Como en 2009, el FPV alcanzó en las elecciones legislativas
celebradas ayer un tercio de los votos a nivel nacional, lo que lo ubica en
posición de primera minoría nacional con guarismos considerables para una
fuerza que cumple una década en el poder. Sin embargo, el balance es desfavorable
en acompañamiento del oficialismo, dado que el FPV antes de las primarias una elección
mejor que la del 2009, la que había sido la más magra en acompañamiento en elecciones
legislativas de medio término. La referencia comparativa son los comicios de
2005, cuando el FPV y sus aliados rondaron el 40% de los votos en todo el país,
y no las elecciones ejecutivas del 2007, cuando CFK obtuvo el 45% de los votos,
ni las presidenciales de 2011, cuando obtuvo el 54%.
Las legislativas de este año comparten con las elecciones ejecutivas
de 2011, sin embargo, un elemento de análisis: confirman inductivamente que las
tendencias que se insinúan en las elecciones primarias tienden a confirmarse en
las elecciones generales, más allá de algún matiz. Esto es, existe un
componente de inercia en el comportamiento electoral, que gravita más
fuertemente que el plano de volatilidad. Así, en las elecciones de ayer el
malestar con el oficialismo en los distritos de mayor peso electoral se
confirmó, del mismo modo que en 2011 la decisiva ventaja lograda por CFK en las
Paso de ese año resultó más abultada en los comicios generales. Agosto, en ese sentido, fue tanto en 2011 como
en 2013 una foto anticipada de octubre, con menos matices que coincidencias.
Con la peculiaridad de una campaña en cuyo cierre estuvo ausente
CFK, en Buenos Aires el protagonismo de Scioli no bastó para impedir una
categórica victoria de Sergio Massa por unos 12 puntos frente al FPV (casi 44% frente a
32%). La victoria de Massa, decíamos en entradas anteriores, era previsible
dado el proceso concurrente de dos fenómenos de opinión pública: el llamado
efecto de voto útil contra el kirchnerismo
(esto es, electores que luego de las primarias decidían volcar su voto
por el tigrense en lugar de hacerlo por otros candidatos de perfil opositor, al
identificar claramente a ese candidato como la mejor herramienta de voto
castigo al FPV) y, por otro lado, el llamado efecto del carro ganador, es
decir, electores que se vuelcan al candidato victorioso en las Paso para
arroparse en la opinión de la mayoría. Más allá de la mejora oficialista
respecto de las Paso, que en determinado momento de la campaña recortó la
ventaja por debajo de los dos dígitos, finalmente el comportamiento termina
traduciendo el efecto inercial del proceso de opinión pública que le subyace.
El resultado de provincia de Buenos Aires es el más significativo,
no sólo por el peso de ese distrito en el total del padrón electoral (37%),
sino porque, a diferencia del 2009, en el mismo se expresó con más intensidad
el desgaste y malestar con el oficialismo: en 2009, el FPV (con Néstor Kirchner
y Daniel Scioli en las boletas) el oficialismo había perdido en ese distrito
por apenas 2 puntos. En Capital Federal, en cambio, el FPV, aun perdidoso, logró
resultados mejores que los del 2009 (21% contra 11% en Diputados nacionales),
al igual que en Córdoba (15% contra 9%) y Santa Fe (23% contra 17%). En esos
tres distritos, asimismo, ganaron los oficialismos gobernantes: muy
holgadamente en Santa Fe (42% para el Frente Progresista liderado por Binner,
seguido por el 27% del PRO), más estrechamente en Capital Federal (34% en
diputados nacionales contra 32% de UNEN, con más ventaja del PRO en senadores,
ya que Michetti logró el 39% contra casi 28% de UNEN), y magra en Córdoba (casi
27% de UPC contra casi 23% de la UCR).
Estos cuatro distritos son los de mayor gravitación en la
sumatoria nacional que coloca al FPV con 33,15%, escoltado por la UCR, el
socialismo y aliados (21,38%) y el Frente Renovador y aliados, que completa el
podio con 17,03% de los votos. El lugar logrado por esta última fuerza de carácter
eminentemente distrital, a comparación del despliegue nacional más amplio del
FPV y el frente panradical-socialista, pone en evidencia el carácter
fragmentado de la expresión del voto en estas elecciones.
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