Teníamos pendiente una actualización del armado político para profundizar en la comparación de contextos de 2009 a 2013. Veamos: el FAP, frente con el que el socialismo puso a Hermes Binner en
segundo lugar en las presidenciales de 2011, avanza en acuerdos con fuerzas de
centroizquierda en algunos distritos como Capital, pero aún no ha definido un
frente nacional con la UCR. También cambiaron las condiciones respecto de las
del 2009, ya que ahora el socialismo puede hacer pesar frente al radicalismo el
17% obtenido por Binner en 2011. Sin embargo, el FAP, más allá de lo que pueda explorar en
términos de un frente con la UCR, tiene sus propios problemas, que no son
menores: ya está dividido en un distrito clave, como Capital Federal (un sector
quedó en la alianza que sostienen Elisa
Carrió y Fernando “Pino”
Solanas, la otra se sumaría al frente integrado por la UCR, donde, para más
complicaciones, confluyen la corriente de Libres del Sur comandada por Humberto
Tumini y Victoria Donda con el ex aliado de Carrió, Alfonso Prat Gay; en tanto, una
tercera fracción, la liderada por Claudio Lozano, se apartó definitivamente (a su vez,
el MST se distanció de Proyecto Sur, en desacuerdo con el acercamiento de
Solanas con Carrió). Para peor, todo indica que en la estratégica provincia de
Buenos Aires el FAP también se dividirá, ya que una parte del FAP rechaza el
acercamiento del GEN (que en esa plaza lidera Margarita Stolbizer) con la UCR.
La UCR oscila entre facciones acuerdistas con el socialismo,
otras celosas de ir con el sello partidario propio y sectores cercanos al PRO,
mientras que en Capital el radicalismo formalizó un acuerdo con Coalición Cívica y Libres del
Sur. A la par de no haber concretado una mega-alianza a nivel nacional, en
distritos electorales clave, como Mendoza, la UCR afronta riesgos de ruptura interna
(entre sectores ligados al ex vicepresidente y precandidato para este año,
Julio Cobos, y el ex gobernador Roberto Iglesias); por su parte, el también
mendocino Ernesto Sanz no oculta sus aspiraciones presidenciales para 2015.
Mientras, Carrió ensaya aproximaciones distritales con Proyecto
Sur de Pino Solanas y parte del FAP, pero tiene relaciones cortadas con la UCR
(su distancia con las demás fuerzas opositoras se agrandó en las sucesivas
intervenciones de Carrió detonadas por el debate de la reforma judicial en
Diputados). La líder del ARI insiste en una línea apocalíptica que dinamita
permanentemente los puentes con otras fuerzas opositoras, lo que le granjea
permanentes acusaciones por parte de esos referentes de terminar siendo “funcional”
al oficialismo.
En el terreno del peronismo disidente, tanto Hugo Moyano como
Gerónimo Venegas han formado sus propios partidos sin conformar todavía un
frente, y tampoco ha madurado un acuerdo entre Macri y De Narváez (que en 2009 fue
una de las premisas del éxito electoral de Unión/PRO en Capital Federal, pero
sobre todo en provincia de Buenos Aires, al imponerse De Narváez sobre el
tándem Kirchner-Scioli). Lavagna, uno de los referentes de este espacio, sigue
planteando que si es candidato en Capital lo sería por un frente con el PJ como
eje, no bajo el signo del PRO, lo que le implicaría a Macri resignar
protagonismo en su propio distrito. Por otra parte, muchas de las
indefiniciones del sector anti-K se deben a la expectativa (hasta ahora vana)
de que el gobernador Daniel Scioli y/o el intendente de Tigre, Sergio Massa,
rompan con el kirchnerismo, cuando las últimas señales sugieren que ambos
dirigentes están apostando al poskirchnerismo, más que al anti-kirchnerismo. Nada
pone en evidencia, de manera más clara, la debilidad del espacio antikirchnerista
que su recurrente dependencia respecto de figuras como Scioli y Massa. Esta
dialéctica entre kirchnerismo, antikirchnerismo y poskirchnerismo será central
para el proceso político de aquí al 2015.
Esta mayor fragmentación opositora respecto del 2009 favorece las chances del
oficialismo de conservar la primera minoría electoral, con guarismos de entre
el 30% y el 40% (si bien lejos del más del 50% logrado en 2011); además, como
este año se renuevan muchas de las bancas obtenidas en la peor elección del FPV, el oficialismo tiene menos que perder que la oposición en términos de
representación legislativa en la Cámara de Diputados (en el Senado, el panorama
es distinto y más desafiante para el kirchnerismo). Sin embargo, no es menos
cierto que el FPV tampoco tiene definidos sus candidatos en la estratégica
provincia de Buenos Aires (en 2009 fueron Kirchner-Scioli, figuras por cierto
estelares del espacio oficialista, y aun así perdieron por 2 puntos), lo que en
esta coyuntura puede interpretarse como un signo de debilidad.
“Esta dialéctica entre kirchnerismo, antikirchnerismo y poskirchnerismo será central para el proceso político de aquí al 2015”. Totalmente cierto y a ello puedo ilustrarlo con un ejemplo local. Allí donde la preocupación es desterrar al oficialismo como sea, se dan casos de derrape.
ResponderEliminarIntentamos crear alianzas que más que multi-partidos aunados bajo un proyecto de trabajo consolidado sobre valores determinados previamente fijados, nos quedamos con un simple acuerdo tácito, establecido una semana antes de las elecciones, de “bajo nivel de confiabilidad” porque no queda otra y no dan los números.
En el interior de la oposición hay muchos aspectos aún por resolver. El oficialismo no desconoce eso y es por ello que sabe que puede tener aún indeterminado sus candidatos para las próximas elecciones de agosto.
Aun así no hay nada previsible. Dos meses es mucho para estimar un resultado: aún puede ocurrir un hecho, un evento, un motivo, una estrategia que modifique el mapa político actual.
Pero hay que reconocerlo: el oficialismo lleva ventajas, ventajas que vienen de hace ya años.
Hola Dahyana, gracias por el aporte! Volveremos sobre esta dialéctica...
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