viernes, 29 de diciembre de 2017

Oficialismo y oposición: gobernabilidad y posicionamientos de cara al 2019

En el siguiente análisis de la politóloga María Casullo pueden encontrarse pistas respecto a la dinámica político-electoral de cara al 2019 y a quién puede capitalizar un desgaste del oficialismo. “¿Qué tiene que hacer el peronismo? Yo no lo puedo resolver, pero sí puedo decir que lo primero que va a tener que ser, en algún momento, es opositor. Porque en toda América Latina, con la crisis de las identidades partidarias e ideológicas, los sistemas políticos se estructuran primero que nada como gobierno y oposición. Se vio claro durante el kirchnerismo y creo que se va a ver durante el macrismo. Cuando la oposición al kirchnerismo la encarnó Binner lo votaron a Binner y cuando la encarnó Macri lo votaron a Macri. Lo que importa es quién encarna la oposición”. Pues bien, tanto por datos de encuestas como por caudal de votos en las elecciones de este año, está claro que hoy la principal figura opositora es CFK. La politóloga María Casullo agrega sobre la ex presidenta algunos elementos que refuerzan la hipótesis expuesta al cierre del post anterior respecto a la dinámica político-electoral de cara al 2019. “Cristina puede decir 'me quedo en el Senado y no soy candidata'. Pero tendría que haber ciertas condiciones, con un arreglo muy explícito. Porque los votos de Cristina -muchos o pocos- son de ella. El peronismo siempre ha solucionado esto con la aparición de un nuevo liderazgo: es un partido carismático-serial. Aparece un líder, se verticalizan todos. Se va a ese líder, una crisis hasta que aparece otro líder. Esta situación es rara porque nunca había habido un líder como Cristina, que se mantiene como figura relevante después del poder, simplemente por los votos que tiene. Tendría que aparecer un liderazgo más fuerte y desafiante, que la trascienda. Eso no existe hasta ahora. Con esa cantidad de votos que no es mayoritaria pero no es despreciable, Cristina no es aceptada como líder indiscutida y tenés un conjunto de gente que se presenta como posibles líderes pero no han demostrado ser locomotoras electorales y que más bien pierden hasta en sus distritos”

Como venimos apuntando, aquellos referentes del espacio pan-justicialista que aspiraban a mantenerse por fuera de la grieta cayeron víctimas de la polarización (la "MaCris") este año, con lo cual quedaron desdibujados como alternativa opositora y tampoco pudieron jubilar a la ex presidenta del tablero, por lo que ella subsiste como principal referencia del espacio. Así como Mauricio Macri capitalizó el antikirchnerismo mejor que las figuras alternativas, así también hoy CFK es la principal referencia “anti-Cambiemos”. Esto sugiere que de cara al 2019 nuevamente será “la Macris” (la polarización en torno a Macri y CFK) la principal disputa ordenadora del escenario nacional, planteando la posibilidad de que se conformen dos polos, uno de centroderecha y otro de centroizquierda. También se articula con ese análisis la desaparición de las “terceras vías”, que Casullo apuntaba oportunamente. “Mi hipótesis es que una parte del progresismo se integra a Cambiemos después de 12 años en los que finalmente pesa más la identidad antiperonista o antikirchnerista que la identidad progresista. Llegan a la centroderecha a partir de decir lo que realmente me importa es sacar al kirchnerismo. La otra parte se integró al kirchnerismo”

Ahora bien, los datos de las encuestas recientes sobre la reforma jubilatoria muestran un consenso negativo en torno a ella. Esto es, aquí no hay grieta en el sentido de polarización, sino mayorías robustas en contra de la medida del oficialismo. A los datos que vimos oportunamente (estudios de Rouvier y Asociados, CEOP y D´Alessio IROL/Berensztein) se agregaron otras mediciones. Por caso, la consultora Ágora midió la opinión pública en Capital y Gran Buenos Aires (GBA) entre el 14 y el 20 de diciembre, sobre una muestra de 1.200 casos. Al preguntar sobre la reforma previsional, un 65% se mostró en desacuerdo, con dos matices: un 47% expresó un rechazo total y un 18% se manifestó “algo en desacuerdo”. Apenas un 17% respondió que estaba "algo de acuerdo" y sólo un 12% se mostró nítidamente a favor. En la misma línea, una encuesta de la consultora Analogías reportó un rechazo al ajuste previsional profundo y transversal sobre diversos segmentos sociales y superior al 68% (ver datos arriba; click para agrandar). Este relevamiento fue realizado en el ámbito del GBA los días 15 y 16 de diciembre en los 28 municipios que integran el conurbano, sobre una muestra de 1.680 casos efectivos, mediante entrevistas telefónicas. Asimismo, el  rechazo a la idea de afectar las jubilaciones se mantiene por encima del 80%, parejo en todos los segmentos de edad y nivel educativo relevados. Con casi 9 de cada 10 vecinos al tanto de los hechos ocurridos el jueves en la Cámara de Diputados frente a la sesión convocada para tratar el proyecto, se pone de manifiesto el elevado impacto que generó el issue. En ese sentido, entre los entrevistados se impone la idea de que el Gobierno de Mauricio Macri fue “incapaz de manejar el conflicto” generado por el proyecto de reforma. El porcentaje que opina así es parejo por edad y creciente por nivel educativo. Asimismo, más del 50% considera que la suspensión del tratamientos y las protestas fueron un revés para el gobierno nacional. Asimismo, casi un 75% se oponía a un eventual decreto que impusiera el proyecto (que finalmente no fue necesario). De igual modo, los entrevistados consideraron mayoritariamente que el gobierno de Macri actuó represivamente contra las movilizaciones sociales, a propósito de los violentos hechos ocurridos en las inmediaciones del Congreso cuando el jueves 14 de diciembre cayó la sesión por la reforma previsional. 

Si el rechazo a medidas clave como la reforma jubilatoria escapa a la grieta, entonces podemos estar ante un momento bisagra: la hipótesis principal de la mayoría de los análisis poselectorales del año que recién termina partía de situar a Cambiemos en torno al 40% de los votos a nivel nacional y en presuponer un espacio-panjusticialista dividido, como se vio en las PASO y las generales del 2017. Esto podría ser problematizado doblemente: 1) por descenso de Cambiemos 2) por tendencias de reunificación del electorado opositor a partir del impacto socioeconómico de las medidas de Cambiemos. Como apuntó Ignacio Ramírez (Isonomía), el desacuerdo con la reforma previsional es “una reacción crítica expandida de manera transversal en todos los segmentos. Esta medida, además, interrumpe una regularidad: la simpatía que suelen suscitar las iniciativas oficialistas entre los mayores de 55 años”. En la misma línea, antes de la sanción de la ley, Juan Amorín marcaba: “de aprobarse la reforma previsional, el Gobierno perjudicará al sector etario que más lo apoya: los jubilados. Casi el 50% acompañó con su voto a Cambiemos en la Provincia según el sondeo de QueryArgentina” (ver gráfico abajo; click para agrandar). 



jueves, 28 de diciembre de 2017

El costo político de las reformas y su relevancia de cara al 2019

En una serie de entradas recientes, la última de las cuales titulamos como “Hacia el 2019: ¿presos en "la MaCris"?”, planteábamos que este año hubo  “gobernadores del PJ y referentes del espacio pan-justicialista que hicieron una doble apuesta: 1) jubilar a CFK del escenario político 2) enfrentar y vencer a Cambiemos desde una condición de “opo-oficialistas”. Puestos por sí mismos en esa suerte de “no lugar”, quedaron presos de “la MaCris” (la polarización entre Cambiemos y CFK): no pudieron lo primero, ni tampoco lo segundo”. La dinámica en la discusión de la reforma previsional mostró en gran parte una reedición de esa dinámica. Como apuntó oportunamente Ezequiel Rudman, “La presunta ‘liga’ de gobernadores quedó así explícitamente fracturada. De un lado, el trío de "traidores" al acuerdo Nación-Provincias que incluía también el acuerdo fiscal y la reforma tributaria. Del otro, el ´Grupo Fernet´ de mandatarios aliados encabezados por el cordobés Juan Schiaretti (…) El misionero Hugo Passalacqua se afianzó en el círculo íntimo presidencial. Junto a su par de Córdoba aportaron nueve votos determinantes para sancionar la ley. En el ´Club del Fernet´ también se acomodaron el entrerriano Gustavo Bordet, el tucumano Juan Manzur -premiado con el freno de la suba de impuestos a bebidas azucaradas-, el chaqueño Domingo Peppo y el neuquino Omar Gutiérrez.  Del otro lado del Jordán, al tope de la lista negra que irritó a Macri y Frigerio están Zamora, Casas y Uñac. Los diputados que presuntamente respondían al gobernador de San Juan se desmarcaron y votaron en contra junto a José Luis Gioja, del Frente para la Victoria. Tampoco aportaron quórum. No hubo ningún voto del peronismo sanjuanino afirmativo. Casas sufrió la interna peronista de La Rioja con Luis Beder Herrera, su antecesor, quien bloqueó el apoyo de votos justicialistas al proyecto de Cambiemos. Zamora tampoco respondió. Maneja un mini bloque de seis legisladores. Sólo uno votó a favor. El mandatario ni siquiera pudo comprometer el apoyo de su esposa, Claudia Ledesma”

Así, hubo una división entre los gobernadores de signos políticos distintos a Cambiemos: una parte de ellos (el Grupo Fernet) se ajustó al patrón que Julio Burdman expuso en su artículo La oposición imposible. “El reservorio de presidenciables está en las provincias, pero una vez que los ciclos terminan. Mientras tanto, la dirigencia nacional, verdaderamente nacional, se reduce al Presidente, a alguna figura que tiene una campaña nacional encima y logró gracias a ello nacionalizarse, y no muchos más. Los gobernadores, mientras tanto, necesitan llevarse bien con el Presidente, que es quien firma sus cheques. Y quieren que al Presidente le vaya bien, porque sus ciclos están sincronizados. Estos gobernadores peronistas van a ayudar a Mauricio Macri a gobernar. Como los gobernadores radicales ayudaron a Kirchner. Como los gobernadores peronistas ayudaron a Menem”. Entraron en ese patrón "opo-oficialista" enfocado en la gobernabilidad mutua Schiaretti, Bordet, Manzur, Peppo y Gutiérrez. En cambio, se salieron del patrón Zamora, Casas y Uñac, confirmándose como opositores (al menos, los legisladores nacionales de sus provincias). Hay otro dato clave detrás de esos alineamientos: en el primer grupo de 5, casi todos perdieron la elección en sus provincias frente a Cambiemos, a excepción de Manzur, y por brechas contundentes, lo que implica que ser opo-oficialista no resulta rentable electoralmente (aunque pueda aportar a la gestión). En los segundos tres, casi todos ganaron, con excepción de Casas, que estuvo muy cerca: su lista de diputados nacionales quedó detrás de la de Cambiemos por apenas 0,6 puntos porcentuales. Las de Uñac y Zamora ganaron con contundencia, con brechas de casi 32 puntos en el primer caso y de casi 52 puntos en el segundo caso. Conclusión: resulta más rentable electoralmente ser opositor a Cambiemos que opo-oficialista. 

Oportunamente, Carlos Pagni había planteado el desafío que suponía para Macri tener que “aprobar sus reformas con el voto de las víctimas de esas reformas” (en referencia a los gobernadores y gremialistas, mayoritariamente peronistas). Hay algo de dinámica del tipo “síndrome de Estocolmo”, en el sentido de que a muchos gobernadores del PJ con caudal importante y aspiraciones les cuesta sustraerse de la polarización y, puestos en el dilema de “la Macris”, caen víctimas de Cambiemos en sus propias provincias. Es cierto que el principal clivaje territorial de la elección de este año fue el nacional, pero sería un pecado de ingenuidad por parte de los gobernadores “opo-oficialistas” creer que una buena sintonía de gobernabilidad con el presidente Macri los preservaría de una eventual ola amarilla cuando en 2019 se disputen las gobernaciones provinciales. Según María Casullo, el peor error que puede cometer la oposición a Cambiemos es “no ver el manejo político y las ambiciones que tiene Cambiemos en todo el país. Demostraron que quieren ganar en todas las provincias, a los gobernadores que son adversarios y a los que son aliados también les quiere ganar y les va a ganar. Salieron a disputarle a los aliados como Schiaretti incluso más duramente. Es interesante porque el kirchnerismo sí hacía algunos de estos arreglos con gobernadores que aparecían como aliados no kirchneristas”.

Los datos de las encuestas conocidas hasta ahora indican que el mayor costo político por la reforma jubilatoria lo está pagando el presidente Mauricio Macri, es decir Cambiemos. Incluso antes de la discusión de esa reforma, ya había estudios que anticipaban la erosión de capital político que ocasionaría al oficialismo el paquete de leyes enviado al Congreso. El consultor Gustavo Córdoba evaluaba que “con tratamiento parlamentario, el trío de reformas laboral, fiscal y fundamentalmente la previsional, asoman como un costo político importante para el gobierno”: un 46,6% evaluaba que esos cambios provocarían una crisis, contra un 38,8% que se inclinaba por la opinión de que impulsarían la economía. Un 14,6% no se pronunciaba por ninguna de las dos alternativas de respuesta (ver datos arriba; click para agrandar). Con guarismos nacionales desfavorables entre el 70% y el 80% por ciento respecto a la reforma previsional luego de la discusión parlamentaria y las protestas (según tres estudios de alcance nacional que citamos en posts anteriores), está claro que ese 47% de opiniones negativas hoy se quedaría corto. La pregunta es si el costo político lo sigue pagando sólo el oficialismo, o si parte del mismo se “coparticipa” entre los gobernadores “opo-oficialistas”. Y esto dispara otra pregunta: ¿quién está en condiciones de capitalizar ese desgaste? 

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Cambiemos vs Kirchnerismo: sesgos de clase

La caída de 9 puntos porcentuales que registró el CEOP en la imagen presidencial se agrega al dato de otras encuestas que, aunque sin identificar la consultora, apuntaban también una merma. Según una nota reciente de Marcelo Bonelli, “la imagen presidencial cayó todo lo que había subido después de las elecciones. Hubo una baja de 8 puntos hasta el viernes pasado (en referencia al 15 de diciembre). Esta semana bajó otro escalón: en total 12 puntos. Se trata de un traspié similar al que sufrió cuando el Gobierno cometió múltiples errores con el tarifazo. Eso lo llevó a hablar el martes. Hasta último momento, la reforma previsional enfrentó situaciones de alta tensión”. En cualquier caso, en dos semanas las mediciones de cierre de imagen presidencial que se habían dado a conocer antes de esos hechos quedaron desactualizadas. Incluso en un distrito muy favorable a Macri, como es provincia de Córdoba, se sintió el bajón: según la última encuesta provincial realizada por la consultora Delfos, la imagen positiva de la gestión nacional cayó del 38% al 29%, mientras que la regular pasó de 31% a 34% y la negativa de 29% a 34% (ver datos arriba; click para agrandar). 

El estudio del CEOP también indagó el impacto de los cacerolazos: el 65,9%  por ciento de los consultados se mostró de acuerdo con esas protestas, y apenas el 32,1% en desacuerdo, un guarismo que está en el orden de magnitud de los votos obtenidos por Cambiemos en las PASO del 2015 (30%), bien por debajo del 51,34% que alcanzó Macri en el ballotage. Esto último pone en de manifiesto que también parte de los votantes de Cambiemos en segunda vuelta están a favor de los cacerolazos, algo palpable en la intensidad de esa protesta en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), bastión del PRO desde el 2007. Respecto a los hechos de violencia en Plaza Congreso, cuando el CEOP indagó sobre la responsabilidad en esos hechos, un 53% la adjudicó a las fuerzas de seguridad y el 44% a los manifestantes. "Otro dato clave es que se reafirma en el imaginario colectivo un pensamiento que ya se vino detectando a lo largo de sus dos años de gestión: ‘este es un gobierno de ricos para los ricos’. Esa opinión, al día de hoy, involucra a alrededor del 70 por ciento de los argentinos, y es otro de los factores que influyen notoriamente en la conformación del humor social adverso”, apunta Bacman (ver datos abajo; click para agrandar).

Este dato perceptivo también apoya nuestra tesis de Cambiemos como “voto no positivo” respecto del kirchnerismo; esto es, como contracara del gobierno anterior. Ya en febrero de 2016, un estudio de Ibarómetro anticipó ese sesgo clasista en la percepción de la opinión pública. Interrogados sobre a qué clase social favorecía el macrismo, por entonces casi un 45% de los argentinos (44,8%) respondía que a la clase alta; en mucho menor porcentaje, la clase media (32%) y, claramente relegada, la clase baja (casi 11%: 10,9%), en tanto, un 12,3% no sabía o no respondía. Por contrapartida, interrogados sobre a qué clase social favorecía el kirchnerismo, casi un 40% (39,5%) respondía que a la clase baja; en mucho menor porcentaje, la clase alta (27,1%) y, claramente relegada, la clase media (18,1%), en tanto que un 15,3% no sabía o no contestaba. Estos datos confirmaban el sesgo “acomodado” del programa político de Cambiemos/PRO, dado que la clase alta aparecía perceptivamente como la principal beneficiada por la agenda llevada adelante hasta ese momento por Macri (con un porcentual muy alto, cercano a la mitad de las respuestas). En el otro extremo de la escala social, la clase baja se veía claramente postergada. Por contrapartida, las percepciones confirmaban el sesgo “popular” del kirchnerismo, que ubica a la clase baja como la más beneficiada por sus programas (casi 4 de cada 10 respuestas). 

Ese clivaje antitético en términos de clase se articula con la dinámica “agonal” que en su momento constituyó al kirchnerismo como oficialismo y al macrismo como oposición. Como apunta María Casullo, “la construcción de una oposición nucleante tiene que estar articulada alrededor de la promesa de que si te votan, tal vez no hoy pero sí mañana, vos vas a construir para ganar. Y creo que esto fue una de las cosas que hizo bien el macrismo. Desde que gana en 2007 en la ciudad, el macrismo se planta como opositor al kirchnerismo desde el minuto uno y como construyendo para llevar a Macri a la presidencia. Cambia campaña, cambia discurso, Macri se afeita el bigote, se humaniza con la esposa, promete que no va a privatizar Aerolíneas, prueba mensajes y estéticas, pero hay dos cosas que nunca cambia: es antikirchnerista y te dice si vos me apoyas en algún momento Mauricio Macri va a ser presidente. Y yo creo que esa tiene que ser la centralidad de cualquier fuerza opositora”. Esto plantea también algunas pistas respecto a la dinámica político-electoral de cara al 2019. 

"¿Quién se benefició más en estos dos años?"



martes, 26 de diciembre de 2017

La reforma jubilatoria en la opinión pública y Cambiemos como voto “no positivo”

Cerrábamos el post anterior problematizando la afirmación de Pablo Knopoff, director de Isonomía, que hablaba del “fin del macrismo” y el nacimiento de Cambiemos. ¿Por qué? En primer lugar, porque coincidimos con lo afirmado oportunamente por la politóloga María Esperanza Casullo en el sentido de que de “la UCR no tiene al parecer un lugar en la mesa de decisión de Cambiemos, que es muy pequeña, muy centralizada, y muy PRO-pura. Segundo, en las Paso de este año el PRO recusó judicialmente a las listas internas que presentaron sectores de la UCR ‘orgánica’ en varias provincias y bloqueó la competencia interna o sólo la admitió (como en Neuquén) porque lo dijo la Justicia. Sin ir más lejos, no admitió internas en la ciudad de Buenos Aires, su distrito estrella, y expulsó al sector de Lousteau. Tercero, la UCR no ha planteado hasta ahora una agenda legislativa o de gobierno diferenciada, basada en su temas históricos, como puede ser la universidad pública o la salud pública. O la expansión de los derechos sociales universales”. Así, Cambiemos puede ser un sello eficaz electoralmente, pero en la esencia es PRO, y por lo tanto macrismo. No hay un fin del macrismo, como propone Knopoff, sino un refuerzo de esa identidad, incluso a costa de la radical tradicional, ya que Cambiemos se hizo primera minoría captando precisamente a esos electores huérfanos. 

El segundo motivo parte de lo apuntado por el politólogo Mario Riorda, aunque en nuestro caso llevamos el argumento más lejos. Él plantea que “Mauricio Macri sigue representando cambio. Desde todo punto de vista. Y cambio de políticas es lo que se espera”. Ahora bien, ¿cambio respecto a qué? Porque en caso contrario, se cae en el “significante vacío”. La respuesta es bien sencilla: cambio respecto al gobierno anterior, es decir, al kirchnerismo. Es decir, Cambiemos es, en esencia, antikirchnerismo. En nuestra opinión, Cambiemos y el macrismo aún no han superado su definición como “oposición” al gobierno anterior. En este sentido, el suyo sigue siendo un voto como el de Julio Cobos en 2008: en esencia, un voto “no positivo”, lo que se expresa también territorialmente, con una distribución geográfica muy similar al del voto filo zona núcleo sojera (“soy power”) de las legislativas del 2009. Y aquí volvemos a Riorda: “Cambiemos tiene ahora un desafío, que es superar su identidad como contracara del kirchnerismo, para mostrar políticas que solidifiquen la expectativa del cambio expresada contundentemente en votos”.

El acompañamiento a Cambiemos este año también fue un “voto no positivo”: no volver a lo anterior y no cambiar de caballo en medio del río. Pero, cuando el gobierno plasma sus políticas de manera más nítida, cuando llena de contenido el significante negativo, sucede lo que sucedió con la reforma previsional: choca contra una idiosincrasia que no ha cambiado en la medida en que lo requeriría su programa de gobierno. Al rechazo ya medido y explicitado en los estudios de la UNSAM, de Rouvier y Asociados y de D'Alessio IROL/Berensztein en las entradas que vimos recientemente, se agregaron otras mediciones, una de las cuales también relevó el impacto de la reforma en la imagen del gobierno. Se trata de una encuesta telefónica realizada por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), dirigida por el sociólogo Roberto Bacman, sobre una muestra de 1.200 ciudadanos de todo el país, respetando las proporciones por edad, sexo y nivel económico social. El estudio se terminó de procesar el sábado 23 de diciembre. Según Bacman, “casi tres de cada cuatro habitantes de nuestro país están profundamente convencidos que esta ley no hará más que perjudicar abiertamente a los pasivos. En síntesis, un abierto rechazo por parte de la sociedad en su conjunto, además de los propios jubilados (ver datos arriba; click para agrandar)

De acuerdo a la mirada del consultor, "Desde el punto de vista ideológico es más que esperable que los pertenecientes al segmento de los opositores se manifiesten abiertamente en contra. Pero sorprende el rechazo que produce entre los independientes (siete de cada diez) y hasta en el propio electorado que optó por Mauricio Macri en el ballotage, donde redondea algo más del 40 por ciento de oposición (…) la gente está convencida que más que una reforma integral al sistema jubilatorio, lo que se ha votado ha sido un verdadero ajuste. De tal modo lo afirman seis de cada diez encuestados. Realmente contundente, en especial porque los ciudadanos piensan que el dinero debe salir de otro lado, no de los jubilados (…) No quedan dudas que esta ley se aprobó en un clima social crítico y en un contexto de preocupación y rechazo. De uno u otro modo el gobierno quedó atrapado en la telaraña de su propio proyecto: es percibido como el principal responsable y tal situación se traslada a la mayor parte de los indicadores .La popularidad de Mauricio Macri ha recibido un fuerte golpe: ha descendido alrededor de nueve puntos porcentuales en relación a la medición de la primera semana de noviembre, cuando aún festejaba el triunfo en las elecciones legislativas de medio término. Los que ahora opinan mal o muy mal del presidente suman el 54,8 por ciento, en comparación con los que opinan bien o muy bien, que son el 43,4. Es una caída fuertísima respecto de noviembre, cuando los que aprobaban a Macri eran el 52,5 por ciento” (ver datos abajo; click para agrandar). 



viernes, 22 de diciembre de 2017

El impacto de la reforma jubilatoria en la opinión pública y la discusión sobre el clima de época

Así, al menos en el plano de las posturas en torno a “más estado o más mercado” y en los valores dominantes sobre la jubilación, no aparece un quiebre en la opinión pública que sugiera el advenimiento de un clima de época. Más bien al contrario, aparecen continuidades idiosincráticas. El desacuerdo con la reforma jubilatoria fue confirmado por una tercera medición, en este caso realizada por D'Alessio IROL junto a Sergio Berensztein. Según el Tracking de Humor Social y Político, el 85% de los argentinos cree que la reforma "es mala". Como matiz, ese porcentaje se compone por un 55% que considera que es "mala e innecesaria", mientras que un 30% que cree que es mala, pero necesaria. En tanto, apenas un 15% respalda la nueva ley y la califica como "buena" (ver datos arriba; click para agrandar). 

Más allá del matiz señalado, hay una mayoría neta desfavorable a la medida, que trasciende a “la grieta”. Esto es, incluso votantes de Cambiemos expresan su desacuerdo con la reforma jubilatoria. En las mediciones de la UNSAM y Rouvier, la proporción de desacuerdo era aún mayor: casi 66% en el primer caso y 76% en el segundo. Si "forzáramos" un promedio desfavorable con tres mediciones distintas pero sobre el mismo tema, sería del 66%, bien contundente. En el caso del Tracking de Humor Social y Político, la proporción de electores que respalda la reforma (sólo 15%) está por debajo del orden de magnitud de los votos que obtuvo Mauricio Macri en las PASO del 2015: 24%. En otro orden, el 50% cree que el Gobierno quedó "debilitado" tras la sanción de la reforma, mientras que para el 28% se fortaleció: esta cifra está en el orden de magnitud de los votos obtenidos por Cambiemos en las primarias del 2015 (ver datos abajo; click para agrandar). Respecto a los cacerolazos, el 62% considera que fueron espontáneos y un 54% cree que golpearon la imagen de la gestión de Mauricio Macri. En otro orden, a diferencia de lo que respondieron sobre esas protestas callejeras, el 73% respondió que los incidentes ocurridos en las inmediaciones del Congreso mientras se discutía la ley fueron "planificados" y sólo un 13% opinó que fueron espontáneos. 

Al menos en esos dos indicadores clave, el cambio cultural que podría alumbrar un clima de época y trascender a un clima de opinión todavía está por verse. Otro tanto puede decirse de si las políticas de Cambiemos se plasman en favor o no de los argentinos, otro de los desafíos que marcaba Mario Riorda. Según un relevamiento de Isonomía anterior a la reforma jubilatoria, el capital político de Mauricio Macri sigue estando más atado a la expectativa a futuro que en la evaluación del presente. Es decir, la mayoría de los argentinos cree que Macri no cumplió, pero que hay que darle tiempo para que pueda hacerlo. Esa porción, que está cerca de ser la mitad de la población (el resto se divide entre los que dicen que está cumpliendo y los que sostienen que no y que nunca lo hará), es lo que explica el gradualismo criticado a ambas puntas de los posicionamientos ideológicos y económicos más radicalizados.”Macri parece estar conforme con esta idea de anunciar que avanzará cinco pasos, ceder tres y terminar dando dos. Pero como su capital está puesto a futuro, el riesgo es grande porque el paso del tiempo juega en su contra, ya que el porvenir está todos los días un poco más cerca”, escribía oportunamente Roberto Battaglino. En apenas 15 días, el porvenir parece haber avanzado varias casillas, y el gobierno ha podido comprobar que la calle pone límites allí donde los resultados electorales de este año y los acuerdos de gobernabilidad con el PJ parecían insinuar una luz verde. 

En la lectura de Isonomía, el gobierno tiene a su favor haber ocupado la centralidad del escenario político y que su coalición se haya consolidado en términos electorales y de referencia social. En esta línea interpretativa, Cambiemos ha pasado a ser una marca más o menos fuerte en una sociedad cada vez menos apegada a identificaciones partidarias: el concepto es que la fortaleza de Macri estaba asociada a la adhesión a su figura, pero este año, vista la consolidación territorial de la coalición gobernante, el sello de Cambiemos ha comenzado a tener más protagonismo que el de su conductor. Pablo Knopoff, director de Isonomía, define a este fenómeno como “el fin del macrismo”. Sin embargo, esta afirmación puede problematizarse también a la luz de los resultados electorales del 2017. 



miércoles, 20 de diciembre de 2017

Hacia el 2019: ¿clima de opinión o clima de época?


Cerramos nuestro post anterior preguntándonos si las dos victorias electorales consecutivas de Cambiemos pueden ser leídas como un clima de opinión o como un clima de época. Según el politólogo y consultor Mario Riorda, el resultado electoral de este año se vincula a un clima de opinión que le dio al gobierno “un envión para acelerar. Los climas de opinión encuadran lo políticamente aceptado o lo rechazado (…) Pero un clima de opinión, el que explica el tan buen desempeño electoral de Cambiemos, no necesariamente habla de un clima de época (…) Son situaciones más estables. Es la experiencia de un clima cultural dominante que define una era, un periodo particular en la historia. Podría decirse que se refiere a la ética y moral de una era y un lugar, como también al espíritu colectivo de un tiempo y espacio como reflejo de su cultura. ¿Puede Cambiemos transformar ese clima de opinión en un clima de época? Sí, pero estará asociado a ver como sus políticas se plasman en favor o no de los argentinos. Lo cierto es que Mauricio Macri sigue representando cambio. Desde todo punto de vista. Y cambio de políticas es lo que se espera. Y si las expectativas eran grandes, ahora serán mayores. Pero para gestionar adecuadamente las expectativas, en general los gobiernos deben centrarse en la vida concreta de la gente. Y ahí Cambiemos está teniendo un déficit desde el resultado de sus políticas”

En este marco, para hablar de un cambio de época, Cambiemos necesitaría pasar de la etapa de la “gestión de las expectativas” + “la disputa con el pasado” a una nueva, en la que se pongan de manifiesto beneficios palpables en el “metro cuadrado” de la gente. Hasta ahora, eso no se advierte: aunque sin dudas este año hay un “rebote” de la actividad respecto al bajón del 2016, eso no alcanza a plasmarse en una mejora sustantiva de indicadores clave, como el de la desocupación. Según apuntó Alejandro Bercovich, esta sólo se redujo dos décimas en un año, y en la zona más afectada (Gran Buenos Aires, GBA) sigue por arriba del 10% (ver datos arriba; click para agrandar). 

Agrega Riorda: “El clima de época habla de la postura sobre más estado o más mercado; valores dominantes, esquemas de representación; cambios de hábitos que llevan tiempo en consolidarse; cambios de currículas educativas; nuevas conductas sociales; establecimiento de nuevas agendas de derechos u obligaciones; o movimientos culturales o sociales de gran intensidad. Tiene mucha relación con la ideología, más asociada a movimientos lentos más propios de los climas de época”. Tampoco en este plano se advierte un cambio de la idiosincrasia nacional. Según una investigación realizada en agosto de 2016, por el Centro de Estudios en Comunicación Aplicada (CECAP) de la Universidad Austral, el 61% de la población prefiere "un país donde la mayor parte de las cosas las hace el Estado", mientras que un 23% optó por las empresas privadas. 

En estos días, la agitación social por la reforma jubilatoria también puso en claro que hay una mayoría (transversal a “la grieta”) en contra de esa medida: según Ricardo Rouvier, sociólogo y director de Rouvier & Asociados, el Ejecutivo no leyó bien el "pulso" social antes de avanzar con la decisión. "La opinión pública mayoritariamente está en contra de la ley de reforma jubilatoria: lo hemos medido: el 76% de la población se opone", planteó el especialista, poniendo de manifiesto que no todos los que se movilizaron en contra de la iniciativa son necesariamente opositores al presidente Mauricio Macri. Con números similares, el Centro de Estudios del Trabajo y el Desarrollo (CETyD) de la UNSAM registró un desacuerdo de casi el 66% respecto a la medida, ahora convertida en ley (ver datos abajo; click para agrandar). El rechazo es fuerte incluso en distritos muy favorables a Cambiemos en las últimas dos elecciones, como es el caso de Córdoba, donde una reciente encuesta de la consultora Delfos arrojó que el 79% está en desacuerdo con aumentar la edad jubilatoria (contra sólo un 16% de acuerdo).  

En este marco, el riesgo para Cambiemos es que su representación quede acotada a la de una “oposición de la oposición”, es decir, a ejercer, como oficialismo, sólo una antítesis del kirchnerismo (hoy oposición y antes gobierno). Si es así, estaría autoencorsetándose como fenómeno acotado a un clima de opinión: una primera minoría circunstancial, con bajas chances de construir un clima de época más trascendente. Así, Riorda apunta que “Cambiemos tiene ahora un desafío, que es superar su identidad como contracara del kirchnerismo, para mostrar políticas que solidifiquen la expectativa del cambio expresada contundentemente en votos. A su modo, ha expresado un progresismo sostenido en expectativas que no tiene eje en la izquierda, sino en las inversiones y en el aumento de la productividad. Habrá que ver”.



martes, 28 de noviembre de 2017

Hacia el 2019: ¿presos en "la MaCris"?

Este año, el problema electoral se planteó para los gobernadores del PJ y referentes del espacio pan-justicialista que tuvieron una doble apuesta: 1) jubilar a CFK del escenario político 2) enfrentar y vencer a Cambiemos desde una condición de “opo-oficialistas”. Puestos por sí mismos en esa suerte de “no lugar”, quedaron presos de “la MaCris” (la polarización entre Cambiemos y CFK): no pudieron lo primero, ni tampoco lo segundo. Juan Urtubey, el gobernador que en su momento se autoproclamó presidenciable para el 2019, es el principal ejemplo: su lista no sólo perdió en Salta frente a Cambiemos por casi 46 mil votos de diferencia, sino que apenas aventajó al kirchnerismo por 10 mil votos. A su turno, la lista de Juan Schiaretti también fue derrotada por la de Cambiemos (por casi 18 puntos). La dinámica de la polarización que afectó fuerte a esos oficialismos provinciales también se puso de manifiesto en la suba de la participación electoral en ambos distritos entre las PASO y la elección general (ver gráfico arriba; click para agrandar). También quedó preso de “la MaCris” y corrió aún peor suerte electoral que esos gobernadores una  figuras del espacio pan-justicialista como Florencio Randazzo, que con el sello del PJ fue superado por Cambiemos y CFK; lo mismo le sucedió al "renovador" Sergio Massa con el sello de 1País, ambos en la estratégica provincia de Buenos Aires (PBA), otro distrito en el cual la polarización traccionó electoralmente y generó un incremento de la afluencia de electores (ver gráfico arriba, click para agrandar). 

Como apuntó oportunamente Alejandro Grimson, si bien CFK fue derrotada en PBA, “el peronismo más cercano al gobierno sufre derrotas mucho más graves. Sergio Massa cae al 11%, cuando había partido de un 43% en 2013 y un 22% en 2015. Lo mismo sucede con otro “peronista racional” (así los han catalogado periodistas oficialistas) como Schiaretti en Córdoba, duramente derrotado por el macrismo. Cristina Kirchner perdió, pero a Urtubey le fue aún peor. Ni de Salta, ni de Tigre ni de Córdoba provendrán los presidenciables”. Ya lo hemos apuntado en posts anteriores: en el espacio pan-justicialista sólo salieron airosas aquellas figuras que se recortaron más nítidamente como opositores a Cambiemos (considerando el vector político). Visto desde otra óptica (la de la resiliencia), el provincianismo pudo resistir el embate de la ola amarilla sólo en aquellos distritos por fuera del “corredor de la soja” (considerando el vector geográfico).

Por otra parte, el clivaje que caracteriza a PRO/Cambiemos como “el partido de la soja” no es estrictamente nuevo, sino una reedición de un fenómeno que ya se vio en las legislativas del 2009, las elecciones que siguieron al conflicto del campo pos-resolución 125. Por entonces, Héctor Huergo hablaba del “soja power”: “Esta nueva Argentina tuvo su bautismo de fuego político en el 2008, cuando los del campo le pusieron la mano en el pecho a un gobierno que viene de las antípodas. Fue la primera expresión del nuevo poder económico del interior. El "soy power" (el poder de la soja) hizo sonar su despertador. Y ahora, cuando despunta el 2009, aparecen indicios de que cada vez tallará más fuerte en la gran escena política nacional”. A partir de esa constatación, Huergo hacía varias extrapolaciones políticas: “El lanzamiento de Carlos Reutemann como presidenciable para el 2011 se inscribe en esta saga. Se suma a la candidatura obvia de Felipe Solá. Ambos crecieron de la mano de su postura a favor del campo en el conflicto por las retenciones móviles, que cambió la historia nacional. Pero vienen con antecedentes muy fuertes de vinculación objetiva con el sector. Reutemann es productor desde siempre. Visitante infaltable de las grandes exposiciones, siempre, desde el llano o como gobernador, se mostró genuinamente interesado por los avances tecnológicos. Además, el senador y ex gobernador de Santa Fe fue un gran facilitador para la consolidación del polo agroindustrial del Gran Rosario, la industria lechera santafesina y el poderoso cluster de maquinaria agrícola de su provincia. Felipe Solá fue casi diez años secretario de Agricultura, y su gran pergamino fue la autorización de la soja RR en 1996. La cosecha pasó de 15 a 50 millones de toneladas en apenas una década. Sólo en el último año, la diferencia representó 15.000 millones de dólares. Pero tendrán que pelear. Por ejemplo con el ex gobernador salteño Roberto Romero y el puntano Alberto Rodríguez Saá. Ambos se muestran definitivamente convencidos del destino agroindustrial de sus provincias. La propia Elisa Carrió y la Coalición Cívica, se encuentran consustanciadas con el sector. La Comisión de Agricultura de Diputados tiene un vicepresidente (Christian Gribaudo) que pertenece al Pro”

Sin embargo, lo que pintaba como un clima de época, apenas fue un clima de opinión pasajero: recordemos que, luego del relativo revés electoral del 2009 (el FPV perdió en los principales distritos, pero conservó la primera minoría electoral a nivel país), en 2011 CFK se impuso con el 54% de los votos en primera vuelta, mientras que Rodríguez Saá alcanzó apenas 7,96% de los votos, Carrió sólo 1,82%; Reutemann, Solá y Romero (candidatos "cantados" para algunos analistas, junto con Julio Cobos) ni siquiera compitieron en esa elección. La gran pregunta, entonces, es si ahora estamos en presencia de un clima de época, o se trata de otro clima de opinión, aunque pueda ser menos pasajero que el del 2009. Como vimos en un post anterior, Casullo es una de las que sostiene la tesis de cambio de época. “Estamos asistiendo a un cambio de época política en la Argentina, en tanto y en cuanto el país tiene hoy algo que no existió durante todo el siglo XX: un partido orgánico de derecha, con capacidad electoral”. Desde el punto de vista de fenómeno electoral, efectivamente hay una novedad en términos de oferta política (y exitosa a lo largo de dos elecciones, o si se quiere tres, contando la PASO de este año). 

Sin embargo, dos elecciones consecutivas ganadas no construyen necesariamente un tercer turno electoral victorioso, lo que sí sería un signo inequívoco de cambio de época: “en las elecciones legislativas inmediatamente posteriores a la asunción presidencial de Alfonsín la UCR obtuvo en 1985 el 42,37%, el PJ obtuvo en 1991 el 40,22%, la Alianza el 23,1% en 2001, el Frente para la Victoria el 41,59% en 2005 y Cambiemos en 2017 el 40,7%”, apuntó Grimson. También Casullo se muestra cautelosa respecto a si el resultado electoral del 2017 “permite plantar bandera sobre el sueño de una hegemonía refundacional, más aun cuando el mismo sueño se le escapó al kirchnerismo luego de lograr el 54% de los votos y tener mayoría en ambas cámaras del Congreso. Cambiemos podrá gobernar sin sobresaltos hasta el 2019 y está en excelente posición para ganar su reelección. Pero plantear la inevitabilidad de una nueva Argentina ya mismo parece apresurado”. La primavera alfonsinista duró dos turnos electorales nacionales, y la aliancista apenas uno; sólo el menemismo y el kirchnerismo pudieron construir eficazmente climas de época que trascendieron a climas de opinión electorales. Si Cambiemos podrá hacerlo de cara al 2019, esa es la pregunta que se impone ahora. 

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Hacia el 2019: problematizando lecturas

Según determinado enfoque interpretativo, los resultados electorales del 2017 pueden leerse como una puesta en cuestión de las identidades partidarias tradicionales (UCR y peronismo) frente a sellos emergentes (PRO-Cambiemos y Unidad Ciudadana, respectivamente). Si se articula ese planteo con la tesis de la conformación de un polo de centroderecha versus uno de centroizquierda de cara al turno electoral del 2019, entonces habría una oportunidad histórica de superar el carácter híbrido de las formaciones partidarias con más historia en favor de identidades más nítidas: el radicalismo se subsumiría en una fuerza de centroderecha dejando atrás sus pulsiones socialdemócratas, y el peronismo dejaría atrás su carácter pendular para abrazar una identidad nacional-popular más definida. 

En una línea similar a la que planteaba la politóloga María Casullo, el sociólogo Juan Carlos Torre apunta: “Hoy la única fuerza con identidad en el campo del peronismo es la que lidera Cristina Kirchner, aunque, si bien sirve como oposición, claramente no entusiasma a los peronistas. El problema es que el espacio del centro o centroderecha popular de alguna manera ya está ocupado por Cambiemos, mientras la expresidenta gana terreno hacia la izquierda. A los dirigentes que encarnan la renovación por ahora les queda el camino de la ambigüedad”. En efecto, mientras a nivel nacional el polo de centroderecha y el de centroizquierda se afirman como primera y segunda minoría electoral, respectivamente, el camino de la ambigüedad no resulta electoralmente rentable: todas las referencias del espacio pan-peronista que transitaron la avenida del opo-oficialismo este año perdieron (Juan Urtubey, Gustavo Bordet, Juan Schiaretti). Al contrario, aquellas con una identidad opositora más definida frente a Cambiemos salieron airosas: Gildo Insfrán, Alberto Rodríguez Saá, Lucía Corpacci, Sergio Uñac, Jorge Manzur, el recientemente fallecido Mario Das Neves, Carlos Verna (con dos excepciones, Alicia Kirchner y Domingo Peppo). 

Sin embargo, hay otras formas de leer esa persistencia: Julio Burdman la llama “la resiliencia provinciana”, un fenómeno que se dio desde las primarias a la elección general de octubre. “Las PASO mostraron un fenómeno generalizado, el de los partidos provinciales y las anchas avenidas del medio desplazadas por la nacionalización y la polarización. Los oficialismos provinciales de Córdoba, Santa Fe, Río Negro, Neuquén y Chubut, no alineados con ninguna de las dos corrientes políticas principales, habían perdido. En varios casos, quedando en tercer lugar. En la región metropolitana, los disidentes de la grieta encabezados por Sergio Massa y Martín Lousteau quedaron terceros y lejos. Los peronismos autárquicos de San Luis y La Pampa perdían contra Cambiemos. Caían todos en un camino de ida. Pero entre el 13 de agosto y el 22 de octubre, la resiliencia provinciana puso algunas cosas en su lugar. Hubo tres casos de reversión: Chubut, La Pampa y la República de San Luis. Asimismo, los partidos ‘neoprovinciales’ de Misiones y Santiago del Estero ampliaron la brecha. Cinco casos de oficialismos provinciales que hicieron sentir el peso de sus territorios (…) En los cinco casos mencionados, el eje de la campaña fue el provincianismo (...) El provincianismo pareciera haber sido la forma más eficaz de 2017 para resistir a la polarización nacionalizante. Massa y Lousteau siguieron perdiendo. Habría que destacar que no en todos los casos el discurso provincianista funcionó: los oficialismos de Córdoba y Santa Fe no pudieron recuperar posiciones, y tampoco los neuquinos, que vieron aumentar su derrota frente a la ola cambiemita. Sin embargo, los tres tienen algo en común: estuvieron atravesados internamente por una tensión por su relación con el gobierno nacional de Cambiemos. Sapagistas y gutierristas en Neuquén, y De la Sota y Schiaretti en Córdoba, están diferenciados por su relación con Macri. En Santa Fe, el Frente Progresista aún está pagando la ruptura con los radicales y la conformación del cambiemismo provincial. Evidentemente, la estrategia provincianista necesita ser creíble y estar unificada. Ese fue, al menos, el denominador común de los casos que resistieron localmente la ola nacional”.

Del mismo modo que la “resiliencia provinciana” aporta otra clave de lectura para entender por qué algunas figuras del espacio pan-justicialista resistieron el avance de la ola amarilla y otras no, la interpretación en clave geográfica hace otro tanto. Según José Natanson, el apoyo a Cambiemos “tiene un claro componente de clase, con un sesgo a los sectores de mayor poder adquisitivo, y etario, con un respaldo nítido entre los mayores. Pero el corte más claro es geográfico: el PRO es, en esencia, el ‘partido de la soja’, potente en la zona núcleo, que registró sus mejores marcas, además de la Ciudad, en Córdoba, el Norte de la provincia de Buenos Aires y el Sur de Santa Fe” (ver gráfico arriba; click para agrandar). Agrega Natanson: “Con una campaña astuta, la apuesta a candidatos propios y la decisión de explotar al máximo el rechazo que generaba el kirchnerismo en crecientes sectores de las capas medias, el PRO consagró el primer presidente de derecha elegido por los votos y el primero también que no pertenece ni al peronismo ni al radicalismo. Más allá del éxito o fracaso de su gestión, esto ya lo sitúa en un lugar novedoso, que expresa tanto la decisión de un sector de la sociedad de confiar en una fuerza nueva como la crisis de los partidos tradicionales abierta a partir del estallido de 2001”. Complementando esta lectura con la anterior, podríamos decir: el provincianismo pudo resistir el embate de la ola amarilla sólo en aquellos distritos por fuera del “corredor de la soja”. Esto, a su vez, marca un desafío para los gobernadores del PJ que este año sufrieron derrotas frente a Cambiemos en sus provincias, de cara al turno electoral del 2019: ¿es posible hacer un tránsito exitoso desde el opo-oficialismo hacia una postura más opositora más nítida para retener el poder en sus provincias y a la vez preservarse de la dinámica polarizadora nacional en la que Cambiemos y Unidad Ciudadana se insinúan como las referencias principales?

viernes, 17 de noviembre de 2017

Hacia el 2019: ¿un polo de centroderecha versus un polo de centroizquierda?

Los resultados electorales del 2017 también pueden ser leídos en clave de polarización asimétrica, con Cambiemos como primera minoría electoral nacional (43% de votos) con un sesgo de centroderecha y Unidad Ciudadana como segunda minoría electoral (25% del total nacional), con un sesgo de centroizquierda. Ambos polos, antitéticos entre sí, son dos sellos nuevos y con una pregnancia electoralmente más potente, a tenor de los resultados de este año, que sellos más tradicionales, como la UCR y el PJ, respectivamente. De cara al turno electoral del 2019, sin embargo, ambos dependen de mantener y de conquistar a parte de la “franja del medio” para tener chances de ganar. En esa franja participan el peronismo filo K (5% de los votos), el no K (alrededor del 8%) y el massismo (alrededor del 6%), más 3% de partidos provinciales. Por otro lado, a la izquierda de Unidad Ciudadana, existe un 5% de fuerzas de izquierda tradicional. Con esa foto, nuevamente, de cara al 2019 la competitividad electoral del espacio pan-justicialista como alternativa opositora depende de las chances de expansión hacia gran parte de la “avenida del medio” para formar una coalición del 44% capaz de disputar en una eventual segunda vuelta la presidencia con Cambiemos, en el caso de que la coalición oficialista pueda mantenerse con aproximadamente el mismo caudal que obtuvo en las legislativas de este año. 

¿Por qué pasamos de analizar las dinámicas de polarización del post anterior a una lectura en clave más ideológica en esta entrada? Retomamos la cita de la politóloga María Casullo, a quien abordamos ya en la entrada previa. Ella apunta que “estamos asistiendo a un cambio de época política en la Argentina, en tanto y en cuanto el país tiene hoy algo que no existió durante todo el siglo XX: un partido orgánico de derecha, con capacidad electoral. Cuando digo ‘derecha’ no lo digo desde el punto de vista de las políticas públicas implementadas, sino desde el punto de vista de la sociología política, de la conformación social de la coalición electoral del partido. Digo derecha como lo usaba Torcuato Di Tella: un partido que representa políticamente los intereses y la visión de mundo de las elites (económica, social y cultural) del país y cuyos dirigentes principales, empezando claro por el presidente, vienen de esas mismas elites”. Respecto al carácter de coalición electoral y partidaria de Cambiemos, Casullo apunta que si bien es cierto que la UCR tuvo un rol fundamental al expandir el alcance territorial del oficialismo y fiscalizar las elecciones en provincia de Buenos Aires y el interior, que esa fuerza tiene ministros en el gabinete y que luego de diciembre tendrá más diputados y senadores de los que tenía antes, “llaman la atención tres cosas. Primero, que la UCR no tiene al parecer un lugar en la mesa de decisión de Cambiemos, que es muy pequeña, muy centralizada, y muy PRO-pura. Segundo, en las Paso de este año el PRO recusó judicialmente a las listas internas que presentaron sectores de la UCR ‘orgánica’ en varias provincias y bloqueó la competencia interna o sólo la admitió (como en Neuquén) porque lo dijo la Justicia. Sin ir más lejos, no admitió internas en la ciudad de Buenos Aires, su distrito estrella, y expulsó al sector de Lousteau. Tercero, la UCR no ha planteado hasta ahora una agenda legislativa o de gobierno diferenciada, basada en su temas históricos, como puede ser la universidad pública o la salud pública. O la expansión de los derechos sociales universales”

Sintetizando, Cambiemos es una marca consolidada electoralmente, pero no una coalición de gobierno: el gobierno es del PRO. Además, la identidad partidaria radical fue diluida dentro de la coalición, y las chances de que se mantenga se hallan ante una paradoja: mientras más exitoso sea el gobierno de Macri en términos de perdurabilidad en el tiempo, más riesgo corre el radicalismo de perder fuerza como signo político; en sentido contrario, si Cambiemos fracasa, ese fracaso también arrastrará al radicalismo en gran parte, si no surge una corriente "disidente" sustantiva. En la misma línea, Danilo Degiustti apuntó: “Cambiemos no es la Alianza. De alguna forma esto ya lo sospechábamos desde un principio, sobre todo por el mayor nivel de autonomía del presidente Macri, que a diferencia de De la Rúa es también el presidente de su partido y si bien lidera una coalición, los demás partidos son socios con una participación menor a la que tenía el Frepaso en su momento (lo que le permitió a Macri colocar a una vicepresidenta de su propio partido y diseñar un gabinete a su medida). En su proceso de consolidación, Cambiemos nació como una coalición urbana de nivel socioeconómico medio y alto, muy anclada en la zona central del país, pero las elecciones de este año dejaron un mapa con mucho amarillo desde Santa Cruz hasta Salta y Jujuy. Se nacionalizó. Entonces, por un lado, tenemos una expansión geográfica desde las provincias centrales o metropolitanas hacia las periféricas (…) desde las generales de 2015 hasta las elecciones del domingo, Cambiemos creció en las provincias más grandes (16,5%; ver datos arriba, click para agrandar), las que lo llevaron al gobierno, pero creció más del doble en las provincias periféricas (37,4%), tradicionalmente peronistas (…). En síntesis, el Pro nació desde el centro del país, adoptando al electorado huérfano del radicalismo y llegó a la presidencia unificando al voto no peronista con la alianza Cambiemos”. En ese marco, haber captado al electorado huérfano del radicalismo y liderar desde el gobierno una coalición electoral exitosa le da al PRO una ventaja competitiva sobre la UCR, que pone en cuestión la supervivencia del sello más tradicional y hace crecer las chances de conformación de un polo de centroderecha más tradicional, como existe en otros países de la región. 

Ya dijimos en el post anterior que Cambiemos y Unidad Ciudadana son dos polos antitéticos: el primero hace oposición al gobierno anterior desde el oficialismo (el antikirchnerismo es definitorio de su impronta), mientras que la segunda es,  sin dudas, la principal oposición al oficialismo y actual gobierno. Eso deja a todos los dirigentes de la franja del medio en un “no lugar” electoralmente no rentable, como se vio este año. Todos los “opo-oficialistas”, es decir, los gobernadores y las figuras que no tienen resuelto cuál es su posicionamiento frente a Cambiemos (¿son opositores "racionales"? ¿son más opositores al gobierno anterior que al actual?), como Juan Urtubey, Juan Schiaretti y Sergio Massa, corrieron mala suerte en las urnas este año. Al contrario, aquellas figuras del espacio pan-justicialista que tienen una definición más nítida como opositores a Cambiemos (Gildo Insfrán, Alberto Rodríguez Saá, Lucía Corpacci, Sergio Uñac, Jorge Manzur, el recientemente fallecido Mario Das Neves, Carlos Verna), salieron airosas. Esto abre una ventana de oportunidad para que el tránsito hacia el 2019 consolide un polo opositor con mayor competitividad electoral que el actual, con base en Unidad Ciudadana pero expandiéndose hacia las referencias opositoras del espacio pan-justicialista (o hacia los segmentos electorales que ellas interpelan). Como planteó Juan Rodil, “Cristina Fernández parece haber lanzado su campaña de cara a 2019 en su discurso del 22 por la noche, en el que aseguró ser la principal oposición al gobierno y sugirió que esa oposición será ejercida desde su nueva fuerza, Unidad Ciudadana y no desde el Partido Justicialista”. Así, es muy probable que la apuesta de CFK sea la simétrica (espejada) respecto a la de Cambiemos: fidelizar a los electores que acompañaron a Unidad Ciudadana, sumar a aquellos del espacio filo-K y desde allí interpelar a los electores justicialistas “del medio”, potencialmente huérfanos de referencias o de candidatos en 2019 (ver la hipótesis Casullo del post anterior). De hecho, ya este año la ex presidenta le regaló el sello del justicialismo a Florencio Randazzo en PBA y aun así capitalizó claramente al mayor caudal de electores, pues percibió que buscaban una oposición nítida a Cambiemos (y no una moderada ni “opo-oficialista”). Es decir, la apuesta de CFK sería crecer hacia el PJ y los sectores medios (así como el PRO creció hacia los huérfanos del radicalismo y los sectores medios) y, con un sesgo de centroizquierda, enfrentar al polo con sesgo de centroderecha. 

Si un sello nuevo (PRO/Cambiemos tiene chances de absorber a la UCR, ¿podría también un sello nuevo (Unidad Ciudadana) hacerlo con el PJ? Tratando de buscar pistas al respecto, volvemos a Casullo, que se asombra por la falta de presencia de una alternativa de centroizquierda, y apunta en eso una oportunidad para el peronismo. “El peronismo tiene muchos problemas pero una cuestión que lo favorece: no parece haber nadie por fuera de él que quiera encarnar una postura netamente opositora. Para mí la pregunta más interesante no es qué va a pasar con el peronismo, sino qué pasó o qué está pasando con los partidos ‘progresistas’. No se ve hoy que esté apareciendo una oposición a Cambiemos nucleada en alguno de los viejos partidos progresistas de clase media no peronistas, o de alguno nuevo. En el 2011 los políticos más votados luego de CFK fueron Binner y Ricardo Alfonsín, ambas figuras son irrelevantes hoy a nivel nacional. ¿Eso continuará así por siempre? ¿Será Unidad Ciudadana el germen de un nuevo Frepaso con una parte del peronismo y una parte de sectores de clase media y una dirigencia desperonizada? Como dijo Mao: es demasiado pronto para saberlo”.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Hacia el 2019: polarización simétrica o asimétrica

Los resultados electorales del 2017 marcan una polarización asimétrica, con Cambiemos como primera minoría electoral nacional en torno al 43% y Unidad Ciudadana y aliados en torno al 25%. Por fuera de estos dos polos, antitéticos entre sí, flotan el peronismo filo K (en torno al 5%) y el no K (alrededor del 8%) y el massismo (alrededor del 6%); por fuera de eso, queda un 3% de partidos provinciales y un 5% de fuerzas de izquierda. Con esa foto, de cara al 2019 la competitividad electoral del espacio pan-justicialista depende de las chances de unificar la principal fuerza opositora sumando al casi 20% de la “avenida del medio”, único expediente con el cual un frente amplio podría reunir un 44% capaz de disputar en una eventual segunda vuelta la presidencia con Cambiemos. Hoy, desde la política, tal reunificación parece una quimera: si bien Unidad Ciudadana podría, en una dinámica polarizadora, captar 5 puntos de electorado filo K para alcanzar el 30% y así evitar la victoria de Cambiemos en primera vuelta, se le haría cuesta arriba sumar el 13% que acumulan el justicialismo no K y el massismo (nuevamente: una dinámica polarizadora le permitiría captar una proporción de ese caudal, pero necesita del 100% para tener chances de vencer en un ballotage). Además, son inciertas sus chances de sumar votos de la izquierda o de partidos provinciales. 

Desde un análisis fotográfico (y por tanto limitado) de la política, ese cuadro de situación derivaría en una polarización asimétrica favorable a Cambiemos de cara al turno electoral de 2019. Como matiz, se puede apuntar que lo que a veces no resuelve la política, lo resuelve la economía: el oficialismo pudo sortear las elecciones de este año con un buen trabajo sobre las expectativas y sobre la herencia recibida, pero para la elección de 2019 necesitará mostrar logros palpables en materia socioeconómica para revalidar sus pergaminos. Claramente, la apuesta de Unidad Ciudadana es que no podrá hacerlo, y que eso favorecerá una polarización más simétrica que haga competitiva las chances del polo opositor y de Unidad Ciudadana como base y principal articulador de ese frente. Traduciendo: CFK espera cosechar los votos de los electores del espacio pan-justicialista que aún no tiene de la mano de un fracaso oficialista, por más que los dirigentes justicialistas quieran jubilarla o bien no reconozcan su liderazgo como prenda de unificación opositora. 

Recientemente, varios especialistas plantearon algunos elementos de análisis que aportan a este debate. El primero que tomaremos para ese post es María Casullo, quien plantea lo siguiente: “El peronismo enfrenta ahora un verdadero nudo gordiano: tiene una dirigente (CFK) que es la que mayor peso electoral tiene, pero por un lado aparece la cuestión de su techo electoral en una elección general, y por otro lado no es querida por un conjunto de dirigentes peronistas. Ahora bien, por el otro lado ninguno de esos dirigentes peronistas ha mostrado, hasta ahora, capacidad electoral por sí mismos”. Es lo que se vio en los resultados electorales de este año: los gobernadores y figuras del espacio pan-justicialista que apostaban a la “jubilación” de CFK perdieron en sus distritos (Juan Urtubey en Salta, Juan Schiaretti en Córdoba, Florencio Randazzo en Buenos Aires). Otro tanto les sucedió a figuras que aspiraban a renovar la oferta de la política desde una “tercera vía”, como Sergio Massa en PBA. Es decir, la grieta no sólo no se diluyó, sino que se reforzó, y terminó absorbiendo (es decir, diluyendo como referencias opositoras) precisamente a aquellos dirigentes que pretendían eludirla. 

Eso dejó a la ex presidenta como la figura opositora más visible a nivel nacional y con el mayor caudal de votos en todo el país, pese a su derrota en octubre en PBA. En ese marco, Casullo plantea una hipótesis: “CFK podría decir públicamente ´no me presentaré en 2019´", pero es poco probable que lo haga. Si ella se presentara en el 2019, la pregunta es qué harán los demás. Es decir, ¿estará dispuesto el peronismo "no k" a ir a las elecciones del 2019 a sabiendas de que irá a perder? (…) Hoy la principal figura opositora nacional (guste ella o no guste ella) es Cristina, y con ella un sector del peronismo. ¿Podrá convocar a todo el peronismo? Probablemente no. He ahí el dilema. ¿Se llamará "peronismo" la oposición a Cambiemos? Tal vez no, pero deberá incluir al peronismo para ganar (como Cambiemos debió incluir para ganar a la UCR). Al mismo tiempo, el peronismo tiene muchos problemas pero una cuestión que lo favorece: no parece haber nadie por fuera de él que quiera encarnar una postura netamente opositora”En esa hipótesis, las chances de una polarización más simétrica (es decir, que haga más competitiva a la principal alternativa opositora frente al oficialismo) podría verse beneficiada si el peronismo no K no tuviera candidato. 

En el caso contrario, si lo tuviera, la situación volvería a ser de polarización asimétrica, y por lo tanto favorable a Cambiemos, como la actual: “hoy Macri es favorito para ser reelecto. En base a errores del contrario, méritos propios y a una cuestión estructural de la política argentina: que es que los oficialismos tienen mecanismos para cementar su coalición y fragmentar la de los demás (como hizo el kirchnerismo con éxito en 2007, 2011 y no pudo ya hacerlo en 2015)”, apunta Casullo. Es decir, en la medida en que Cambiemos pueda mantener una marca unificada en la mayoría de los distritos hasta el 2019 y un electorado alineado con esa marca frente a una oposición fragmentada y dispersa en sellos (ver cuadro arriba; click para agrandar) se refuerzan sus chances de victoria en el próximo turno electoral. 

martes, 7 de noviembre de 2017

Posicionamientos de cara al 2019

De nuestro análisis del Mito 3 en el post anterior se desprenden algunas claves que es preciso remarcar 1) los resultados del 22-O confirman que hay segmentos electorales que eligen votar al oficialismo, y que quienes eligen votar a la oposición tienden a decantarse por alternativas opositoras nítidas (como Unidad Ciudadana y sus aliados) y menos por opositores “blandos”. De ahí que a las posiciones del tipo “terceras vías” no les fue bien en las elecciones.

Los ejemplos más claros de ese problema de posicionamiento lo ilustran las derrotas sufridas por el gobernador de Salta, Juan Urtubey (su lista perdió ante Cambiemos por casi 7 puntos porcentuales), el cordobés Juan Schiaretti (su lista perdió ante Cambiemos por casi 18 puntos porcentuales) y el entrerriano Gustavo Bordet (su lista perdió ante Cambiemos por casi 15 puntos porcentuales). Tampoco les fue bien a otras figuras que no se recortan claramente como nítidamente opositoras ni como nítidamente oficialistas: Martín Lousteau en CABA (tercero en CABA, detrás del oficialismo y del kirchnerismo) y Sergio Massa (tercero en provincia de Buenos Aires, también detrás del oficialismo y del kirchnerismo). Así, surge una paradoja: precisamente las figuras que trataron de eludir “la grieta” fueron “fagocitadas” por la misma. En sentido contrario, los gobernadores que se pararon como opositores a Cambiemos (algunos de ellos, además, aliados de CFK) salieron airosos: los Rodríguez Saá en San Luis (por casi 13 puntos porcentuales en senadores, dando vuelta el resultado de las PASO) y Gildo Insfrán en Formosa (casi 26 puntos porcentuales) Sergio Uñac en San Juan (por 22 puntos porcentuales), Carlos Verna en La Pampa (por apenas 0,3 puntos porcentuales, dando vuelta al resultado de las PASO), Juan Manzur en Tucumán (por 14 puntos porcentuales) y el recientemente fallecido Mario Das Neves en Chubut (por 2 puntos porcentuales, también dando vuelta el resultado de las PASO) y Lucía Corpacci en Catamarca (por 6 puntos porcentuales). Así, decíamos: a mayor funcionalidad y cercanía política con Cambiemos, más chances de perder las elecciones frente a Cambiemos. 

En ese marco, dentro del espacio pan-justicialista asoman diferentes polos de poder: a) por un lado, Unidad Ciudadana, que cuenta con el segundo mayor caudal de votos a nivel país por detrás de Cambiemos (36,6% contra 41,0% considerando el tramo de senadores nacionales; ver datos arriba, click para agrandar) y con el mayor nivel de implantación territorial dentro de la oposición b) el de los gobernadores cuyas listas salieron triunfantes de las elecciones de este año, donde conviven referentes aliados a CFK (como los Rodríguez Saá e Insfrán), otros cercanos a CFK (como Corpacci), otros equidistantes (Uñac, Manzur) y otros no K (Verna); c) el de los gobernadores anti-K, que apuestan claramente a retirar a CFK de la escena política, pero resultaron golpeados en estas elecciones (Urtubey y Schiaretti). Al análisis de esta segmentación también puede aportar la mirada del politólogo y consultor Julio Burdman. Según él, los gobernadores “no piensan en hacer una ´oposición firme´, como pidió Cristina en su discurso de la medianoche del domingo 22-O, y tampoco piensan en 2019. En todo caso, el rol que podrán tener en una renovación del peronismo a nivel nacional será después que terminen sus ciclos. Solo piensan en 2019 aquellos que ya cumplieron sus ciclos de gestión. Como Urtubey, que ya no tiene reelección, o Massa. O una Cristina Kirchner, aún joven, quien busca volver al llano para poder volver (…) Los gobernadores, mientras tanto, necesitan llevarse bien con el Presidente, que es quien firma sus cheques. Y quieren que al Presidente le vaya bien, porque sus ciclos están sincronizados. Estos gobernadores peronistas van a ayudar a Mauricio Macri a gobernar. Como los gobernadores radicales ayudaron a Kirchner. Como los gobernadores peronistas ayudaron a Menem”

Desde esta perspectiva, más allá de los vaivenes electorales que encontraron a algunos victoriosos y a otros perdedores, la gobernabilidad asoma como un contrato de beneficio mutuo entre esas figuras y la del presidente Macri, lo cual tiene implicancias de cara las inciertas chances de reunificación del espacio pan-justicialista como alternativa opositora de cara al 2019. Asimismo, en una línea similar a la de nuestro análisis del mito 3, Burdman apunta: “en las últimas semanas han circulado algunos discursos que le atribuyen, desde el peronismo, culpas a la ex Presidenta por esa falta de liderazgo unificador del peronismo. Discursos contradictorios, de diván. Porque el quiebre no está dentro del electorado peronista, sino entre las demandas de ese electorado y las responsabilidades de los peronistas que tienen que gobernar (…) Tras el 42% nacional que logró Cambiemos en las elecciones legislativas, la única forma de que surja un liderazgo peronista unificador sería el advenimiento de un líder revolucionario. Es decir, de alguien que se levante contra las reglas del régimen político. Y nadie está pensando en eso. Cristina no lo es: solo está construyendo una candidatura presidencial futura”. Desde esa perspectiva, habiendo ganado la PASO en PBA y aun perdiendo en la general de octubre, CFK logró claramente su objetivo: a poco más de una semana de las elecciones de medio término que confirmaron la victoria del oficialismo en su condición de principal fuerza y primera minoría electoral a nivel nacional, un estudio de opinión pública ubicó a Cristina Fernández de Kirchner y Unidad Ciudadana como la oposición más seria y fuerte de la provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más gravitante del país. El relevamiento realizado por DAlessio IROL/Berensztein apenas concluidos los comicios legislativos arrojó que la mitad de los entrevistados cree que la senadora electa será la líder política de la oposición. Así, un 29% cree que será referente del arco opositor por fuera del Partido Justicialista, es decir por Unidad Ciudadana, mientras que un 16% estima que será la referente nacional del PJ; apenas un 5% le cierra las puertas de la provincia y señala que sólo será la referente del PJ bonaerense.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Derribando mitos del proceso electoral 2017

Dedicaremos este post a analizar “mitos” de este proceso electoral y a derribarlos o, más modestamente, problematizarlos y plantear objeciones a ciertas afirmaciones que se han vertido sobre el resultado de las primarias y las generales de este año, basándonos en datos y análisis. Veamos:

Mito 1. "El ciclo de Cristina está terminado". Datos y análisis: la fuerza liderada por la ex presidenta, el kirchnerismo (ahora con nuevo sello) es la segunda minoría electoral a nivel nacional por detrás de Cambiemos (24,4%, contra 42,8%). Cuenta con 6.325.801 votos en todo el país y un amplio nivel de implantación territorial nacional, ya que presentó listas en Capital Federal (CABA), provincia de Buenos Aires (PBA), Catamarca, Chubut, Córdoba, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, Santa Cruz, Santa Fe y Tierra del Fuego (ver cuadro arriba; click para agrandar). Así, en 12 de 25 distritos se presenta con sello propio, y en dos de ellos ganó las elecciones en esa condición: Río Negro y Tierra del Fuego. Asimismo, integra los frentes que resultaron vencedores en San Luis y Formosa. Para matizar nuestro argumento, podríamos conceder que el deseo de “jubilar” a CFK de la política sí es palpable en muchas de las figuras del PJ, pero se trata de un deseo difícil de respaldar en datos (lo que no quiere decir que no termine sucediendo dentro de los avatares de la política). 

Mito 2. "Cristina viene en debacle". Datos y análisis: la fuerza liderada por CFK mejoró el 22-O sus números en el conurbano bonaerense respecto a su performance en las primarias del 13-A y también mejoró los resultados en toda la provincia de Buenos Aires (3.491.136 votos) con respecto a sus registros del 2013 (2.900.494 votos) y el 2015 (3.419.041): En sentido contrario, el massismo, que se planteaba como la alternativa renovadora, no sólo fue superado ampliamente por CFK, sino que este año (1.061.207 votos) sufrió un franco declive respecto a sus resultados del 2013 (3.943.056 votos) y 2015 (2.062.610). La performance de la ex presidenta también fue muy superior a la de Florencio Randazzo, otra figura que se planteaba como alternativa: lo supera en una proporción 7/1 (Cumplir alcanzó 497.409 votos en provincia de Buenos Aires). Por otra parte, como adelantamos en el punto anterior, ni Massa ni Randazzo (y lo mismo podría decirse de los gobernadores anti-K) tienen un nivel de implantación territorial capaz de competir con la ex presidenta. Al contrario de lo que se dice, la fuerza de CFK no está conurbanizada o acotada a PBA (si bien es cierto que el 55% de sus votos los recogió en esa provincia). En cambio, sí está acotada al conurbano la del massismo, puesto que el 73% de sus votos salieron de la PBA, con una débil presencia en los demás distritos en los que se presentó: en CABA, Corrientes, Jujuy, Neuquén, San Juan, Santa Fe y Santiago del Estero obtuvo resultados muy magros. 

Mito 3. "Cristina es funcional a Cambiemos". Datos y análisis: esa afirmación es moneda común entre los referentes del PJ anti K y no K. Por el contrario, los resultados del 22-O confirman que hay segmentos electorales que eligen votar al oficialismo, y que quienes eligen votar a la oposición tienden a decantarse por alternativas opositoras nítidas (como Unidad Ciudadana y sus aliados) y menos por opositores “blandos”. De hecho, el gobernador de Salta, Juan Urtubey, uno de los referentes del espacio pan-justicialista que se autopostulaba como presidenciable para el 2019 y apostaba sus fichas a una “jubilación temprana” de CFK, lo admitió esta semana: “muchos pagamos el costo político de acompañar al Gobierno". Todos los gobernadores y referentes del espacio pan-justicialista “amigables” con el gobierno nacional perdieron las elecciones 2017 de manera abultada: el ya mencionado Juan Urtubey (por 6,78 puntos porcentuales), el cordobés Juan Schiaretti (17,95 puntos porcentuales), el entrerriano Gustavo Bordet (por 14,99 puntos porcentuales). Por el contrario, aquellos gobernadores que son nítidos opositores a Cambiemos y aliados de CFK ganaron: los Rodríguez Saá en San Luis (por 12,45 puntos porcentuales en senadores, dando vuelta el resultado de las PASO) y Gildo Insfrán en Formosa (por 25,76 puntos porcentuales). También ganaron aquellos que tienen al kirchnerismo integrado dentro de sus frentes, sin ser abiertamente aliados de CFK, como Sergio Uñac en San Juan (por 22,13 puntos porcentuales). Asimismo, resultaron ganadores los gobernadores que son tanto anti-Macri como anti-CFK: es el caso de Carlos Verna en La Pampa (que ganó por apenas 0,28 puntos porcentuales, dando vuelta al resultado de las PASO) y el recientemente fallecido Mario Das Neves en Chubut (por 2,08 puntos porcentuales, también dando vuelta el resultado de las PASO). Por su parte, también se impuso por 6,03 puntos porcentuales la lista del gobierno de Catamarca, políticamente más cercana al kirchnerismo (aunque este presentó lista propia) que a Cambiemos. En síntesis, si hubiera una regla, es esta: a mayor funcionalidad y cercanía política con Cambiemos dentro del espacio opositor, más chances de perder las elecciones frente al oficialismo, y por lo tanto diluirse como alternativa opositora. Esta regla también aplica a Sergio Massa, opositor moderado que fue superado ampliamente por CFK, opositora nítida, en PBA. 

Mito 4. "Cambiemos se impuso a Cristina porque tiene un discurso más joven que ella". Datos y análisis: aunque es cierto que la estrategia comunicacional de Cambiemos tiene ese perfil, no hay una correspondencia de ella con el voto. De hecho, todas las encuestas previas al 22-O mostraban con claridad que en provincia de Buenos Aires la intención de voto a Cambiemos era más alta en los segmentos etarios de adultos y adultos mayores, y la de CFK era más alta en los segmentos de jóvenes y adultos jóvenes (ver datos de Synopsis debajo; click para agrandar). De paso, esta fue la consultora que más se acercó al resultado del 22-O: dijo que la diferencia iba a ser de 4,2%, con 42% para el oficialismo y 37,8% para Unidad Ciudadana (fue 41,38% a 37,25%). Esto también sugiere que la carrera política de CFK tiene una vitalidad que contradice los intentos de “jubilarla” que exteriorizan los referentes del PJ anti-K y no K. Por otro lado, esta tendencia también se detecta a nivel nacional: como apuntó correctamente José Natanson, el voto a Cambiemos “tiene un claro componente de clase, con un sesgo a los sectores de mayor poder adquisitivo, y etario, con un respaldo nítido entre los mayores”





viernes, 27 de octubre de 2017

Pronóstico y resultados del 22-O

En nuestro último post previo al 22-O apuntábamos: “Un promedio considerando nueve mediciones da 40% a Bullrich y 36,6% a CFK, una diferencia de 3,4 puntos porcentuales. Sigue siendo ´too close to call´, es decir, un resultado técnicamente abierto, aunque está claro que al final la elección se gana por un voto o bien puede que se gane por esa brecha de 3 puntos”. El resultado fue 41,38% a 37,25%, una diferencia de 4,13 puntos porcentuales que confirma lo que decíamos en el sentido de una elección reñida y difícil de anticipar en encuestas (pues la brecha es muy similar al error muestral promedio). 

También escribíamos en aquel post: “…surge un panorama donde se incrementa la polarización, perfilando una leve tendencia favorable a Cambiemos, que de todos modos no haría una elección tan buena como la de Massa en 2013 (casi 44%). En tanto, CFK mejoraría la elección del FPV en ese año, un resultado que la consolidaría como principal opositora a nivel país en función de un caudal por arriba de 3,3 millones de votos en el distrito más gravitante del país y cerca de 2,7 millones de su sello y aliados en las demás provincias”. Ese escenario también se confirmó: efectivamente, CFK mejoró el resultado respecto al que obtuvo el FPV en 2013, y Cambiemos hizo una buena elección, pero no tan buena como la de Sergio Massa en ese año. La ex presidenta sumó más de 3,3 millones de votos en provincia de Buenos Aires (3.491.136) y más de 2,7 millones en el resto del país (en rigor, 2.834.665). Así, podemos decir que nuestro pronóstico fue ajustado a la realidad. 

Por otro lado, apuntábamos lo siguiente. “A diferencia de lo que sucedió antes de las PASO, se han dado a conocer pocos datos del resto del país, pero en general no sería raro que se verifique un mix: inercia de los resultados obtenidos en las primarias con variaciones estadísticamente no significativas en algunos distritos, junto con otros donde se refuerce la polarización (…) en distritos gobernados por el PJ donde Cambiemos sacó ventaja en las PASO, ahora se insinúa un achicamiento de la brecha: ¿efecto 17 de octubre?”. Concretamente, hubo “efecto 17 de octubre” en tres provincias gobernadas por frentes liderados por el PJ, donde el oficialismo pudo revertir en la elección del 22-O la derrota que había sufrido en las PASO del 13-A frente a Cambiemos: Chubut (33,21% a 31,13%), La Pampa (45,54% a 45,26%) y San Luis (55,00% a 43,06%). Mientras en los dos primeros casos la victoria fue magra (2,08 puntos porcentuales y 0,28 puntos porcentuales), en el caso de San Luis fue por más de un dígito (11,94 puntos porcentuales). En el caso de Córdoba, si bien UPC hizo una mejor elección que en las primarias (llegó a 30,52%), no logró achicar la diferencia con Cambiemos (48,47%).

El resultado en San Luis sugiere que el oficialismo acertó en su estrategia de formar un frente amplio contra Cambiemos, integrado por varias fuerzas, entre ellas el kirchnerismo. En Chubut, si bien el oficialismo pudo imponerse, la existencia de una lista “K” (salió tercera, con 23,9% de los votos) dio lugar a un resultado apretado. En La Pampa no hubo lista K. En Córdoba sí, y salió tercera, con 9,72% de los votos. Lo mismo en Chaco, donde salió tercera, con 10,74%, mientras que la lista del oficialismo gobernante (Frente Chaco Merece Más) alcanzó 39,61% y Cambiemos 41,76%. Es decir, los peronismos gobernantes tienen más chances de ganar cuando el kirchnerismo está integrado a sus frentes que cuando juega por fuera. Además de las provincias que citamos, esto también se verificó en Formosa, donde el Frente de la Victoria alcanzó 62,11% contra 36,35% de Cambiemos; San Juan, donde el Frente Todos superó a Cambiemos por 53,65% a 31,72% (pese a que el massismo presentó lista propia, la que alcanzó 4,84%). Excepciones a esta tendencia: Catamarca, donde el Frente Justicialista para la Victoria se impuso a Cambiemos por 47,85% a 41,82%, aun habiendo una lista “K” que alcanzó 5,98% de los votos. Otra: Entre Ríos, donde pese a ir con un frente unificado, la lista del frente justicialista gobernante (alcanzó 37,98%) fue derrotada por Cambiemos (52,97%). 

Esto tiene claras implicancias de cara a una potencial reunificación del espacio pan-justicialista hacia el 2019. Contra el discurso que circula pos 22-O (periodístico y desprovisto de un análisis científico de datos), el resultado, lejos de mermar las acciones de CFK, hace que coticen más. En rigor, el kirchnerismo (ahora con nuevo sello) no sólo es la segunda minoría electoral a nivel nacional por detrás de Cambiemos (24,4%, contra 42,8%), sino que mejoró sus números en el conurbano bonaerense respecto a su performance en las primarias y en toda la provincia de Buenos Aires con respecto a sus registros del 2013 y el 2015 (ver cuadro arriba; click para agrandar. Fuentes: Página/12 y Andy Tow). En sentido contrario, el massismo, que se planteaba como la alternativa renovadora, no sólo fue superado ampliamente por CFK, sino que sufrió un franco declive respecto a sus resultados del 2013 y 2015 (ver cuadro abajo; click para agrandar).