En la última entrada sobre Capital Federal, decíamos: "sería raro que en el ballotage apareciera un cisne negro". Ese término fue reflotado recientemente por Nassim Taleb para referirse al impacto de lo altamente improbable, pero en rigor proviene de una expresión latina más antigua del poeta Juvenal: “un ave rara en la tierra, y muy parecida a un cisne negro”. Cuando esa frase fue acuñada, se presumía que no existían los cisnes negros. Pues bien, la elección en CABA no llegó a ser un cisne negro (el candidato del PRO, Horacio Rodríguez Larreta, ganó, como se preveía), pero sí vimos un mirlo blanco. De toda la serie de encuestas que analizamos en el blog la semana pasada, sólo una tuvo una aproximación aceptable al resultado final: la de Opinaia, que le dio a Larreta 53,6% (sacó 51,6%) y a Lousteau Martín 46,4% (obtuvo 48,4%). Todo un mirlo blanco, dado que de todas fue la que menor brecha detectó entre ambos candidatos, y además con una técnica de investigación a priori más propensa a sesgos: según Opinaia, su metodología es 100% online, mientras que los demás estudios eran telefónicos mayoritariamente. Tuvo un desvío de dos puntos porcentuales del resultado final, una aproximación más que digna.
Otra aproximación destacable fue la del blog que firma Adan de Ucea, quien sobre la base de los datos de la primera vuelta proyectó 53,2% para Larreta y 46,8% para Lousteau (desvío de 1,8). Claramente, estas cifras fueron mejores que nuestro promedio "Nate Silver", que resultó más desviado por el hecho de que las todas las mediciones de base sobrestimaron el voto al PRO y subestimaron el de ECO. Con un voto en blanco por debajo del esperado en las proyecciones previas, el voto de los electores que en primera vuelta se habían volcado por Mariano Recalde del FPV se sumó de manera masiva por el candidato de ECO en el ballotage, un efecto que en opinión pública se conoce con el nombre de “efecto del candidato menos favorecido” y que en esta coyuntura funcionó como “voto útil” (contrario al abstencionismo y voto en blanco), que contrapesó a su contrario, el “efecto del carro ganador”, al punto de casi poner a Mauricio Macri al borde de un resultado del tipo “ley de (López) Murphy”: “lo que puede salir mal en política, saldrá mal”.
De hecho, tiempo atrás habíamos aludido en este blog (ver "La ley de López Murphy...") a esa amenazante posibilidad para la candidatura presidencial de Macri: la de una elección no del todo favorable en su distrito bastión. En junio de 2007, Macri y Filmus (FPV) definieron la elección porteña en segunda ronda: el 61% de los porteños (60,94%) votó la fórmula Macri-Michetti y el FPV obtuvo el 34%. En julio de 2011, Mauricio Macri obtuvo 1.057.188 votos (64,22%) y Filmus 588.976 votos (35,78%). Esta vez, el PRO no enfrentó al FPV sino a un candidato que comparte con su espacio el frente opositor a nivel nacional, y la astilla del mismo palo reveló ser más peligrosa para sus chances: apenas superó el 50% y quedó a sólo 3,2 puntos porcentuales de una catástrofe electoral, como hubiera sido perder en su distrito bastión.
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