A ese dato clave se agrega otro: el malestar socioeconómico genera que las percepciones de la clase media se vayan pareciendo cada vez más a las de la clase baja, alejándose por lo tanto de la clase alta (que es su aspiracional). En las expectativas a nivel país, se advierte que en la clase media el pesimismo ya se ubica en el umbral del 50%, si bien en términos de diferencia en puntos porcentuales aún está equidistante de la valoración en las clases alta y baja (ver datos al inicio del post; click para agrandar). En cuanto a las expectativas personales el pesimismo tiende a ceder, pero el bajo nivel de optimismo se acerca más al de la clase baja que al de la media (ver datos arriba; click para agrandar). Ambos registros son consistentes con un deterioro y con el resultado que el NSE viene mostrando a nivel nacional también según estudios de Delfos: en 2016 y 2017, una caída de 5 puntos porcentuales de la clase media hacia la baja superior (es decir, una movilidad social en sentido descendente). Ese deterioro es consistente con un proceso de ajuste “gradualista”. Ahora que el gobierno apunta a que la tuerca del ajuste vaya más rápido, se puede pensar que este año se repetirá de mínima la misma caída que se vio en 2016 y 2017, esto es, una merma de 2,5 puntos porcentuales en la clase media por cada año de gestión Cambiemos.
En esa línea, la hipótesis es que las expectativas de la clase media serán determinantes en el escenario electoral de cara al 2019. Los estudios nacionales realizados en julio confirman que el malestar que Delfos detectó en el segundo distrito electoral más gravitante son extrapolables al total país. El Monitor del Humor Social elaborado por DAlessio IROL/Berensztein reveló en julio un nuevo pico de pesimismo respecto de la visión sobre el presente y el futuro de la economía nacional, a partir de los efectos que la corrida cambiaria provoca sobre el poder adquisitivo y la actividad: 85%. En lo referente a expectativas, casi 6 de cada 10 (59%) cree que dentro de un año habrá retrocedido más (ver datos abajo; click para agrandar). En un marco de devaluación del peso y alta inflación, la sociedad observó con preocupación la situación económica. El estudio, realizado durante el mes pasado sobre una muestra de 1.477 adultos en todo el país, también mostró como el malestar socioeconómico permea hacia la gestión, traduciéndose en una pérdida de confianza en la gestión del gobierno y de la imagen de los principales dirigentes del oficialismo. La evaluación desfavorable del gobierno registró un nuevo pico (64%) y cayeron las calificaciones de Mauricio Macri, María Eugenia Vidal, Elisa Carrió y Marcos Peña. Peor aún, se percibe una falta de empatía de la gestión: para el 60% de los argentinos, el gobierno no tiene claro cómo se sienten los argentinos, mientras que un 34% cree que sí (dato que está en el orden de magnitud del resultado obtenido por Macri en la primera vuelta del 2015: 34,15%).
La medición también confirma la centralidad de la agenda económica: inflación (con 92%) y aumentos en luz y gas (70%) aventajan a inseguridad (62%), que disputa el tercer término con aumento de impuestos (61%). La posible corrupción del gobierno actual (47%) saca una leve ventaja (estadísticamente no significativa) a la del gobierno anterior (42%). En síntesis, el monitor confirma el deterioro que la corrida cambiaria generó en las figuras más importantes del gobierno nacional y en la percepción de la sociedad sobre la realidad económica. El impacto de la devaluación, sumado a las nuevas perspectivas inflacionarias, impactaron en una menor percepción de bienestar, al mismo tiempo que sigue disminuyendo el optimismo de cara al 2019 electoral. Las tendencias sugieren que en el próximo turno electoral lo económico va a ser el foco, más que la seguridad y otros aspectos como la transparencia institucional.
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