miércoles, 28 de octubre de 2015

Una elección trabada que devino en “too close to call” (2)

Decíamos después de las PASO que la elección estaba trabada, en el sentido que no se había producido polarización y que cada uno de los tres candidatos principales sostenía (dentro de los márgenes de error muestrales de las encuestas) el caudal que sus respectivos frentes habían obtenido en las primarias. La elección del domingo mostró que, contra el voto pasado, efectivamente sucedió eso: Daniel Scioli, el candidato del FPV, mantuvo sus votos y mejoró levemente respecto a las PASO (9.002.242, contra 8.912.665) y también Sergio Massa (UNA) resistió la polarización, ya que sumó casi 600.000 votos más que en las primarias. El que más creció desde las primarias, Mauricio Macri (Cambiemos) no lo hizo a costa de Scioli ni de Massa, sino aupado por la mayor parte de la gran masa de electores que se sumaron con su voto positivo desde agosto a la elección del domingo. 

Esto confirma la tesis que exponíamos en aquella entrada de los océanos rojos versus los azules: ante una elección “trabada”, lo que podía destrabarla era captar electores por fuera de los segmentos políticos ya establecidos. Macri obtuvo 1.591.628 votos más que hace dos meses, los cuales salieron del "océano azul", electores que en las PASO no habían participado (de ahí el incremento de la participación del 73,9% al 80,86%) o no habían votado positivamente (de ahí la caída del voto en blanco, de 1.216.634 a 596.028, una reducción de 51 por ciento o 620.606 votos de diferencia). El resultado, como vimos, fue que el candidato de Cambiemos logró reducir la diferencia de 8,5 puntos que le sacó el gobernador bonaerense en las PASO a sólo 2,53 puntos en la primera vuelta de anteayer. 

Otra lectura que arroja el domingo es que el resultado final se parece mucho más al de una elección legislativa que a una ejecutiva de presidente: 36,9% para Scioli del FPV, fuerza que mantiene su condición de primera minoría, con Cambiemos muy cerca (34,3%) y una tercera fuerza (UNA) con 21,3%. Como el régimen presidencial no es de simple pluralidad de votos (como sí es el de Córdoba provincia y Córdoba ciudad, por ejemplo, donde el gobernador y el intendente fueron electos con 39% y 32% de los votos, respectivamente), se desemboca en un ballotage inédito, el primero desde la reforma constitucional de 1994 que instituyó esa instancia para el caso que ninguna fórmula superara el 40% de los votos con 10 puntos de ventaja sobre la segunda, ni alcanzara el 45%. 

El resultado del domingo también termina pareciéndose más a una elección legislativa que a una ejecutiva porque es la traducción en votos del plexo político que le subyace, y que ya hemos expuesto repetidas veces en este blog: la hipótesis de los tres tercios, según la cual el electorado nacional se divide en un tercio pro-kirchnerista (que mantuvo su voto al FPV incluso en sus peores momentos políticos recientes, las legislativas del año 2009 y las del 2013), un tercio anti-kirchnerista (votantes de fuerzas opositoras en 2009 y 2011) y un tercio equidistante (que en 2009 y 2013 votó contra el kirchnerismo, pero en 2011 se decantó en un 66% por el FPV y en un 33% por la oposición). La elección del domingo confirmó que existe un tercio de votantes dispuestos a votar al oficialismo (y un poco más, dado que Scioli superó el 38% en las PASO y rozó el 37% este domingo) y también otro tercio netamente opositor (y un poco más, ya que Macri concentró 34,3% de los votos). La conclusión que se impone, ahora que sólo quedan dos candidatos para el 22 de noviembre, es que la elección será definida por el segmento electoral no alineado nítidamente ni en el kirchnerismo ni en el anti-kirchnerismo, el cual, a esta altura avanzada del proceso político, es apenas menos que un tercio: 100% del total, menos 37% del FPV y 34% de Cambiemos = 29%. De ese 29%, el caudal más sustantivo es claramente el de UNA, con el 21% de los votos. Según cómo inclinen sus voluntades esos electores se definirá la elección del 22 de noviembre. 

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