miércoles, 25 de julio de 2012

CGT: fractura expuesta en medio de la puja distributiva (1)




Teníamos pendiente una referencia a las implicancias políticas de la fractura de la CGT en el marco de la puja distributiva que vive el país (y que se repite en contextos cercanos como el de Brasil, también en un marco de la crisis global que se suma las complicaciones de las respectivas coyunturas locales). Hoy, el universo sindical se fragmentó en cinco partes: la CGT de Hugo Moyano, la antimoyanista (que aún busca su titular), la que lidera Luis Barrionuevo (menguada desde que Gerónimo “Momo” Venegas, sostén de Duhalde en la última campaña presidencial, se sumó a Moyano), más la CTA oficialista (conducida por Hugo Yasky) y la opositora (referenciada en Pablo Micheli, aliado de Pino Solanas).

Revisaremos rápidamente posiciones de algunos analistas. Jorge Giacobbe minimiza la relevancia del tema: “a esta altura, si hay una CGT o si hay 14 ya no importa. Porque el tema pasó a ser quién puede sacar miles de personas a la calle. Y el desafío de Cristina es evitar que esa calle sea de Moyano". Discrepo con su postura, que minimiza el tema al extremo; por lo demás, si fuera tan sencilla la cuestión, la menguada demostración de fuerza de Moyano con el paro general que no fue del pasado mes de junio clausuraría la discusión, y no es así.

Para Rosendo Fraga, la división de la central obrera ha sido casi una constante en la historia sindical argentina. “Han sido menores los períodos de unidad total del sindicalismo peronista, que los de división. De hecho antes de esta división, la central obrera ya estaba dividida, dada la existencia de la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo"  sostiene el consultor, que dirige el Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. Desde el punto de vista histórico, esto es rigurosamente cierto. Fraga añade que "la división de la CGT era el mal menor, con tal de evitar que el dirigente camionero fuera reelecto como secretario general por otros tres años al frente de la central sindical unificada", y que con ese fin, "se intentó que través de acciones judiciales y administrativas, el sector pro K quedara con la conducción, pero no logró derrotar a Moyano".  Respecto a esto, estamos de acuerdo en que el resultado obtenido es un subóptimo para el gobierno nacional, no el mejor posible, pero preferible a la alternativa de un “Moyano recargado”.

Para Marcos Novaro, sociólogo e investigador del Conicet, "la fragmentación de la CGT va a llevar un poco de agua para todos, pero me da la impresión que nada va a cambiar estructuralmente en lo inmediato.  Las tres partes (se refiere al moyanismo, el antimoyanismo y el barrionuevismo, dejando afuera de su análisis a las dos CTA) tienen intereses comunes, por ejemplo, sacarle lo más posible al Gobierno. Esto ha sucedido en el pasado: cada vez que hubo varias centrales, tuvieron etapas de conflicto y choque, pero luego hay un relativo reconocimiento y un equilibrio".  En términos similares al planteo de Fraga, Novaro sostiene que el gobierno nacional manejaba varios escenarios alternativos: una CGT más alineada y colaboracionista (el ideal, de máxima) y otros dos escenarios intermedios, el de una CGT fragmentada y debilitada en cada una de sus partes, por un lado, y por otro una fragmentación en la cual Moyano quedaba aislado: cualquiera de los estos dos es más conveniente para el gobierno nacional que un Moyano en franca oposición relegitimado frente a una CGT unida.

Según Analía del Franco, de la consultora Analogías, a la opinión pública no le importa demasiado que la central se divida, pues la CGT no es un tema para el grueso de la gente. Del Franco apunta que "hasta el momento, Moyano no acumuló capital político ni logró un lugar como oposición", al tiempo que sostiene que su imagen positiva se mantiene alrededor de un magro 25%.  Esto quedó patentizado en el paro: pese a que junio fue un mes de protestas  contra el gobierno, el día de la movilización convocada por Moyano no se sumaron sectores independientes, cuando algunos presumieron que eso podría suceder como una demostración de fuerza opositora contra el kirchnerismo. Evidentemente, la figura de Moyano (y sus métodos, antes consentidos por el gobierno) siguen siendo indigeribles para sectores que coyunturalmente pueden compartir hoy su postura anti-k.  

En la línea que venimos planteando en este blog, el director de la consultora Poliarquía, Sergio Berensztein, sostiene sobre las razones de fondo de la pelea Moyano vs. Gobierno que  "no hay que olvidar que detrás de todo esto está la necesidad del Gobierno de controlar la puja distributiva, con respecto al problema de la inflación y del atraso cambiario".

Mientras que referentes empresarios consideran que en un contexto de puja distributiva acentuada no es conveniente una  CGT dividida (en ese sentido se pronunció el titular de la Unión Industrial Argentina –UIA-, José Ignacio de Mendiguren), Julio Burdman, de la consultora Analytica, sostiene que "el empresariado no es afecto a una central sindical fuerte, porque eso fortalece la posición negociadora de los trabajadores, pero sospecha que eso es mejor a dos sindicales peronistas fuertes. La existencia de dos centrales sindicales hará que éstas compitan entre sí y ello derive en mayores demandas salariales y conflictividad".

Para el gobierno, en cambio, a corto plazo la fragmentación sindical puede aportarle mayor libertad de movimientos a la hora de tomar decisiones de política laboral pendientes, como el aumento del salario mínimo, vital y móvil,  y, en caso de que se confirme un repunte de la economía en el segundo semestre del año (el oficialismo está apostando sus fichas a ese escenario potencial) eventualmente una suba de Ganancias de las asignaciones familiares, sin necesidad de tener que consensuarlas con Moyano ni que se interpreten dichas decisiones como resultado de una presión del camionero en ese sentido. Seguiremos con este tema en próximas entradas. 

2 comentarios:

  1. Lo que rescato de las miradas más historicistas es que buscan entender el comportamiento propiamente sindical, sin embargo claro está que ubicarlo en un proceso historizado no hace al asunto más predecible. Mientras, a los otros análisis, los encuentro excesivamente orientados a la cuestión electoralista y política como también algo cortoplacistas; discrepo con Berensztein porque creo que intenta responsabilizar al gobierno de los antojos de Moyano, como si todo empezara allí, en ese vínculo, plantearlo en esos términos suena un tanto reduccionista y fácil de decir. Tampoco me gusta que se le dé un enfoque tan “climático” a la cosa como propone del Franco (si la gente no le da bola a Moyano no le quita gravedad al asunto, ya que muchas transformaciones de las estructuras organizacionales de una sociedad pueden ser “silenciosas” en la agenda de interés de la gente). Por otro lado, me sorprende la línea de Burdman de proponer a un empresariado que prefiere la unidad a la división, me sorprende porque suena a una postura que no va en dirección al sentido común y que es audaz en afirmar taxativamente tal cosa, ¿habla de “todo” el empresariado o hay segmentos?, ¿tiene cifras para fundamentar dicha afirmación o al menos remite también a hechos históricos?
    En fin, cierto es que la vida del sindicalismo es bastante difícil de reflexionar "en sí" porque no se desprende nunca ni del campo social e idiosincrático como tampoco del político y partidario, a su vez no deja tampoco de hacer huella en nuestra historia, por ello creo que es interesante seguir tocando el tema y profundizando en las miradas. Quedo a la espera de otra entrada, mientras, comparto esta…
    Mar

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  2. Gracias Marina por tus reflexiones y aportes, queda comprometida una segunda entrada sobre este tema!

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