En diversas entradas del blog hemos
planteado que la dialéctica kirchnerismo, antikirchnerismo y poskirchnerimo es
central para interpretar el proceso político y electoral del 2013 al 2015. Este
planteo, asimismo, se basa sobre una hipótesis de opinión pública que también hemos
expuesto varias veces, denominada hipótesis de los tres tercios, según la cual
el electorado argentino se divide en tres porciones cuantitativamente
similares: simpatizantes o adherentes del kirchnerismo, opositores, y un tercio
independiente que es el que define la suerte de la elección. Cuando ese tercio
se inclina más hacia el kirchnerismo, se producen elecciones como la
presidencial del 2011 (54% de los votos para CFK, o sea mayoría neta); cuando
ese tercio se inclina más hacia la oposición, se producen elecciones como la
legislativa de medio término del 2009 (entre 31% y 35% de los votos para el FPV,
donde conserva la posición de primera minoría pero evidencia un retroceso
palpable respecto de las elecciones ejecutivas).
Esa dialéctica es central para
entender, a su vez, el posicionamiento de los candidatos que se insinúan como protagonistas
de la elección legislativa de medio término de este año (y, mediatamente, de
las presidenciales del 2015). Usualmente, las elecciones legislativas de medio
término se configuran como plebiscitos a favor o en contra del oficialismo,
pero esa lógica bipolar suele encubrir las posiciones que no son netamente
detractoras ni netamente adherentes, dado que la oferta electoral entre
oficialismo y oposición asume el formato propio de la confrontación.
Sin embargo, respecto a las elecciones
de este año, en las entradas dedicadas oportunamente al tono de la campaña
decíamos, en su momento, que esa lógica bipolar en el que el oficialismo
comunicaba para reforzar el voto permeable o adherente a sus posiciones
mientras que la oposición se plegaba al discurso netamente detractor de los
medios opositores (o recreaba ese discurso) dejaba vacante un espacio
intermedio de mensajes. Ese espacio intermedio es el que define el segmento de
electores no alineados en el kirchnerismo ni en el antikirchnerismo y que
resulta, por eso mismo, definitorio de cara a la elección. Dos dirigentes
nacionales son los que mejor entendieron la importancia de este segmento dentro
de la constelación electoral: uno de ellos es el gobernador de Buenos Aires,
Daniel Scioli, y el otro es el intendente de Tigre, Sergio Massa.
Scioli ha reafirmado, una vez más, su
pertenencia al espacio oficialista, y de hecho se ha transformado en uno de los
sostenes clave de la campaña del candidato del FPV en el estratégico bonaerense
(que aporta 3,8 de cada 10 votos en el total nacional); la apuesta de Scioli,
medularmente, es heredar el poder, hacer la transición al poskirchnerismo desde
adentro, acompañando hasta el final el ciclo político (como lo hizo en su
momento con el menemismo, para luego recrearse dentro del kirchnerismo). Massa,
en cambio, cruzó el Rubicón lanzando su propia lista, con lo cual se colocó, en
términos de oferta electoral, como opositor. Sin embargo, viene evitando con
énfasis aparecer como un opositor recalcitrante, lo que le posibilitó arrancar
en punta en las encuestas de ese distrito, captando votos en los distintos
segmentos electorales: kirchneristas, antikirchneristas y, fundamentalmente,
independientes, configurándose como un candidato “cath all”; su paso por la Jefatura de Gabinete en el primer
gobierno de CFK y su condición de intendente “exitoso” del PJ le han permitido
beneficiarse con ese perfil multitarget que combina dosis de crítica y
reconocimiento al gobierno, lejos del discurso netamente detractor de otros
opositores de ese distrito, como el en su momento exitoso Francisco de Narváez.
Pero esa condición de exitoso surfeador
de tendencias de Massa entra ahora en terreno de prueba, dado que la dinámica de la campaña a
desarrollarse de aquí hasta las PASO (11 de agosto) y desde ahí a las elecciones
generales (27 de octubre) lo pone en el fuego cruzado del oficialismo (cuya comunicación
apuntará a dejar bien en claro que el candidato oficialista es Martín
Insaurralde, no Sergio Massa) y de la oposición (con competidores como
Francisco de Narváez, que procura asociar a Massa al kirchnerismo y poner en
duda su condición de opositor, y también con aliados como Mauricio Macri y el
PRO, que reclama de Massa el reconocimiento de su carácter de socios
electorales). En ese proceso, es muy probable que se produzcan movimientos de
la intención de voto como el que ya se insinúa: según la consultora Poliarquía,
el candidato a diputado nacional del Frente para la Victoria Martín
Insaurralde, acortó la diferencia que las primeras encuestas conocidas tras el cierre
de listas le llevaba el aspirante del Frente Renovador, Sergio Massa. Y de esos
11 puntos iniciales en favor del intendente de Tigre, ahora la distancia se
recortó a entre 7 y 8 puntos porcentuales. El director de Poliarquía, Fabián Perechodnik,
afirmó que “ha
habido un reducción de la diferencia entre Massa e Insaurralde”, indicó el
consultor. “No ha habido cambio drástico,
pero antes nosotros habíamos dado una diferencia de casi 11 puntos (33 a 22%) y
estimamos que hay una reducción entre 3% y 4 %”, subrayó. Perechodnik
estimó que el candidato oficialista “ha
recuperado posicionamiento” y lo vinculó a que fue incrementando “su nivel de conocimiento”.
Para el director de Poliarquía, la
brecha entre los candidatos se acortó: “Massa arrancó en un punto alto producto de la
expectativa que había generado, y ha tenido un crecimiento muy leve pero
todavía conserva una brecha importante en torno a 7 u 8 puntos de diferencia”.
Si bien Insaurralde logró acortar distancias con Massa, los consultores
consideran que aún es prematuro hablar de una tendencia definitiva de cara al
del 11 de agosto, aunque este cambio de tendencia fue celebrado en el
oficialismo, que apuesta a un empate técnico en las PASO. La mejoría en la intención de voto del intendente
de Lomas de Zamora estaría, como indican los datos, muy asociada al incremento en su nivel de conocimiento,
ya que hasta hace unos días atrás el 65% de los bonaerenses decía desconocer
quién era el candidato oficialista.