En cuanto a las repercusiones de la inundación en Capital, hay cierto consenso de los analistas en prever algún desgaste de la figura del jefe de gobierno porteño Mauricio Macri, en
cuya gestión se advirtió lentitud de reacción (primero se lanzaron anuncios de
asistencia que recibieron críticas por lo acotados, que luego fueron ampliados)
y algunos errores de comunicación: Macri apareció irritado y focalizado
en derivar culpas hacia el Gobierno nacional, algo que está muy
asociado a la línea de victimización que practica su gestión pero,
paradójicamente, también es señalado como rasgo definitorio muy típico del
estilo K. "Tuvo un desempeño pobre a nivel mediático, y es probable
que termine pagando más costos políticos que Cristina y que
Scioli", afirmó el consultor Carlos Fara, quien cree que la estrategia
de "victimizarse" por la falta de apoyo del kirchnerismo hacia
las obras de infraestructura puede terminar jugándole en contra, en una suerte
de efecto boomerang. "Lo que se notó fue una carencia de
respuesta. Y el tono de Macri no fue el adecuado, porque esto pasó en la Ciudad
y porque hubo muertos de por medio. En una situación así, la gente ve
mal que un gobernante parezca preocupado por echarle culpas a
otro", agregó Fara.
En el mismo sentido, el especialista Diego Dillenberger planteó que el jefe del Gobierno porteño sufrirá cierta erosión en su imagen. "Son
demasiadas excusas para una intendencia que ya lleva seis años. La gente
lo escucha quejarse de Cristina y es como si le dijera ‘te entiendo,
pero igual quiero que me resuelvas mi problema'", argumenta. Lo
cierto es que si bien el líder de PRO esta vez anticipó su regreso del descanso
(advertido de que esta vez la situación era más seria que en la inundación de
hace un año atrás, que lo sorprendió viajando por la Patagonia) para ponerse al
frente del operativo, sufrió en esta oportunidad su primer cacerolazo por parte
de los vecinos de Belgrano y Saavedra.
Fuera de esta coyuntura, el armado político del macrismo sigue en proceso de elaboración: por lo pronto, en Capital competiría la ex
vicejefa de gobierno Gabriela Michetti, quien desechó los intentos de Macri de
persuadirla para competir en provincia de Buenos Aires para privilegiar sus
aspiraciones políticas en Capital (es potencial candidata a senadora en el
distrito en el que quiere suceder a Macri como jefe de gobierno en 2015;
recordemos que Macri, al igual que CFK y Scioli, no tiene hoy posibilidades
institucionales de ir por la re-re), aprovechando que las encuestas allí
siempre han sido propicias para ella más que para sus rivales internos
(principalmente, Rodríguez Larreta).
En cambio, aún se negocia la candidatura de Roberto Lavagna,
pero habría que desechar la de Martín Redrado (ambos economistas reivindican su
pertenencia al peronismo, si bien el primero en 2007 fue candidato presidencial
por la UCR; pero el segundo fue más enfático al desechar competir por el PRO).
La carta de Lavagna aún puede ser jugada, pero el punto es que abriéndole la
lista (o dándole la cabeza de fórmula) Macri puede ostentar un aliado de peso
pero, por otro lado, le brindaría a un dirigente extrapartidario con vuelo
propio (distinto al caso de Miguel del Sel en Santa Fe, Héctor Baldassi en
Córdoba o en su momento Orly Terranova en Mendoza) una oportunidad electoral
que no tienen sus fieles dentro del PRO y en el distrito que considera como
bastión propio, con lo cual ese ensayo tiene sus riesgos. Esa sería una de las
razones por las que Macri aún duda de si cerrando con Lavagna el negocio lo
hace él (y, por extensión, el PRO) o, por el contrario, le está regalando en
bandeja de plata al economista una victoria en uno de los distritos que es, por
su naturaleza, vidriera nacional. Se suma a eso que quizás Michetti no esté dispuesta
a ir como segunda de Lavagna en la fórmula senatorial (como no estuvo dispuesta
a mudarse para competir en provincia de Buenos Aires) y que manifiesta
preferencias por ir acompañada por Federico Pinedo en el binomio (actual jefe
del bloque PRO en la Cámara de Diputados, lo que también podría abrir un
proceso de sucesión interna en la bancada).
En ese marco, Macri parece haber decidido preservar a su
gabinete de ministros porteños (entre ellos, Horacio Rodríguez Larreta y
Guillermo Montenegro), no exponiéndolos en las próximas elecciones y archivando
sus precandidaturas. Este escenario sólo podría cambiar si Macri se decanta por
una especie de “interna abierta” dentro de su espacio, pero eso parece poco
probable hoy (aunque podría ser una carta que Michetti jugara si siente
amenazada su candidatura por extrapartidarios como Lavagna). Más bien, lo que espera el jefe de gobierno
porteño es vislumbrar si puede cuajar o no un gran frente PJ anti-K, en el que podrían
converger dirigentes flojos en imagen e intención de voto pero con cierta
estructura, como Hugo Moyano, Gerónimo Venegas y Luis Barrionuevo, junto a
otros con intención de voto pero menos estructura, como De Narváez. Hace
tiempo que Macri apunta a ser referente de ese espacio y a captar dentro del
mismo dirigentes, hasta ahora con magros resultados; sí pudo, en cambio,
arrebatarle al radicalismo a Gustavo Posse, intendente de San Isidro.
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