miércoles, 19 de marzo de 2014

Demandas nuevas, demandas resignificadas (1)

La opinión pública se movió incesantemente en oscilaciones más o menos bruscas (las he caracterizado en mi libro La Argentina bipolar), ajustando sus prioridades a los problemas de cada hora. A su vez, los gobiernos tendieron a mostrarse rígidos e inflexibles en su propia agenda. En ese juego entre la sociedad y sus gobiernos se generaron ciclos de entusiasmo y optimismo seguidos de ciclos de frustración y pesimismo. En estos treinta años no se establecieron otros consensos sociales básicos, que son la base de una mínima estabilidad de las políticas públicas en los sistemas democráticos”, sostiene Manuel Mora y Araujo.

La tesis del sociólogo es que hay una constante que atraviesa transversalmente los 30 años de democracia: el recurrente desajuste entre la agenda de la gente (los temas que la población considera prioritarios en cada momento) y la de los gobernantes. “La sociedad va cambiando fluidamente sus demandas, los gobiernos se aferran a la agenda con la cual ganan una elección. El resultado es un ciclo repetido, en el que se pasa de un gran entusiasmo inicial con cada gobierno electo a la frustración y el fastidio”. Mora y Araujo repasa las presidencias desde 1983 para sostener esa tesis: Alfonsín propuso establecer una democracia libre de factores de poder corporativos, y entusiasmó, pero años después no pudo resolver el problema de la inflación; Menem llegó al triunfo montado en esa decepción, fue exitoso en combatir la inflación, pero generó problemas nuevos (como el desempleo, anota Mora y Araujo; corrupción, deuda, pérdida del patrimonio público, agregamos nosotros, sin pretender agotar la lista), “hasta que sobrevino el divorcio”; eso que allanó el camino a la experiencia de la Alianza encabezada por De la Rúa -efímera y sonoramente fracasada, que abrió la senda para el regreso del PJ al poder, primero con el interinato de Eduardo Duhalde y luego con la asunción de Néstor Kirchner-.

Según Mora y Araujo, “Néstor Kirchner asumió en un país que salía de una profunda crisis pero con una economía ya en recuperación, y continuó por ese camino”. Agregamos nosotros: la primera etapa del kirchnerismo también se montó sobre la necesidad de reconstruir el poder de la figura presidencial (fuertemente erosionada en la experiencia de la Alianza), lo cual hizo de manera exitosa. Sin embargo, ese mismo fortalecimiento es el que genera más tarde gran parte de los cuestionamientos. “Hasta que sobrevino el divorcio”, escribe el sociólogo más arriba; la analogía es pertinente, ya que se refiere a patrones vinculares que resultan aplicables tanto a nivel micro como macro: muchas parejas se separan por lo mismo que en su momento se juntaron, del mismo modo que en opinión pública lo que primero aparece como virtud de un gobierno, luego es decodificado como exceso.

Lo que subyace en el planteo es un problema de desacople de agenda: hoy Cristina, ayer Alfonsín y Menem, en síntesis, la figura presidencial en cada etapa, fueron votadas por el electorado para que resolviera determinado orden de problemas (con cierto foco). Sin embargo pero la coyuntura funciona como un blanco móvil que en algún momento le quita valor a los logros pasados y, en cambio, plantea nuevos desafíos emergentes o bien resignifica (por no decir resemantiza) las antiguas demandas: donde antes se privilegiaba la institucionalidad luego se pondera el orden económico (le pasó a Alfonsín), donde antes se premiaba la estabilidad después se cuestiona el costo con que se logró la misma (Menem). Otro tanto sucede con el kirchnerismo: para el sociólogo, la agenda K estuvo inicialmente orientada hacia sectores de la clase media (derechos humanos, subsidios a los servicios públicos) y fue reorientando su objetivo hacia los sectores más pobres. Sin embargo, el kirchnerismo fue sorprendido, según el autor, por "la nueva demanda de seguridad y no pudo manejar las necesidades sociales de mantener la inflación bajo control". 

2 comentarios:

  1. Que lástima que Mora y Araujo no tenga una revisión de sus propias premisas, ya que en los últimos años la agenda de la gente lleva de las narices al gobierno, y esta inversión es la que ha permitido que los opositores ganen visibilidad como "portavoces" de lo que sigue por hacer (estrategia de la complementariedad). Por otro lado, el tema de la demanda no es tan lineal como lo intenta proponer MyA insistentemente, dejando de lado los efectos del mundo sobre las políticas de un estado, sería importante reconocer que cada significante de demanda atraviesa de un ciclo en el sentido, es decir, es originalmente vacío y luego a medida que adquiere sentido se va logrando su carácter hegemónico, este ciclo nunca es tan fácil de estimar. Debiera quizás MyA, pero ya esta muy vetusto para hacerlo, leer La Razón Populista de Ernesto Laclau, o porque no dedicarse a disfrutar de sus nietos.

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  2. Gracias por el aporte, Marina! (más allá de la dureza contra Mya)... saludos!

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