistas y xenófobas y propone una agenda ultraconservadora en materia moral, impositiva y económica, mientras que muchos candidatos oficialistas temerosos de las encuestas eluden ser asociados a Obama y hasta se muestran críticos con referentes emblemáticos de los demócratas, como Nancy Pelosi, líder del ala izquierda demócratas y una pieza clave del esquema de poder obamista.

La crisis de las hipotecas y el desempleo, herencias de la era Bush, han afectado sensiblemente a la gestión de Obama y a una base electoral que no siempre distingue responsabilidades con rigor histórico sino que creyó en el encanto y carisma personal de Obama y su slogan «yes, we can» («sí, podemos»), simbólicamente fuerte pero impotente frente a la realidad de un sistema que venía acumulando tensión por décadas, hasta el derrumbe acontecido entre 2007 y 2008.

El representante John Boehner, que podría convertirse en el nuevo presidente de la Cámara baja si los republicanos obtienen una mayoría, dijo que la agenda de Obama no ha resuelto los problemas económicos del país: "estos problemas no comenzaron bajo el presidente Obama. Pero el lugar de resolverlos, sus políticas los han empeorado", expresó Boehner en un mensaje republicano semanal.

Ayer, fue la personalidad brillante de Obama la que hizo ganar la calle a votantes entusiastas: hoy, el protagonismo lo tiene el movimiento ultraconservador Tea Party, que desplazó a la tradicional nomenclatura conservadora y representa las candidaturas senatoriales del Partido Republicano en Kentucky, Florida, Delaware, Nevada y Alaska. Con un lenguaje básico y consignas pegadizas (con frecuencia retógradas) este movimiento político exacerba el ataque al gasto público (consigna tradicional de los republicanos), los impuestos, las políticas públicas, los inmigrantes y la agenda «liberal» sobre derechos civiles. Una versión norteamericana de la misma reacción conservadora que varios países de Europa también están mostrando a partir de la crisis.

«Ojalá que no, pero si viene una ola de extrema derecha, va a ser muy duro. No han votado una sola de las iniciativas clave del presidente Obama y ya han manifestado que no quieren cooperar», dijo Hilda Solís, secretaria de Trabajo del Gobierno de Obama, quien viajó hasta Miami Beach para apoyar a la candidata a gobernadora de Florida.

En este escenario, una posibilidad que podría amortiguar el golpe a Obama es que el cariz ultraconservador del ala dura republicana despierte una reacción en contrario de sectores que se movilicen a votar a favor del presidente, trocando el entusiasmo de hace dos años por el temor de que la agenda pública quede en manos del extremismo.

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